Discurso pronunciado por Trotsky el 23 de octubre de 1927 sobre la proposición de su expulsión del Comité Central

Mi moción pidiendo que se considerara independientemente la cuestión del oficial de Wrangel y el complot militar ha sido rechazada. Yo planteaba, esencialmente, la cuestión de por qué, cómo y por quién había sido engañado el partido al decirse que determinados comunistas adheridos a la Oposición formaban parte de una organización contrarrevolucionaria. Para poner una vez más de manifiesto lo que entendéis por discusión habéis ordenado que no constara en acta mi breve discurso sobre el seudo oficial de Wrangel, es decir, que se lo habéis ocultado al partido.

Bujarin se nos ha presentado aquí con la filosofía de una amalgama termidoriana basándose en documentos de la GPU que no guardan relación alguna ni con nuestra propaganda ni con la Oposición. Lo que nosotros queremos no es la filosofía barata de Bujarin, sino hechos. Los hechos no existen. Por lo tanto, la inserción de toda esta cuestión en la polémica de la Oposición ha sido una artimaña. La grosería y la deslealtad han alcanzado las proporciones de una traición criminal.

Todos los documentos leídos por Menjinski hablan de modo inequívoco contra la norma política actual: tan sólo basta iluminarlos con un análisis marxista. Pero ahora no tengo tiempo de ocuparme de esto. Únicamente he de plantear esta cuestión fundamental: ¿Cómo y por qué el grupo gobernante actual juzgó necesario engañar al partido haciendo pasar por oficial de Wrangel a un agente de la GPU y apoderándose de los fragmentos de una investigación incompleta con el fin de alarmar al partido mediante una falsa declaración sobre la participación de los oposicionistas en una organización contrarrevolucionaria? ¿De dónde procede esto? ¿A dónde conduce? Tan sólo esta cuestión tiene significación política. Lo demás es de importancia secundaria.

En primer lugar, no obstante, voy a decir unas palabras sobre el llamado “trotskismo”. Todos los oportunistas tratan de encubrir sus vergüenzas con esa palabra. La fábrica de falsificaciones trabaja noche y día en la producción del “trotskismo”. No hace mucho tiempo escribí una carta sobre este hecho particular a la Comisión de Historia del Partido, en la que incluía unas cincuenta citas y documentos demostrando que la escuela teórica e histórica que nos gobierna ahora se entrega a fabricaciones, deformaciones, ocultación de hechos y documentos y perversiones de Lenin, todo ello para servir a la llamada lucha contra el “trotskismo”. Entonces pedí que mi carta fuera enviada a los miembros del Pleno; pero esto no se hizo aunque la carta se halla formada en su mayor parte por documentos y citas. La enviaré a la “Página de polémica” de Pravda. Supongo que también allí se la ocultarán al partido, pues los hechos y documentos que aduzco son demasiado mortales para la escuela de Stalin.

En nuestra declaración de julio del pasado año predijimos con absoluta exactitud todas las fases que habría de atravesar la destrucción de la dirección leninista del partido y su sustitución temporal por una dirección estalinista. Digo sustitución temporal, porque cuantas más “victorias” logre el actual grupo gobernante, más se debilitará. Ahora podemos completar nuestra predicción de julio del pasado año con la conclusión siguiente: el actual triunfo organizativo de Stalin precede a su bancarrota política. Esta es absolutamente inevitable, y en correlación con el régimen de Stalin comenzará inmediatamente. La tarea básica de la Oposición consistirá en cuidar de que las consecuencias de las ruinosas actitudes de la actual dirección produzcan el menor daño posible al partido y a sus relaciones con las masas.

Queréis expulsarnos del Comité Central, y hemos de reconocer que este paso está completamente de acuerdo con la política actual en la presente fase de su desarrollo, o mejor dicho, de su degeneración. Este grupo gobernante que está expulsando del partido a centenares y miles de sus mejores miembros, a los más fieles bolcheviques. Esta camarilla burocrática que se atreve a expulsar a bolcheviques como Mrashkovski, Serebriakov, Preobrazhenski, Sharov y Sarkis, camaradas que bastarían por sí solos para crear un Secretariado del partido infinitamente más solvente, más capacitado, más leninista que nuestro Secretariado actual; esta camarilla Stalin-Bujarin que ha encerrado en las prisiones más herméticas de la GPU a hombres abnegados y admirables como Netchaev, Shtikold, Vasiliev, Schmidt, Fishelev y otros muchos; este grupo de funcionarios que mantiene su puesto en la cima del partido mediante la violencia y la estrangulación de las ideas de los afiliados, la desorganización de la vanguardia proletaria no sólo en Rusia sino en el mundo entero. Esta facción profundamente oportunista, a la zaga de la cual caminan desde hace unos años Chiang Kai-shek, Feng Yuxiang Wang, Ching-wei, Purcell, Hicks, Ben Tillett; los Kuusinen, los Smeral, los Pepper, los Heinz Neumann, los Martinov, los Kondratiev y Ustrialov, esta camarilla no puede tolerar nuestra presencia en el Comité Central ni siquiera un mes antes del Congreso del partido. Lo comprendemos perfectamente.

