¡Camaradas! La resolución acusa a la Oposición, incluyéndome a mí, de una desviación socialdemócrata. He pensado en todos los puntos de disputa que han dividido a la minoría del CC de la mayoría durante el último período, es decir, el período en el cual se ha usado la designación de “bloque de la Oposición”...
1 de noviembre de 1926
¡Camaradas! La resolución acusa a la Oposición, incluyéndome a mí, de una desviación socialdemócrata. He pensado en todos los puntos de disputa que han dividido a la minoría del CC de la mayoría durante el último período, es decir, el período en el cual se ha usado la designación de “bloque de la Oposición”. Debo decir que los puntos de disputa, y nuestro punto de vista con respecto a los puntos de discusión, no ofrecen ninguna base para la acusación de “desviación socialdemócrata”.
La cuestión sobre la cual hemos tenido más diferencias, camaradas, es la pregunta de qué peligro nos amenaza durante la época actual: ¿el peligro es que nuestra industria estatal está retrasada o que está avanzando demasiado rápido? La Oposición —de la que yo formo parte— ha sostenido que el peligro real que nos amenaza es que nuestra industria estatal está rezagada con respecto al desarrollo de la economía nacional de conjunto. Hemos señalado que la política instrumentada en la distribución del ingreso nacional implica un mayor crecimiento de la desproporción. Por una u otra razón esto ha sido llamado pesimismo. Camaradas, la aritmética no conoce ni el pesimismo ni el optimismo, ni la falta de confianza ni la capitulación. Las cifras son cifras. Si ustedes examinan las cifras de control del Gosplan, descubrirán que esas cifras muestran que la desproporción —o, más exactamente, la escasez de bienes industriales— ha alcanzado la suma de 380 millones de rublos el año pasado, mientras que la cifra para este año será de 500 millones, es decir, las cifras iniciales del Gosplan muestran que la desproporción ha crecido un 25%. El camarada Rikov plantea en sus tesis que podríamos esperar (meramente esperar) que la desproporción no crezca este año. ¿Cuál era la base para esta “esperanza”? El hecho de que la cosecha no es tan favorable como lo esperábamos. Si yo siguiera los falsos caminos de nuestros críticos, yo podría decir que las tesis del camarada Rikov dan la bienvenida al hecho de que las condiciones desfavorables que prevalecieron en la época de la cosecha redujeron el rendimiento, que de otro modo hubiera sido respetable; y él le da la bienvenida a esto porque, si la cosecha hubiera sido mayor, el resultado hubiera sido una desproporción mayor. [camarada Rikov: “Yo tengo una opinión diferente”] Las cifras hablan por sí mismas. [Una voz: ¿Por qué no habló Ud. en la discusión sobre el informe del camarada Rikov?] El camarada Kamenev ya les ha dicho por qué no lo hicimos. Porque yo no hubiera podido agregar nada a ese informe económico especial, en la forma de enmiendas o argumentos, que no hubiéramos planteado en el pleno de abril. Las enmiendas y otras propuestas formuladas por mí y otros camaradas al pleno de abril mantienen toda su fuerza hoy. Pero la experiencia económica adquirida desde abril es obviamente muy poca como para que tengamos esperanzas de que en la etapa actual los camaradas presentes en esta conferencia sean convencidos. Poner nuevamente en discusión esos puntos, antes de que el curso real de la vida económica los haya probado, crearía tensiones innecesarias. Esas cuestiones serán inevitablemente más aceptables para el partido cuando puedan ser respondidas por las estadísticas basadas en la última experiencia; la experiencia económica objetiva no decide si las cifras son optimistas o pesimistas, sino sólo si son correctas o equivocadas. Creo que nuestro punto de vista sobre la desproporción ha sido correcto.
No tenemos acuerdo sobre el ritmo de nuestra industrialización, y yo estuve entre esos camaradas que señalaron que el ritmo actual es insuficiente, y que precisamente esa velocidad insuficiente en la industrialización imparte la mayor importancia al proceso de diferenciación que está ocurriendo en las aldeas. Ciertamente, no hay nada tan desastroso como el hecho de que el kulak haya levantado cabeza o —ésta es la otra cara de la misma moneda— que el peso relativo de los campesinos pobres en la aldea haya declinado. Esos son algunos de los problemas serios que acompañan el período de transición. Son signos no saludables. Por supuesto, no hay ninguna razón para el “pánico”. Pero son fenómenos que debemos evaluar correctamente. Y yo estuve entre los camaradas que mantuvieron que el proceso de diferenciación en la aldea puede asumir una forma peligrosa si la industria se retrasa, es decir, si aumenta la desproporción. La Oposición sostiene que es nuestra obligación disminuir la desproporción año a año. No veo nada socialdemócrata en esto.
Hemos insistido en que la diferenciación en la aldea exige una política de impuestos más elástica con respecto a los distintos estratos del campesinado, una reducción de los impuestos para las capas medias más pobres, mayores impuestos para las capas medias acomodadas y una enérgica presión sobre el kulak, especialmente en sus relaciones con el capital comercial. Hemos propuesto que el 40% de los campesinos pobres sean exentos de todo impuesto. ¿Tenemos razón o no? Yo creo que tenemos razón; ustedes creen que estamos equivocados. Pero es un misterio para mí qué hay de “socialdemócrata” en esto. [Risas]
Hemos afirmado que la creciente diferenciación entre el campesinado, que tiene lugar bajo las condiciones impuestas por el atraso de nuestra industria, trae con ella la necesidad de doble salvaguardas en el campo de la política, es decir, no podemos tener una actitud tolerante hacia la extensión del derecho de voto con respecto al kulak, al empleado, y al explotador, aunque ellos operen a una pequeña escala. Hicimos sonar la alarma cuando las famosas instrucciones electorales extendieron los derechos de voto de la pequeña burguesía. ¿Teníamos razón o no? Ustedes consideran que nuestra alarma fue “exagerada”. Bien, incluso suponiendo que lo fue, no hay nada de socialdemócrata en esto.
Exigimos y propusimos que el curso tomado por las cooperativas agrícolas hacia el “campesino medio altamente productivo” bajo cuyo nombre encontramos generalmente al kulak, debía ser severamente condenado. Propusimos que el “leve vuelco” (este término fue usado en el informe al Politburó) de las cooperativas de crédito hacia el campesinado acomodado debía ser condenado. No puedo comprender, camaradas, qué encuentran de “socialdemócrata” en esto.
Hubo diferencias de opinión sobre la cuestión de los salarios. En sustancia, esas diferencias consisten en que somos de la opinión de que en la etapa actual del desarrollo de nuestra industria y nuestra economía, y a nuestro actual nivel económico, la cuestión del salario no debe ser establecida sobre la base de la suposición de que los obreros deben primero aumentar la productividad del trabajo, lo que después elevará los salarios, sino que lo contrario debe ser la norma, es decir, un aumento en los salarios, aunque modesto, debe ser el prerrequisito para un aumento en la productividad del trabajo [Una voz: “¿Dónde obtendremos los medios?”] Esto puede ser correcto o no, pero no es “socialdemócrata”.
Hemos señalado la conexión entre distintos aspectos bien conocidos de nuestra vida interna partidaria y el crecimiento del burocratismo. Creo que no hay nada “socialdemócrata” en esto tampoco.