La grosería y la deslealtad corren parejas con la cobardía. Habéis ocultado nuestra plataforma, o mejor dicho, habéis tratado de ocultarla. ¿Qué significa el miedo a una plataforma? Todo el mundo lo sabe: el miedo a una plataforma es el miedo a las masas.

El 8 de septiembre os anunciamos que, a pesar de cuanto se ordenara lo contrario, haríamos llegar nuestra plataforma al conocimiento del partido. Así lo hemos hecho y llevaremos a cabo nuestra empresa hasta el fin. Los camaradas Mrashkovski, Fishelev y todos los demás que imprimieron y repartieron el panfleto de nuestra plataforma han obrado y obran de completo acuerdo con nosotros. Como miembros de la Oposición del Comité Central del Partido y de la Comisión Central de Control, asumimos la plena responsabilidad política y organizativa de sus actos.

La grosería y la deslealtad a la que aludió Lenin en otro tiempo no son ya meras características personales. Han pasado a constituir el carácter del grupo gobernante tanto en su sistema político como en su régimen orgánico. Ya no es una cuestión de modales externos. La característica fundamental de la actual jefatura es su creencia en la omnipotencia de los métodos violentos aun cuando se trate de los miembros de su propio partido. Nuestro partido heredó de la revolución de Octubre un poderoso aparato de coerción, sin el cual no cabe pensar en la dictadura del proletariado. El núcleo central de esta dictadura era el Comité Central de nuestro partido. En tiempos de Lenin (con un Comité Central leninista) el aparato organizativo del partido se hallaba subordinado a una política revolucionaria de alcance internacional.

Cierto es que Stalin le inspiró algún temor a Lenin desde el mismo día en que fue elegido secretario general. “Este cocinero va a servirnos un plato picante”, les dijo Lenin a sus camaradas más íntimos en la época del X Congreso. Pero bajo la dirección de Lenin, con un personal leninista en el Politburó, el Secretariado General desempeñaba un papel completamente subordinado. La situación empezó a cambiar desde el momento en que Lenin cayó enfermo. La selección de individuos por el Secretariado, el agrupamiento de eestalinistas en puestos oficiales se convirtió en una operación independiente y sin conexión ninguna con nuestra norma política. Por eso Lenin, considerando la perspectiva de su fallecimiento, dio al partido su último consejo: retirad a Stalin, que llevará al partido a la escisión y la ruina.

El partido no se enteró de este consejo a su debido tiempo. Una selección de funcionarios se encargó de ocultar su carta. Ahora vemos las consecuencias en toda su magnitud. El grupo gobernante cree que con la ayuda de la violencia podrá consumar todo lo que quiera; pero está profundamente equivocado. La violencia puede desempeñar un papel revolucionario enorme; pero únicamente bajo una condición: que se halle subordinada a una verdadera política de clase. La violencia de los bolcheviques contra la burguesía, contra los mencheviques, contra los socialistas revolucionarios, empleada bajo condiciones históricas definidas, produjo resultados gigantescos. Las violencias de Kerenski y Tseretelli contra los bolcheviques sólo consiguieron precipitar la derrota del sistema de compromisos. Desterrando, encarcelando y privando de empleo, el grupo gobernante utiliza el cuchillo y el cohecho contra su propio partido. El obrero afiliado al partido teme decir lo que piensa en su agrupación. Teme votar según su conciencia. Una dictadura funcionarial tiene aterrorizado a nuestro partido, considerado como la más alta expresión de la dictadura proletaria. Aterrorizando al partido, disminuís la capacidad de este para inspirar temor a los enemigos del proletariado.

Pero un régimen organizativo no puede llevar una vida independiente. En el régimen de partido halla su expresión todo el rumbo político del partido. Este rumbo político se ha desviado en los últimos años. Su esencia y su importancia de clase se ha desviado de la izquierda a la derecha, del proletario al pequeño burgués, del obrero al especialista, del miembro anónimo del partido funcionario, del peón agrícola y el campesino pobre al kulak, del obrero de Shangai a Chiang Kai-shek del campesino chino a los generales burgueses, del proletariado inglés a Purcell, Hicks y el Consejo General de las Trade-Unions, etc. En esto consiste la esencia del estalinismo.

A primera vista parece que el sistema de Stalin triunfa en toda la línea. La fracción eestalinista parece asestar golpes a la izquierda (en Moscú y Leningrado) y a la derecha (en el Cáucaso septentrional). Pero en realidad, toda la política de esta fracción centrista avanza bajo el acicate de dos látigos, uno de la derecha y otro de la izquierda. Esta fracción centrista burocrática, falta de todo fundamento de clase, se balancea entre dos trayectorias, deslizándose sistemáticamente de la ruta proletaria a la ruta pequeño burguesa.

Este deslizamiento no se efectúa en línea recta sino en bruscos zigzags, de los cuales tenemos numerosos ejemplos. Entre ellos sobresale la ampliación de los derechos electorales bajo la presión del kulak (un latigazo de la derecha), seguida de su anulación por la influencia de la Oposición (otro latigazo de la izquierda). Otros muchos zigzags de esta naturaleza se han producido en la esfera de la legislación obrera en cuanto a salarios, impuestos, política con los capitalistas privados, etc. Pero la trayectoria general ha ido derivando constantemente hacia la derecha. El reciente manifiesto es un zigzag indiscutible hacia la izquierda; pero no debemos perder de vista un instante el hecho de que este zigzag no modifica en lo más mínimo el curso general de la política, y de que, en realidad (y en un porvenir muy próximo), precipitará la desviación del centro gobernante hacia la derecha.

El hecho de que se hable hoy de un “ataque forzoso” contra el kulak (ese mismo kulak al que ayer se le gritaba: “¡Enriquécete!”) no puede modificar la trayectoria general. Las sorpresas de las fiestas de aniversario bajo la forma de la implantación de la jornada de siete horas tampoco pueden modificarla. La trayectoria política de la actual dirección no se define por estos aventurados gestos individuales, sino por el apoyo social que esta dirección ha reunido en torno suyo en su lucha contra la Oposición. Merced al aparato de Stalin, merced al régimen eestalinista, las fuerzas que prevalecen sobre la vanguardia proletaria están formadas por el burócrata, el administrador, el director, el nuevo capitalista, la intelligentsia de la ciudad y del campo, todos esos elementos que empiezan a mostrar el kulak al trabajador diciéndole: “Ya no estamos en 1918, hijo mío”.

Lo decisivo no son los gestos izquierdistas, sino el curso político fundamental. Lo decisivo es la selección de los colegas, la índole de los funcionarios del Gobierno, el apoyo social. No se puede estrangular al sector obrero del partido y atacar al mismo tiempo al kulak. Ambas cosas son incompatibles. El zigzag izquierdista con que festejáis el aniversario provocará, al ser puesto en práctica, una inflexible oposición en las mismas filas de vuestra mayoría. Decir hoy: “¡Enriqueceos!”, y mañana: “¡Abajo el kulak!”, puede ser muy fácil para Bujarin, que no tiene más que coger la pluma y no tiene nada que perder. Pero el kulak, el director industrial, el burócrata poderoso, el obrero especializado, lo ven de modo muy distinto. A estas gentes no les gustan los saltos bruscos en los aniversarios, y harán oír su voz.

El camarada Tomski, que se ve envuelto en peor situación que nadie, se opuso al presente zigzag. Tomski sabe por adelantado lo que han de pedir los obreros en los sindicatos, y será el único que tenga que contestar. Mañana los obreros le pedirán a Tomski que impida eficazmente la desviación a la derecha, puesto que el manifiesto anuncia ahora un rumbo izquierdista. Esta es la causa de la lucha inevitable dentro del bloque gobernante. En nuestra ala derecha hay una tendencia patronal y una tendencia sindical. Ambas trabajan unidas durante cierto tiempo como ha ocurrido con frecuencia en la historia del movimiento obrero, Pero este zigzag izquierdista del aniversario introduce una cuña entre los industriales y los sindicalistas. El burócrata profesional que se balancea entre ambos perderá su apoyo.

Este zigzag de ahora es, por un lado, el reconocimiento más indudable y solemne de la exactitud de las opiniones de la Oposición sobre todos los problemas fundamentales de nuestra vida, tanto en la ciudad como en el campo. Por otra parte, es una repudiación política de la actitud del grupo gobernante, una confesión de su propia bancarrota. Es una confesión verbal de quienes son impotentes para demostrar nada con hechos. Este zigzag no retrasará, sino que precipitará, el fracaso político de los actuales derroteros.