Nos hemos opuesto incluso a una sobreestimación de los elementos económicos de la estabilización capitalista y a la subestimación de sus elementos políticos. Si nosotros preguntamos, por ejemplo, ¿en qué consiste hoy la estabilización económica de Inglaterra? entonces surge que Inglaterra está yendo a la ruina, que su balanza comercial es adversa, que su comercio exterior se está achicando, que su producción está cayendo. Esta es la “estabilización económica” de Inglaterra. Pero ¿a quién se está aferrando la Inglaterra burguesa? No a Baldwin, no a Thomas, sino a Purcell. El purcellismo es el seudónimo hoy de la “estabilización” en Inglaterra. Por lo tanto somos de la opinión de que es fundamentalmente equivocado, en consideración de las masas obreras que están llevando adelante la huelga general, aliarse ya sea directa o indirectamente con Purcell. Esta es la razón por la que hemos exigido la disolución del Comité Anglo-Ruso. No veo nada “socialdemócrata” en esto.
Hemos insistido sobre una nueva revisión de nuestros estatutos sindicales, tema sobre el que informé al CC: una revisión de esos estatutos a partir de los cuales la palabra “Profintern” fue borrada el año pasado y reemplazada por las palabras “alianza internacional de sindicatos”, que no puede significar otra cosa que “Amsterdam”. Estoy contento de decir que esta revisión de la revisión del año pasado ha sido completada, y la palabra “Profintern” fue reinsertada en nuestros estatutos sindicales. Pero ¿por qué nuestra inquietud sobre el tema era “socialdemócrata”? Eso, camaradas, es algo que no puedo comprender en absoluto [Risas].
Me gustaría enumerar, lo más brevemente posible, los puntos principales de diferencia que han surgido últimamente. Nuestra posición sobre los problemas en cuestión ha sido que hemos observado peligros que muy probablemente amenacen la línea de clase del partido y del Estado obrero bajo las condiciones impuestas por la prolongación de la NEP, y el cerco que nos impone el capitalismo internacional. Pero esas diferencias, y la posición que adoptamos en defensa de nuestras opiniones, no pueden ser interpretadas como una “desviación socialdemócrata”, ya sea recurriendo a los métodos lógicos más complicados o incluso a métodos escolásticos.
Esta es la razón de por qué se encontró necesario dejar esas diferencias reales y serias, engendradas por la época presente de nuestro desarrollo económico y político, y retroceder en el pasado para interpretar que las diferencias radicaban en la concepción del “carácter de nuestra revolución” en general no en el período actual de nuestra revolución, no en relación a las tareas concretas actuales, sino en relación al carácter de la revolución en general, o como está expresado en las tesis, de la revolución “en sí”, la revolución “en su sustancia”. Cuando un alemán habla de una cosa “en sí”, usa un término metafísico que ubica a la revolución por fuera de toda conexión con el mundo real que la rodea; se la abstrae del ayer y del mañana, y se la considera como una “esencia” de la que surgen todas las cosas. Ahora, entonces, en relación a esta “esencia”, yo fui encontrado culpable, ¡en el año noveno de nuestra revolución, de haber negado el carácter socialista de nuestra revolución! ¡Nada más ni nada menos! Descubrí esto por primera vez en esta misma resolución. Si los camaradas encuentran necesario por alguna razón redactar una resolución en base a citas de mis escritos —y el sector principal de la resolución, llevando al primer plano la teoría del pecado original (“trotskismo”), está redactada en base a citas de mis escritos entre 1917 y 1922— entonces sería al menos aconsejable seleccionar lo esencial de todo lo que he escrito sobre el carácter de nuestra revolución.
Ustedes me disculparán, camaradas, pero no es placentero tener que dejar a un lado el tema actual y detallar dónde y cuándo escribí tal o cual cosa. Pero esta resolución, al tratar de apoyar la acusación de desviación “socialdemócrata”, se refiere a pasajes de mis escritos, y estoy obligado a dar la información. En 1922 el partido me encargó escribir el libro Terrorismo y comunismo contra Kautsky, contra la caracterización de nuestra revolución hecha por Kautsky, como una revolución no proletaria y no socialista. Un gran número de ediciones de ese libro fueron distribuidas tanto en nuestro país como en el exterior por la Comintern. El libro no encontró ninguna recepción hostil de los camaradas más estrechamente implicados, incluyendo Vladimir Ilich. Este libro no fue citado en la resolución.
En 1922, el Buró Político me encargó escribir el libro titulado Entre el imperialismo y la revolución [publicado en inglés como Between Red and White]. En este libro yo utilicé la particular experiencia obtenida en Georgia, como una refutación a la posición de aquellos socialdemócratas internacionales que estaban usando el levantamiento de Georgia como un material contra nosotros, con el propósito de someter a un nuevo examen las principales cuestiones de la revolución proletaria, que tiene el derecho de tirar abajo no sólo prejuicios pequeño burgueses sino también instituciones pequeño burguesas. Nuevamente, este libro no es citado.
En el Tercer Congreso de la Comintern di un informe, de parte del CC, declarando en sustancia que habíamos entrado en una era de equilibrio inestable. Yo polemicé contra el camarada Bujarin, quien en ese momento era de la opinión de que íbamos a atravesar una serie ininterrumpida de revoluciones y crisis hasta la victoria del socialismo en todo el mundo, y que no habría ni podría haber ningún tipo de “estabilización”. En ese momento el camarada Bujarin me acusó de una desviación de derecha (¿probablemente también socialdemócrata?). En pleno acuerdo con Lenin en el III Congreso defendí las tesis que había formulado. La importancia de esas tesis era que nosotros, a pesar de la velocidad más lenta de la revolución, atravesaríamos exitosamente este período desarrollando los elementos socialistas de nuestra economía.
En el IV Congreso Mundial, en 1922, el CC me encargó hablar a continuación de Lenin con un informe sobre la NEP. ¿Cuál fue mi tema? Yo sostuve que la NEP significa meramente un cambio en las formas y los métodos del desarrollo socialista. Y ahora, en lugar de tomar esos trabajos míos, que pudieron haber estado bien o mal, pero fueron al menos fundamentales, y en los cuales, en nombre del partido, definí el carácter de nuestra revolución entre los años 1920 y 1923, ustedes toman unos poquísimos pasajes, cada uno de sólo dos o tres líneas, de un prefacio y un postfacio escritos en ese mismo período.
Repito que ninguno de los pasajes citados son de ningún trabajo fundamental. Esas cuatro pequeñas citas (1917 a 1922) forman la base para la acusación de que yo niego el carácter socialista de nuestra revolución. Así se completa la estructura de la acusación, se agrega todo pecado original imaginable, incluso el pecado de la Oposición de 1925. La demanda de una industrialización más rápida y la propuesta de aumentar los impuestos a los kulaks, todo surge de esos cuatro pasajes. [Una voz: “¡No forme fracciones!”]
Camaradas, lamento haber tenido que tomar vuestro tiempo, pero debo citar unos pocos pasajes más —podría citar cientos— para refutar todo lo que la resolución me atribuye. Primero debo llamar vuestra atención al hecho de que las cuatro citas sobre las cuales se basa la teoría de mi pecado original han sido tomadas todas de mis escritos entre 1917 y 1922. Todo lo que he dicho desde entonces parece haber sido barrido por el viento. Nadie sabe si yo subsecuentemente consideré nuestra revolución como socialista o no. Hoy, a fines de 1926, la posición actual de la así llamada Oposición sobre las principales cuestiones de economía y política es buscada en pasajes de mis escritos personales entre 1917 y 1922, y ni siquiera en pasajes de mis principales trabajos, sino en trabajos escritos para alguna ocasión. Retornaré a esas citas y responderé a cada una de ellas. Pero primero permítanme citar algunos pasajes de un carácter más esencial, escritos en el mismo período.