El régimen de la represión dentro del partido es una consecuencia inevitable de toda la política de los dirigentes. A espaldas de los burócratas se alza la burguesía mundial. Todas estas fuerzas oprimen a la vanguardia proletaria, impidiéndole alzar la cabeza o abrir la boca. Cuanto más se aparta la política del Comité Central del cauce proletario de clase, más necesario resulta imponer esta política a la vanguardia proletaria con métodos de coerción aplicados desde arriba. Esta es la causa radical del actual régimen intolerable que impera en el partido.

Cuando los Martinov, los Smeral, los Raffes y los Pepper desempeñan un papel preponderante en la revolución china, y Mrashkovski, Serebiakov, Preobrazhenski, Sharov y Sarkis son expulsados del partido por imprimir y repartir propaganda de una plataforma bolchevique para el próximo Congreso, estos hechos no constituyen una mera cuestión interna de partido. De ningún modo. Estos hechos son la expresión de un cambio de influencia de las clases en nuestra política. La burguesía interior ejerce por supuesto una influencia menos descarada que la burguesía mundial contra la dictadura del proletariado y su vanguardia proletaria, pero ambas influencias se hallan estrechamente unidas y obran de modo simultáneo. Los elementos de la clase obrera y de nuestro partido, que han sentido los primeros este peligro inminente y han sido los primeros en hablar de él (es decir, los representantes más revolucionarios, más estoicos, más perspicaces, más inflexibles de la lucha de clases), son los elementos que integran ahora las filas de la Oposición. Estas filas van engrosando tanto en nuestro partido como en toda la Internacional.

Hechos y acontecimientos de enorme trascendencia confirman la posición que hemos adoptado. Vuestras represiones fortalecen nuestras filas, reúnen en torno a nosotros a los mejores “viejos” del partido, templan a los jóvenes y agrupan en la Oposición a los bolcheviques genuinos. Los oposicionistas que habéis excluido del partido son los mejores miembros de éste. Los que les expulsan y les detienen (aun cuando inconscientemente y sin comprenderlo) son los instrumentos de que se sirven las demás clases para hacer retroceder al proletariado. Al esforzarse por hundir en el fango nuestra plataforma, la fracción gobernante ejecuta los designios sociales de Ustrialov, de la pequeña y media burguesía renaciente. Al revés que los políticos de la antigua burguesía emigrante y moribunda, Ustrialov, el perspicaz político de la nueva burguesía, no aspira a la contrarrevolución ni a ninguna perturbación social. No quiere “saltarse los escalones”. El escalón actual es para Ustrialov la ruta eestalinista. Ustrialov pone sus esperanzas abiertamente en Stalin y le pide que barra a la Oposición. Expulsando y deteniendo a los oposicionistas, presentando contra nosotros esa acusación termidoriana referente a un oficial de Wrangel y un complot militar, Stalin acata las órdenes de Ustrialov.

La tarea inmediata que se ha impuesto Stalin es dividir el partido, suprimir la Oposición, acostumbrar al partido al método de la destrucción física. Por unos momentos el régimen de Stalin ha interrumpido su sistema de utilizar los puñetazos, el lanzamiento de libros y piedras, los barrotes de la cárcel, etc., contra los miembros de la Oposición; pero es inevitable que se vuelva a lo mismo. ¿Por qué los Yaroslavski, los Shvernik, los Goloshekin y otros van a ponerse a discutir con la Oposición sobre las estadísticas del Gobierno cuando pueden arrojar un grueso volumen de esas estadísticas a la cabeza de un oposicionista? El estalinismo encuentra en este acto su más desenfrenada expresión.

Vuelvo a repetir que estos métodos fascistas no son otra cosa que la ejecución inconsciente y ciega de los designios sociales de otras clases. El fin que se persigue es suprimir la Oposición y destruirla físicamente. Ya hay voces preparadas a gritar: “Expulsemos a mil y fusilemos a un centenar para que reine la paz en el partido”. Estas voces proceden de hombres aterrados y dignos de lástima, aunque también diabólicamente ciegos. Es la voz de Termidor. Los peores elementos, corrompidos por el poder, cegados por el odio burocrático, están preparando el Termidor con toda su energía. Para ello tienen necesidad de dos partidos. Pero su violencia saltará en pedazos si tropieza con una trayectoria política certera. Por devoción a esta trayectoria se mantiene firme el denuedo revolucionario de las filas de la Oposición. Stalin no creará dos partidos. Nosotros le decimos al partido con toda franqueza: la dictadura del proletariado se halla en peligro. Creernos firmemente que el partido, que su núcleo proletario, advertirá, comprenderá y afrontará este peligro. El partido se ha estremecido ya profundamente. Mañana se estremecerá hasta lo más hondo.

Detrás de los escasos miles de hombres que forman las filas efectivas de la Oposición, viene una segunda y una tercera capa de partidarios suyos, y tras ellas, otra capa todavía más vasta de trabajadores que ya han empezado a escuchar atentamente nuestra voz y empiezan a ponerse de nuestra parte. Este proceso no puede aniquilarse. Los obreros sin partido no han creído las mentiras y las calumnias que habéis lanzado contra nosotros. Su legítimo descontento ante el incremento del burocratismo y la represión quedó expresado por la clase obrera de Leningrado en su inequívoca demostración del 17 de octubre.

El proletariado continúa firmemente al lado del poder de los soviets; pero desea una política diferente. Todos estos procesos son irresistibles. El aparato burocrático carece de fuerza contra ellos. Cuanto más brutal sea vuestra represión, más se fortalecerá la autoridad de la Oposición a los ojos de los miembros anónimos del partido y de la clase obrera en general. La expulsión de cada cien oposicionistas del partido significa la creación de mil oposicionistas nuevos dentro de él. El oposicionista expulsado se considera miembro del partido y obra como tal. Podréis arrancar por la fuerza el carnet del partido al verdadero bolchevique leninista; podréis privarle por algún tiempo de sus derechos de afiliado; pero él no renunciará nunca a sus deberes como tal.

Cuando Yanson le preguntó al camarada Mrashkovski, en la sesión de la Comisión Central de Control, qué iba a hacer cuando fuera expulsado del partido, el camarada Mrashkovski respondió: “Torceré el timón y seguiré lo mismo”. Todo oposicionista dirá otro tanto. Sea expulsado de donde fuere, del Comité Central de la Comintern, del Comité Central del Partido o del partido mismo, cada uno de nosotros dirá con Mrashkovski: “Torceré el timón y seguiré lo mismo”.

Nosotros nos alzamos junto al timón del bolchevismo. No podréis apartarnos de él, pues lo empuñaremos con firmeza. No conseguiréis apartarnos del partido; no conseguiréis apartarnos de la clase obrera. Estamos acostumbrados a la represión; estamos habituados a los golpes. No rendiremos la revolución de Octubre a la política de Stalin, cuya esencia se halla contenida en estas breves palabras: represión del núcleo proletario, fraternización con los colaboracionistas de todos los países, capitulación ante la burguesía mundial.

Nos expulsáis del Comité Central un mes antes del Congreso del partido, que ya habéis convertido en un simple órgano ejecutivo del grupo Stalin. El XV Congreso parecerá el triunfo supremo de vuestro mecanismo burocrático; pero en realidad será la señal de vuestra absoluta bancarrota política. Las victorias de la fracción Stalin son las victorias de fuerzas extrañas sobre la vanguardia proletaria. Las derrotas del partido dirigido por Stalin son derrotas de la dictadura proletaria. El partido empieza a percibirlo ya: nosotros le ayudaremos a comprenderlo. La plataforma de la Oposición está sobre la mesa del partido. Después del XV Congreso, la Oposición será inconmensurablemente más fuerte dentro del partido que ahora. El calendario de la clase obrera y el del partido no concuerdan con el calendario secretarial de Stalin.

El proletariado piensa despacio, pero vigorosamente. Nuestra plataforma precipitará este proceso. La decisión depende en última instancia del rumbo político y no del puño del burócrata. La Oposición es invencible. Expulsadnos hoy del Comité Central como expulsasteis ayer a Serebriakov y a Preobrazhenski del partido, como detuvisteis a Fishelev y a otros: nuestra plataforma logrará abrirse camino. Los trabajadores de todo el mundo se preguntarán hondamente alarmados: “¿Por qué razón en el décimo aniversario de la revolución de Octubre expulsan y encarcelan a los mejores militantes de la Revolución? ¿Quién pone aquí la mano? ¿Qué clase? ¿La clase que triunfó en Octubre? ¿O la clase que está minando la victoria de Octubre?”

Aun los obreros más atrasados de todos los países, despertados por vuestras represiones, se adueñarán de nuestra plataforma para probar la veracidad de vuestra vil calumnia sobre el oficial de Wrangel y el complot militar. Vuestras persecuciones, vuestras expulsiones y vuestros encarcelamientos harán popularísima nuestra plataforma y la convertirán en el documento más íntimo y más querido del movimiento obrero internacional. Expulsadnos: no con ello detendréis la victoria de la Oposición, la victoria de la unidad revolucionaria de nuestro partido y de la Internacional Comunista.