Por ejemplo, lo siguiente es un extracto de mi discurso en la conferencia del Consejo Sindical de Moscú, el 28 de octubre de 1921, después de la introducción de la NEP:
“Hemos reorganizado nuestra política económica en anticipación de un desarrollo más lento de nuestra economía. Tenemos en cuenta la posibilidad de que la revolución en Europa, aunque se desarrolla y crece, se está desarrollando más lentamente de lo que esperábamos. La burguesía se ha demostrado más tenaz. Incluso en nuestro propio país estamos obligados a vérnosla con una transición más lenta al socialismo, ya que estamos rodeados de países capitalistas. Debemos concentrar nuestras fuerzas en nuestras empresas más grandes y mejor equipadas. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que el impuesto en especies entre el campesinado, y el incremento de las empresas arrendadas, forman una base para el desarrollo de la producción de mercancías, para la acumulación de capital y para el surgimiento de una nueva burguesía. Al mismo tiempo, la economía socialista será construida sobre la base más estrecha pero más firme de la gran industria”.
En una reunión de militantes de nuestro partido el 10 de noviembre del mismo año, en el distrito de Moscú de Sokolniki, planteé:
“Qué tenemos ahora? Ahora tenemos el proceso de la revolución socialista, en primer lugar dentro de un solo Estado y en segundo lugar en un Estado que es muy atrasado, tanto económica como culturalmente, y está rodeado por todos lados por países capitalistas”.
¿Qué conclusión saqué de esto? ¿Propuse una capitulación? Propuse lo siguiente:
“Es nuestra tarea hacer que el socialismo demuestre sus ventajas... El campesino será el juez que se pronuncie sobre las ventajas o desventajas del Estado socialista. Estamos compitiendo con el capitalismo en el mercado campesino...
¿Cuál es la base actual para nuestra convicción de que triunfaremos? Hay muchas razones que justifican nuestra creencia. Esta se basa tanto en la situación internacional como en el desarrollo del Partido Comunista; en el hecho de que retenemos todo el poder en nuestras manos, y en el hecho de que permitimos el libre comercio sólo dentro de los límites que consideramos necesarios”.
Esto, camaradas, fue dicho en 1921; ¡y no en 1926!
En mi informe al IV Congreso Mundial (dirigido contra Otto Bauer, del que recientemente se descubrió mi relación con él) hablé del siguiente modo:
“Nuestra arma más importante en la lucha económica que se desarrolla sobre la base del mercado es el poder estatal. Los inocentones reformistas son los únicos incapaces de comprender el significado de esta arma. La burguesía lo comprende excelentemente. Toda la historia de la burguesía prueba esto.
“Otra arma del proletariado es que las fuerzas productivas más importantes del país están en sus manos: todo el sistema ferroviario, toda la industria minera, la abrumadora mayoría de las empresas que sirven a la industria están bajo el manejo económico directo de la clase obrera.
“Del mismo modo, el Estado obrero posee la tierra, y los campesinos contribuyen anualmente a cambio de usarla con cientos de millones de puds [un pud equivale a 36 libras] en impuestos en especies.
“El poder obrero mantiene las fronteras estatales: las mercancías extranjeras y el capital extranjero en general, sólo pueden tener acceso a nuestro país dentro de los límites considerados deseables y legítimos por el Estado obrero.
“Estas son las armas y los medios de la construcción socialista” .
En un folleto publicado por mí en 1923 bajo el título Problemas de la Vida Cotidiana, ustedes pueden leer sobre este tema:
“Ahora, qué ha ganado realmente la clase obrera y asegurado para sí como resultado de la revolución?
1. La dictadura del proletariado (representada por el gobierno obrero y campesino bajo la dirección del Partido Comunista)
2. El Ejército Rojo, un apoyo firme para la dictadura del proletariado.
3. La nacionalización de los principales medios de producción sin los cuales la dictadura del proletariado se hubiera vuelto una forma vacía de sustancia.
4. El monopolio del comercio exterior, que es la condición necesaria para la estructura del Estado socialista en un medio capitalista.
Esas cuatro cosas, ganadas definitivamente, forman la estructura de acero de todo nuestro trabajo; y cada éxito que logramos en economía o cultura —siempre que sea un logro real y no un engaño— se transforma en este marco en una parte necesaria de la estructura socialista” .
Este mismo folleto contiene otra formulación incluso más definitiva:
“Cuanto más fácil era (comparativamente, por supuesto) para el proletariado ruso atravesar la crisis revolucionaria, más duro se volvía su trabajo por la construcción socialista. Pero, por otro lado, el marco de nuestra nueva estructura social, marcada por las cuatro características mencionadas más arriba, le da un contenido objetivamente socialista a todos los esfuerzos consciente y racionalmente dirigidos en el dominio de la economía y la cultura. Bajo el régimen burgués el trabajador, sin deseo ni intención de su parte, continuamente enriquecía a la burguesía, y lo hacía cada vez más cuanto mejor era su trabajo. En el Estado soviético un trabajador bueno y consciente, aunque trate de hacerlo o no (en caso que no esté en el partido y se mantenga alejado de la política) logra resultados socialistas e incrementa la riqueza de la clase obrera. Esta es la obra de la Revolución de octubre, y la NEP no ha cambiado nada con respecto a esto" .
Podría prolongar esta cadena de citas indefinidamente, porque nunca caractericé ni podría caracterizar nuestra revolución de otra forma. Me limitaré, sin embargo, a un pasaje más, de un libro citado por el camarada Stalin (¿Hacia el capitalismo o el socialismo?). Este libro fue publicado por primera vez en 1925 y fue publicado originalmente como una serie de artículos en Pravda. Los editores de nuestro periódico central nunca llamaron mi atención por cometer alguna herejía en ese libro con respecto al carácter de nuestra revolución. Este año se imprimió la segunda edición del libro. Fue traducido a diferentes idiomas por la Comintern y esta es la primera vez que oigo que da una idea falsa de nuestro desarrollo económico. El camarada Stalin les ha leído unas pocas líneas, elegidas arbitrariamente para mostrar esto que no está “claramente formulado”. Me veo obligado así a leer un pasaje más largo, para probar que la idea en cuestión está bastante claramente formulada. Lo que sigue está planteado en la introducción, dedicada a criticar a nuestros críticos burgueses y socialdemócratas, sobre todo Kautsky y Otto Bauer. Aquí ustedes pueden leer:
“Estos juicios —formulados por los enemigos de nuestros métodos económicos— son de dos tipos. En primer lugar, se nos dice que estamos arruinando al país por nuestro trabajo de construcción socialista; en segundo lugar, se nos dice que nuestro desarrollo de las fuerzas productivas nos está llevando en realidad hacia el capitalismo.
El primer tipo de crítica es característica del modo de pensar de la burguesía. El segundo tipo de crítica pertenece a la socialdemocracia, es decir al pensamiento burgués bajo la máscara del socialismo. No existen límites precisos entre ambos tipos de crítica y, a menudo, las dos intercambian su arsenal de argumentos, sin darse cuenta, obnubilados como están con la guerra santa contra la “barbarie comunista”.
Espero que este libro muestre al lector sin prejuicios que ambos tipos de crítica son críticas falsas, tanto en el caso de los grandes burgueses, como en el de los pequeño burgueses que se hacen pasar por socialistas. Mienten cuando dicen que los bolcheviques han arruinado Rusia. Hechos absolutamente irrefutables demuestran que, en la Rusia devastada por la guerra imperialista y las guerras civiles, las fuerzas de producción de la industria y de la agricultura se están acercando al nivel de preguerra, que será alcanzado durante el próximo año. Es falso afirmar que el desarrollo de las fuerzas productivas está yendo en dirección al capitalismo. En la industria, los transportes, las comunicaciones, el comercio, el sistema financiero y de crédito, el papel jugado por la economía nacionalizada no disminuye a medida que las fuerzas productivas aumentan; por el contrario, este papel cobra cada vez más importancia en la economía total del país. Los hechos y las cifras demuestran esto más allá de toda discusión.
En la agricultura la situación es mucho más complicada. Y para un marxista esta situación no es inesperada: la transición de una economía campesina atomizada a la agricultura socialista no es imaginable más que tras una serie de etapas exitosas en la técnica, la economía y la cultura. Que el poder permanezca en manos de la clase que quiere llevar la sociedad al socialismo y que cada vez es más capaz de influir en la población campesina por medio de la industria estatal, elevando el grado de la técnica de la agricultura y creando de este modo el punto de partida para la agricultura colectiva, he aquí la condición fundamental de esta transición.”
El borrador de la resolución sobre la Oposición plantea que la posición de Trotsky se aproxima estrechamente a la de Otto Bauer, que ha dicho:
“En Rusia, donde el proletariado representa sólo una pequeña minoría de la nación, el proletariado sólo puede mantener su dominio temporalmente, y está obligado a perderlo de nuevo tan pronto como la mayoría campesina de la nación se haya vuelto lo suficientemente madura culturalmente como para tomar la dirección”.
En primer lugar, camaradas, ¿quién podría sostener la idea de que una formulación tan absurda se le pudiera ocurrir a cualquiera de nosotros? ¿Qué se debe entender por “tan pronto como la mayoría campesina de la nación se haya vuelto lo suficientemente madura culturalmente”? ¿Qué significa esto? ¿Qué tenemos que entender por “cultura”? Bajo las condiciones capitalistas el campesinado no tiene cultura independiente. En lo que a la cultura concierne, el campesino puede madurar bajo la influencia del proletariado o de la burguesía. Estas son las únicas dos posibilidades existentes para el avance cultural del campesinado. Para un marxista, la idea de que el campesinado “culturalmente maduro”, habiendo derrocado al proletariado, puede tomar el poder por su propia cuenta, es un prejuicio totalmente absurdo. La experiencia de las dos revoluciones nos ha enseñado que el campesinado, si entra en conflicto con el proletariado y lo derroca del poder, simplemente tiende un puente —a través del bonapartismo— para la burguesía. Un Estado campesino independiente no basado ni en la cultura proletaria ni en la burguesa es imposible. Toda la construcción de Otto Bauer colapsa en un absurdo pequeño burgués lamentable.
Se nos dijo que no tenemos confianza en el establecimiento del socialismo. Y al mismo tiempo somos acusados de querer “robar” al campesinado (¡no a los kulaks, sino al campesinado!).
Pienso, camaradas, que estas palabras no son en absoluto de nuestro diccionario. Los comunistas no pueden proponer que el Estado obrero “robe” al campesinado, y es precisamente con el campesinado con lo que estamos preocupados. Una propuesta de liberar al 40% del campesinado pobre de todo impuesto, y poner esos impuestos al kulak, puede estar mal o bien, pero nunca puede ser interpretada como una propuesta de “robar” al campesinado.
Les pregunto: si nosotros no tenemos confianza en el establecimiento del socialismo en nuestro país, o si (como se dijo de mí) proponemos que se espere pasivamente a la revolución europea, entonces ¿por qué proponemos “robar” al campesinado? ¿Con qué fin? Esto es incomprensible. Somos de la opinión de que la industrialización —la base del socialismo— se está desarrollando muy lentamente, y que esto afecta negativamente al campesinado. Si, digamos, la cantidad de productos agrícolas puestos en el mercado este año es 20 % más que el año pasado —y tomo esas cifras con reservas— y al mismo tiempo el precio del grano se ha hundido el 8% y los precios de los distintos productos industriales han crecido el 16%, como ha ocurrido, entonces el campesino gana menos que cuando sus cultivos eran más pobres y los precios minoristas de los productos industriales más bajos. La aceleración de la industrialización, especialmente a través del aumento a los impuestos al kulak, resultará en la producción de una cantidad mayor de bienes, reduciendo los precios minoristas, favoreciendo a los obreros y a la mayor parte del campesinado.
Es posible que ustedes no acuerden con esto. Pero nadie puede negar que es un sistema de posiciones sobre el desarrollo de nuestra economía. ¿Cómo pueden decir que no tenemos confianza en la posibilidad del desarrollo socialista, y al mismo tiempo afirmar que demandamos que se le robe al campesinado? ¿Con qué objetivo? ¿Con qué propósito? Nadie puede explicar esto. Yo sostengo que no puede ser explicado. Hay cosas que son imposibles de explicar. Por ejemplo, frecuentemente me he preguntado ¿por qué se puede suponer que la disolución del Comité Anglo Ruso implica un llamado a abandonar los sindicatos? Y ¿por qué el no entrar en la Internacional de Amsterdam no constituye un llamado a los trabajadores a no unirse a los sindicatos de Amsterdam? [Una voz: “¡Ya le explicaremos eso a usted!”] Nunca recibí una respuesta a esta pregunta, y nunca la recibiré. [Una voz: “Usted tendrá su respuesta”] Tampoco recibiré una respuesta a la pregunta de cómo nos ingeniamos para descreer en la realización del socialismo y aun así nos empeñamos en “robar” al campesinado.
Mi libro del cual cité los últimos pasajes habla en detalle de la importancia de la distribución correcta de nuestro ingreso nacional, en virtud de que nuestro desarrollo económico está desenvolviéndose en medio de una lucha de dos tendencias: la socialista y la capitalista.
“...El resultado de la lucha depende el ritmo de desarrollo de estas dos tendencias. En otras palabras, si la industria de Estado se desarrollara más lentamente que la agricultura, si ésta dividiera con una aceleración siempre creciente estas capas diametralmente opuestas de los granjeros capitalistas “de arriba” y de los proletarios “de abajo”, entonces tal proceso conduciría naturalmente a la restauración del capitalismo. Ahora bien, que nuestros enemigos intenten probar que esta perspectiva es inevitable. Incluso si se dedican a ello con mucha mayor habilidad que el pobre Kautsky (o Mac Donald), se quemarán los dedos. ¿Debe, por lo tanto, quedar excluida la perspectiva que acabamos de aludir? Teóricamente, no. Si el partido cometiera error tras error, tanto en el plano político como en el económico, si de este modo frenara el crecimiento de la industria, que crece en estos momentos de un modo muy satisfactorio, si se dejara arrebatar el control del proceso político y económico en la aldea, entonces naturalmente la causa del socialismo estaría perdida en nuestro país. Pero, para emitir tal pronóstico, no tenemos necesidad de partir de esas suposiciones. Cómo se pierde el poder, cómo se entregan las conquistas del proletariado, cómo se trabaja para el capitalismo, es algo que Kautsky y sus amigos han enseñado admirablemente después del 9 de noviembre de 1918. Nadie puede darles lecciones.
Nosotros tenemos otras tareas, otras metas, otros métodos. Queremos mostrar cómo se mantiene y se consolida el poder adquirido, y cómo se debe llenar la forma del Estado proletario con el contenido del socialismo. Queremos demostrar cómo el poder, una vez conseguido, puede ser retenido o consolidado, y cómo la forma del Estado proletario puede ser llenada con el contenido económico del socialismo.”
Todo el contenido de este libro [Una voz: “¡No hay nada sobre las cooperativas en ese libro”!] —ya llegaré a las cooperativas— todo el contenido de ese libro está dedicado al tema de cómo a la forma proletaria del Estado se le dará el contenido económico del socialismo. Se puede decir (ya se hicieron insinuaciones en este sentido): Sí, ustedes creyeron que estábamos avanzando hacia el socialismo en la medida en que el proceso de reconstrucción estaba en marcha, y en la medida en que la industria se desarrollaba a una velocidad del 45 o 35% al año, pero ahora que hemos llegado a una crisis en relación al capital fijo y ustedes ven las dificultades de expandir nuestro capital fijo, han caído presa del denominado “pánico”.
No puedo citar todo el capítulo sobre “los límites materiales y las posibilidades del ritmo de desarrollo”. Este señala los cuatro elementos que caracterizan las ventajas de nuestro sistema sobre el capitalismo y extrae la siguiente conclusión:
“Consideradas en conjunto, esas cuatro ventajas, si son correctamente utilizadas, nos permitirán en los próximos años incrementar el coeficiente de nuestra expansión industrial no sólo al doble de la cifra del 6% lograda en el período de preguerra, sino tres veces esa cifra, y quizás incluso más”.
Si no me equivoco, el coeficiente de nuestro crecimiento industrial será, de acuerdo a los planes, del 18%. En éste todavía hay, por supuesto, elementos de reconstrucción. Pero de todos modos los pronósticos estadísticos extremadamente aproximados que yo hice como ejemplo hace 18 meses coinciden bastante bien con nuestra velocidad real de este año.
Ustedes preguntan: ¿Cuál es la explicación de esos pasajes tenebrosos citados en la resolución? Tendré que responder a esta pregunta. Debo primero, sin embargo, repetir que no se ha citado ni una sola palabra de los trabajos fundamentales que escribí sobre el carácter de la revolución entre 1917 y 1922, y se guardó completo silencio sobre todo lo que he escrito desde 1922, incluso lo que escribí el año pasado y este año. Se citan cuatro pasajes. El camarada Stalin los ha tratado en detalle, y a ellos se refiere la resolución, entonces me permitirán dedicarles también algunas palabras.
“4. El movimiento obrero logra la victoria en la revolución democrática...
5. La... burguesía se transforma en... contrarrevolucionaria... Entre el campesinado, el conjunto del sector más acomodado, y una gran parte de los campesinos medios, también se vuelven “más sabios”, se calman y se pasan al lado de la contrarrevolución para arrancarle el poder al proletariado y los pobres del campo...
6. ...Esta lucha hubiera sido casi sin esperanzas para el proletariado ruso solo, y su derrota hubiera sido... inevitable... si el proletariado socialista europeo no hubiera ido en ayuda del proletariado ruso” .
Me temo camaradas, que si alguien les dijera que esas líneas representan un producto malicioso del trotskismo, muchos camaradas le creerían. Pero este pasaje es de Lenin. El quinto volumen de las Misceláneas de Lenin contiene el borrador de un folleto que Lenin intentó escribir a fines de 1905. Aquí se describe esta posible situación: los trabajadores triunfan en la revolución democrática, el sector acomodado del campesinado se pasa a la contrarrevolución. Debería decir que este pasaje está citado en la última edición de Bolshevik, en la página 68, pero desafortunadamente con una grave mala interpretación, aunque el extracto es citado entre comillas: las palabras referidas al sector considerable del campesinado están simplemente excluidas. Los llamo a comparar la quinta edición de Misceláneas de Lenin, página 451, con la última edición de Bolshevik, pág. 68.
Podría citar docenas de estos pasajes de los trabajos de Lenin: vol. 9, pp. 135-136; vol. 10, p. 191; vol. 12 pp. 106-07 (No tengo tiempo para leerlos, pero cualquiera puede buscar las referencias). Citaré sólo un pasaje, del vol. 10, p. 280:
“La revolución rusa —se está refiriendo a la revolución democrática— puede alcanzar la victoria por sus propios esfuerzos, pero probablemente no pueda mantener y consolidar sus conquistas por sus propias fuerzas. No puede hacer esto a menos que haya una revolución socialista en occidente. Sin esta condición la restauración es inevitable, independientemente que tengamos municipalización, o nacionalización, o división de la tierra: porque bajo todas y cada una de las formas de propiedad, el pequeño propietario siempre será un baluarte de la restauración. Después de la completa victoria de la revolución democrática el pequeño propietario se volverá inevitablemente contra el proletariado.”
[Una voz: “Hemos introducido la NEP”].
Es verdad, me referiré a eso ahora.
Examinemos ahora el pasaje que escribí en 1922, para que podemos ver cómo se había desarrollado mi posición sobre la revolución en la época de 1904-1905.
No tengo ninguna intención, camaradas, de plantear la cuestión de la teoría de la revolución permanente. Esta teoría –tanto en relación a lo que en ella era correcto como lo que era incompleto y equivocado- no tiene nada que ver con las actuales discusiones. En todo caso, esta teoría de la revolución permanente, a la cual se le ha dedicado tanta atención recientemente, no es responsabilidad en lo más mínimo ni de la Oposición de 1925 ni de la Oposición de 1923, e incluso yo mismo la considero una cuestión que ha quedado ya hace mucho tiempo relegada a los archivos.
Pero permítanme volver al pasaje citado en la resolución. (Esto lo escribí en 1922, pero desde el punto de vista de 1905-1906).
“El proletariado, una vez que tenga el poder en sus manos, ... entrará en conflicto hostil, no sólo con todos esos grupos burgueses que lo habían apoyado durante las primeras etapas de la lucha revolucionaria, sino también con las amplias masas del campesinado, con cuya colaboración éste —el proletariado— había llegado al poder” .
Aunque esto fue escrito en 1922, fue planteado en tiempo futuro —el proletariado entrará en conflicto con la burguesía, etc.— porque estaban siendo descriptas las visiones prerrevolucionarias. Yo les pregunto: ¿Se ha demostrado correcto el pronóstico de Lenin de 1905-1906, que los campesinos medios se pasarían en gran medida a la contrarrevolución? Yo sostuve que ha demostrado ser cierto en parte [Voces: “¿En parte? ¿Cuándo?” Ruido de voces en el recinto]. Sí, bajo la dirección del partido y sobre todo bajo la dirección de Lenin, la división entre nosotros y el campesinado fue sorteada por la Nueva Política Económica. Esto es indiscutible [Clamor de voces]. Si alguno de ustedes imagina, camaradas, que en 1926 yo no comprendo el significado de la Nueva Política Económica, ustedes están equivocados. Comprendo el significado de la Nueva Política Económica en 1926, quizás no tan bien como otros camaradas, pero todavía lo comprendo. Pero ustedes deben recordar que en ese momento, antes de que hubiera cualquier Nueva Política Económica, antes de que hubiera una revolución de 1917, y cuando nosotros estábamos bosquejando las primeras líneas de los acontecimientos posibles, utilizando la experiencia obtenida en revoluciones previas —la gran revolución francesa y la revolución de 1848— en ese momento todos los marxistas, incluso Lenin (les he dado citas), tenían la opinión de que después de que la revolución democrática fuera completada y se le diera la tierra a los campesinos, el proletariado encontraría la oposición no sólo de los grandes campesinos, sino de un sector considerable de los campesinos medios, que representarían una fuerza hostil e incluso contrarrevolucionaria.
¿Ha habido signos entre nosotros de la verdad de ese pronóstico? Sí, ha habido signos, y bastante claros. Por ejemplo, cuando el movimiento Majno en Ucrania ayudó a los Guardias Blancos a barrer el poder soviético, esto fue una prueba de lo correcto del pronóstico de Lenin. El levantamiento de Antonov, el levantamiento de Siberia, el levantamiento del Volga, el levantamiento en los Urales, la revuelta de Kronstadt, cuando los “campesinos medios” dialogaron con el poder soviético en el lenguaje de los cañones navales de doce pulgadas, ¿no prueba todo esto que el pronóstico de Lenin era correcto en un cierto estadio de desarrollo de la revolución? [camarada Moiseyenko: “¿Y qué propuso Ud.?”] ¿No queda perfectamente claro que el pasaje escrito por mí en 1922 sobre la división entre nosotros y el campesinado era simplemente una constatación de esos hechos?
Superamos el cisma entre nosotros y el campesinado por medio de la NEP. ¿Y había diferencias entre nosotros durante la transición a la NEP? No hubo ninguna diferencia durante la transición a la NEP. [Clamor en la sala] Hubo diferencias sobre la cuestión sindical antes de la transición a la NEP, cuando el partido todavía estaba buscando salir del callejón sin salida. Esas diferencias fueron de gran importancia. Pero sobre la cuestión de la NEP, cuando Lenin sometió la resolución de la NEP al X Congreso del Partido, todos votamos unánimemente a favor de ella. Y cuando se planteó una nueva resolución sindical como resultado de la NEP —unos pocos meses después del X Congreso del Partido— nuevamente votamos por unanimidad a favor de esta resolución en el CC. Pero durante el período de transición— y los cambios provocados por ésta no eran menores— los campesinos, incluyendo los campesinos medios, declararon: “Estamos a favor de los bolcheviques, pero en contra de los comunistas”. ¿Qué significa esto? Significa una forma particularmente rusa de desertar de la revolución proletaria por parte del campesinado medio en una etapa dada.
Se me reprocha haber dicho que es “impotente pensar que la Rusia revolucionaria sería capaz de mantenerse frente a una Europa conservadora” [El programa de la paz] Esto yo lo escribí en mayo de 1917, y pienso que era totalmente correcto. ¿Nos hemos mantenido contra una Europa conservadora? Permítannos considerar los hechos. En el momento en que Alemania estaba discutiendo un tratado de paz con la Entente, el peligro era especialmente grande. Si la revolución alemana no hubiera estallado en este punto —esa revolución alemana que quedó incompleta, sofocada por los socialdemócratas, pero que fue suficiente para derrocar al viejo régimen y desmoralizar al ejército de los Hohenzollern— repito, si la revolución alemana, tal como fue, no hubiera estallado, entonces hubiéramos sido derrocados. No es por accidente que el pasaje contiene la frase “frente a una Europa conservadora” y no “frente a una Europa capitalista”. Contra una Europa conservadora, manteniendo todo su aparato, en particular sus ejércitos. Yo les pregunto: ¿Podríamos mantenernos bajo esas circunstancias, o no podríamos? [Una voz: “¿Le está hablando a niños?”] Que sigamos existiendo se debe al hecho de que Europa no ha seguido siendo lo que era. Lenin escribió lo siguiente sobre este tema:
“Vivimos no solamente en un Estado, sino en un sistema de Estados, y es inconcebible para la República Soviética existir al lado de los Estados imperialistas por un período prolongado de tiempo. Uno u otro debe triunfar al fin” .
¿Cuándo dijo esto Lenin? El 18 de marzo de 1919, es decir, dos años después de la Revolución de Octubre. Mis palabras de 1917 significaban que si nuestra revolución no sacudía a Europa, si no la movía, entonces estábamos perdidos. ¿No es en esencia lo mismo? Les pregunto a todos los camaradas más viejos, que eran políticamente conscientes antes y durante 1917: “¿Cuál era vuestra concepción de la revolución y sus consecuencias?”
Cuando trato de recordar esto, no puedo encontrar otra formulación más que aproximadamente la que sigue:
“Pensábamos: o bien la revolución internacional viene en nuestra ayuda, y en ese caso nuestra victoria estará plenamente asegurada, o haremos nuestro modesto trabajo revolucionario con la convicción de que incluso en la eventualidad de una derrota habremos servido a la causa de la revolución y que nuestra experiencia beneficiará a otras revoluciones. Era claro para nosotros que sin el apoyo de la revolución mundial la victoria de la revolución proletaria era imposible. Antes de la revolución, e incluso después de ella, pensábamos que o la revolución estalla en otros países, en los países capitalistas más adelantados, inmediatamente, o al menos muy rápidamente, o debemos perecer” .
Esta era nuestra concepción del destino de la revolución. ¿Quién dijo esto? [camarada Moiseyenko: “¡Lenin!” Una voz: “¿Y qué dijo él después?”].
Lenin dijo esto en 1921, mientras el pasaje mío citado es de 1917. Tengo entonces derecho a referirme a lo que dijo Lenin en 1921. [Una voz: “¿Y qué dijo Lenin después?”]. Después yo también dije algo diferente. [risas]. Tanto antes como después de la revolución, nosotros creíamos que: “O la revolución estalla en otros países, en los países capitalistas más adelantados, inmediatamente, o al menos muy rápidamente, o debemos perecer”. Pero: “A pesar de esta convicción, hicimos todo lo posible para preservar al sistema soviético bajo toda circunstancia, porque sabíamos que no estábamos trabajando sólo para nosotros, sino también para la revolución internacional. Sabíamos esto, repetidamente expresamos esta convicción antes de la revolución de octubre, inmediatamente después de ésta, y en el momento en que firmamos el Tratado de Paz de Brest-Litovsk. Y, generalmente hablando, ¡esto fue correcto!”.
Este pasaje continúa diciendo que nuestro camino se ha vuelto más intrincado y sinuoso, pero que en todo lo esencial nuestro pronóstico era correcto. Como ya he dicho, pasamos a la NEP unánimemente, sin ninguna diferencia en absoluto. [camarada Moiseyenko: “¡Para salvarnos de la ruina!”]
Cierto, sólo por esa razón, para salvarnos de la ruina.
Camaradas, les ruego extender el tiempo asignado a mi discurso. Me gustaría hablar sobre la teoría del socialismo en un solo país. Les pido otra media hora. [clamor en la sala].
Camaradas, sobre la cuestión de las relaciones entre el proletariado y el campesinado...
Presidente: Por favor, espere hasta que hayamos decidido. Hago tres propuestas: primero, adherir al tiempo original destinado al camarada Trotsky; segundo, una extensión de media hora; tercero, una extensión de un cuarto de hora. [Se vota mayoritariamente por darle media hora más].
Trotsky: El siguiente pasaje citado de mis escritos me ha significado el reproche de que mientras Lenin dijo “diez a veinte años de relaciones correctas con el campesinado y nuestra victoria está asegurada a escala internacional”, el trotskismo, por el contrario, supone que el proletariado no puede entrar en ninguna relación correcta con el campesinado hasta que se haya completado la revolución mundial. Ante todo debo preguntar el significado real del pasaje citado. Lenin habla de diez a veinte años de relaciones correctas con el campesinado. Esto significa que Lenin no esperaba que el socialismo fuera establecido dentro de diez o veinte años. ¿Por qué? Porque por socialismo debemos entender un estado de la sociedad en el que no hay ni proletariado ni campesinado, ni ninguna otra clase. El socialismo liquida la oposición entre la ciudad y el campo. Así se nos plantea el término de veinte años, en el curso del cual debemos implementar una línea política que lleve a relaciones correctas entre el proletariado y el campesinado. Este el primer punto.
Más adelante, sin embargo, se dice que el trotskismo es de la opinión de que no puede haber relaciones correctas entre el campesinado y el proletariado hasta que se haya completado la revolución mundial. Se alega así que yo he establecido una ley según la cual se deben mantener relaciones incorrectas con el campesinado lo más posible, hasta que la revolución triunfe. [Risas]. Aparentemente no se trató de expresar esta idea aquí, ya que ésta no tiene ningún sentido en absoluto.
¿Qué fue la NEP? La NEP ha sido un proceso de cambiar de vía, precisamente para establecer relaciones correctas entre el proletariado y el campesinado. ¿Había diferencias entre nosotros sobre este tema? No, no había ninguna. Lo que estamos discutiendo ahora es el impuesto al kulak, y las formas y los métodos a ser adoptados para aliar al proletariado con los pobres de la aldea. ¿Cuál es la cuestión actual? El método mejor para establecer relaciones correctas entre el campesinado y el proletariado. Ustedes tienen el derecho a no estar de acuerdo con propuestas individuales nuestras, pero deben reconocer que toda la lucha ideológica gira alrededor de la cuestión de qué relaciones son correctas en la etapa actual de desarrollo.
¿Había diferencias entre nosotros en 1917 sobre la cuestión campesina? No. El decreto campesino, el decreto campesino “socialrevolucionario”, fue adoptado por unanimidad por nosotros como nuestra base. El decreto sobre la tierra, redactado por Lenin, fue aceptado por nosotros unánimemente y no dio lugar a ninguna diferencia en nuestros círculos. ¿Dio lugar la política de “deskulakización” a algún motivo de diferencias? No, no hubo diferencias sobre esto. [Una voz: “¿Y Brest?”] La lucha comenzada por Lenin, para ganar al campesinado medio, ¿dio lugar a diferencias? No, no dio lugar a ninguna. No afirmo que no hubo diferencias en nada, sino que sostengo definitivamente que, independientemente de lo grande que pudieron haber sido las diferencias de opinión en varias e incluso importantes cuestiones, no hubo diferencias de opinión en la cuestión de la principal línea política a seguir en relación al campesinado.
En 1919 había rumores en el exterior de diferencias sobre esta cuestión. ¿Y qué escribió Lenin sobre el tema? Echemos una mirada hacia atrás. En ese momento el campesino Gulov me preguntó: “¿Cuáles son las diferencias de opinión entre Ilich y usted?” y yo respondí a esta pregunta en Pravda y en Izvestia. Lenin escribió lo siguiente sobre este tema en Pravda y en Izvestia, en febrero de 1919:
“Izvestia del 2 de febrero publicó una carta de un campesino, G. Gulov, que hace una pregunta sobre la actitud de nuestro gobierno obrero y campesino hacia el campesinado medio, y habla de rumores de que Lenin y Trotsky no están juntos, y que hay grandes diferencias entre ellos sobre esta misma cuestión del campesinado medio.
El camarada Trotsky ya ha contestado a eso en su “Carta a los campesinos medios”, que apareció en Izvestia del 7 de febrero. En esta carta el camarada Trotsky dice que los rumores de diferencias entre él y yo son la mentira más monstruosa y desvergonzada, difundida por los terratenientes y los capitalistas, o por sus cómplices conscientes e inconscientes. Por mi parte, confirmo completamente la declaración del camarada Trotsky. No hay diferencias entre nosotros, y en relación a los campesinos medios no hay diferencias ni entre Trotsky y yo, ni más en general en el Partido Comunista, del cual ambos somos miembros.
En su carta el camarada Trotsky ha explicado claramente y en detalle por qué el Partido Comunista y el actual gobierno obrero y campesino, elegido por los sóviets y compuesto por miembros del partido, no consideran a los campesinos medios como sus enemigos. Suscribo plenamente lo que ha dicho el camarada Trotsky”.
Esto fue antes de la NEP. Después vino la transición a la NEP. Repito una vez más que la transición a la NEP no dio lugar a diferencias. Sobre la cuestión de la NEP yo di un informe ante el IV Congreso Mundial, en el curso del cual polemicé contra Otto Bauer. Más tarde yo escribí lo siguiente:
“La NEP es considerada por la burguesía y los mencheviques como un paso necesario (aunque por supuesto “insuficiente”) hacia liberar las fuerzas productivas de su “esclavitud”. Los teóricos mencheviques de la variedad de Kautsky y Otto Bauer le han dado la bienvenida a la NEP como la aurora de la restauración capitalista en Rusia. Ellos agregan: O la NEP destruirá la dictadura bolchevique (resultado favorable) o la dictadura bolchevique destruirá a la NEP (resultado lamentable)”.
Todo mi informe en el IV Congreso Mundial estuvo dedicado a probar que la NEP no iba a destruir a la dictadura bolchevique, sino que la dictadura bolchevique, bajo las condiciones dadas por la NEP, aseguraría la supremacía de los elementos socialistas en la economía sobre los capitalistas.
Otro pasaje de mis trabajos ha sido citado contra mí —y aquí llego a la cuestión de la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo país— que dice como sigue:
“Las contradicciones entre el gobierno obrero y la abrumadora mayoría de los campesinos en un país atrasado sólo podría ser resuelta a escala internacional, en la arena de la revolución proletaria mundial” [1905].
Esto fue dicho en 1922. La resolución acusadora hace la siguiente afirmación:
“La conferencia constata que estas posiciones como las del camarada Trotsky y sus seguidores, sobre la cuestión fundamental del carácter y las perspectivas de nuestra revolución, no tienen nada en común con las posiciones de nuestro partido, con el leninismo”.
Ellos podrían haber dicho que esto era un matiz de la posición del partido —aunque no lo encuentro así ni siquiera hoy— o que esas posiciones no habían sido formuladas precisamente todavía (lo que tampoco me parece que sea así). Pero se plantea categóricamente: Esas posiciones “no tienen nada en común con las posiciones de nuestro partido, con el leninismo”.
Aquí debo citar unas pocas líneas relacionadas estrechamente con el leninismo:
“La victoria completa de la revolución socialista en un solo país es inconcebible y exige la cooperación más activa de al menos varios países avanzados, que no incluyen a Rusia” .
No fui yo el que dijo esto, sino alguien más grande que yo. Lenin dijo esto el 8 de noviembre de 1918. No antes de la revolución de octubre, sino el 8 de noviembre de 1918, un año después de que hubiéramos tomado el poder. Si no hubiera dicho nada más que esto, fácilmente podríamos inferir lo que nos guste sacando una oración o la otra fuera de contexto. [Una voz: “¡El estaba hablando de la victoria final!”]. No, discúlpenme, él dijo: “exige la cooperación más activa”. Aquí es imposible distraerse de la cuestión principal hacia la cuestión de la “intervención”, porque está claramente planteado que la victoria del socialismo exige —no meramente la protección contra la intervención— la cooperación de "al menos varios países avanzados, que no incluyen a Rusia". [Voces: “¿Y qué se sigue de esto?”].
Este no es el único pasaje en el cual vemos que no se refiere meramente a la intervención. Y así la conclusión que se debe sacar es el hecho de que el punto de vista que yo he defendido, que las contradicciones internas que surgen del atraso de nuestro país deben ser resueltas por la revolución internacional, no es de mi exclusiva propiedad, sino que Lenin defendió las mismas posiciones, sólo que de un modo incomparablemente más agudo y categórico.
Se nos dice que esto se aplica a la época en la cual la ley del desarrollo desigual de los países capitalistas se supone que todavía era desconocida, es decir, la época anterior al imperialismo. No puedo entrar a fondo en esto. Pero lamentablemente debo dejar constancia de que el camarada Stalin comete un gran error teórico e histórico aquí. La ley del desarrollo desigual del capitalismo es más antigua que el imperialismo. El capitalismo se está desarrollando muy desigualmente hoy en distintos países. Pero en el siglo XIX esta desigualdad era mayor que en el siglo XX. En ese momento Inglaterra era el amo del mundo, mientras que Japón por el contrario era un Estado feudal confinado dentro de sus propios límites. En el momento en que la servidumbre era abolida entre nosotros, Japón comenzaba a adaptarse a la civilización capitalista. China estaba, sin embargo, todavía envuelta en el sueño más profundo. Y así sucesivamente. En ese momento la desigualdad del desarrollo capitalista era mayor que ahora. Esas desigualdades eran tan bien conocidas para Marx y para Engels como lo son para nosotros. El imperialismo ha desarrollado una “tendencia más niveladora” que el capitalismo pre-imperialista, por la razón de que el capital financiero es la forma más elástica del capital. Sin embargo, es indiscutible que hoy también hay una gran desigualdad en el desarrollo. Pero si se sostiene que en el siglo XIX, antes del imperialismo, el capitalismo se desarrolló menos desigualmente, y la teoría de la posibilidad del socialismo en un solo país era por lo tanto equivocada en ese momento, mientras que hoy, cuando el imperialismo ha aumentado la heterogeneidad del desarrollo, la teoría del socialismo en un país se ha transformado en correcta, entonces esta afirmación contradice toda la experiencia histórica, y revierte completamente los hechos. No, esto no funcionará; se deben buscar más argumentos y más serios.
El camarada Stalin ha escrito [en Problemas del leninismo, p. 71] que aquellos que niegan la posibilidad de establecer el socialismo en un país deben negar al mismo tiempo el carácter justificado de la revolución de octubre.
Pero en 1918 escuchamos de boca de Lenin que el establecimiento del socialismo requiere la cooperación directa de al menos varios países avanzados, “que no incluyen a Rusia”. Aun así, Lenin no negaba el carácter justificado de la revolución de octubre. Y escribió lo siguiente con respecto a esto en 1918:
“Sé que hay, por supuesto, sabihondos con una alta opinión de sí mismos y que incluso se llaman socialistas” —esto fue escrito contra los seguidores de Kautsky y Sujanov— “que afirman que no se debería haber tomado el poder hasta que la revolución estallara en todos los países. No se dan cuenta que al decir esto están desertando de la revolución y pasándose del lado de la burguesía. Esperar hasta que la clase obrera lleve adelante una revolución a escala internacional significa que cada uno permanezca congelado en un estado de anticipación. Esto es un sinsentido”... —pido disculpas, pero sigue así— Esto es un sinsentido. Todos saben las dificultades de una revolución ... La victoria final sólo es posible a escala mundial, y sólo por el esfuerzo conjunto de los trabajadores de todos los países” .
A pesar de esto, Lenin no negaba el “carácter justificado” de la revolución de octubre.
Y más aún. En 1921 —no en 1914, sino en 1921— Lenin escribió:
“Los países capitalistas altamente desarrollados tienen una clase de asalariados agrícolas que se ha conformado a través de varias décadas ... Sólo en los países donde esta clase está lo suficientemente desarrollada es posible pasar directamente del capitalismo al socialismo ...” —aquí no es una cuestión de intervención sino del nivel de desarrollo económico y del desarrollo de las relaciones de clases del país— “Hemos subrayado en muchos escritos, en todos nuestros pronunciamientos públicos, y en todas nuestras declaraciones de prensa, que éste no es el caso de Rusia, porque aquí los trabajadores industriales son una minoría y los pequeños campesinos son la vasta mayoría. En un país así, la revolución socialista sólo puede triunfar sobre la base de dos condiciones. Primero, si recibe el apoyo oportuno de una revolución socialista en uno o varios países avanzados...
La segunda condición es el acuerdo entre el proletariado que está ejerciendo su dictadura, es decir, que tiene el poder del Estado, y la mayoría de la población campesina...
Sabemos que en la medida en que no haya revoluciones en otros países, sólo el acuerdo con el campesinado puede salvar a la revolución socialista en Rusia. Y así es como debe plantearse, francamente, en todas las reuniones y en toda la prensa” .
Lenin no planteaba que el entendimiento con el campesinado era suficiente, permitiéndonos construir el socialismo independientemente del destino del proletariado internacional. No, este entendimiento es sólo una de las condiciones. La otra condición es el apoyo que reciba de la revolución en otros países. El combina esas dos condiciones entre sí, enfatizando su necesidad especial para nosotros en la medida en que vivimos en un país atrasado.
Y finalmente, se alega en mi contra que yo he planteado que “un avance real de la economía socialista en Rusia sólo es posible después de la victoria del proletariado en los países más importantes de Europa”. Es probable, camaradas, que nos hayamos vuelto imprecisos en el uso de varios términos. ¿Qué queremos decir con “economía socialista” en el sentido estricto del término? Tenemos grandes éxitos en nuestra historia, y naturalmente estamos orgullosos de esto. Me he esforzado en describirlos en mi folleto ¿Hacia el Socialismo o el Capitalismo? para beneficio de los camaradas extranjeros. Pero debemos hacer una evaluación seria del alcance de esos éxitos. Las tesis del camarada Rikov plantean que nos estamos acercando al nivel de pre guerra. Pero esto no es muy preciso. ¿Nuestra población es la misma que la de antes de la guerra? No, es mayor. Y el promedio de consumo per cápita de bienes industriales es considerablemente menor que en 1913. El Consejo Supremo de la Economía Nacional calcula que en relación a esto no recuperaremos el nivel de preguerra hasta 1930. Y entonces, ¿cuál era el nivel de 1913? Era el nivel de la miseria, del atraso, de la barbarie. Si hablamos de economía socialista, y de un avance real en la economía socialista, queremos decir: ningún antagonismo entre la ciudad y el campo, satisfacción general, prosperidad, cultura. Esto es lo que queremos decir con avance real de la economía socialista. Y todavía estamos muy lejos de este objetivo. Tenemos niños indigentes, tenemos desocupados, de las aldeas vienen tres millones de trabajadores sobrantes cada año, medio millón de ellos buscan trabajo en las ciudades, donde las industrias no pueden absorber más de 100.000 al año. Tenemos el derecho a estar orgullosos de lo que hemos logrado, pero no debemos distorsionar la perspectiva histórica. Lo que hemos alcanzado no es todavía un avance real en la economía socialista, sino sólo los primeros pasos serios en ese largo puente que lleva del capitalismo al socialismo. ¿Es esto lo mismo? De ninguna manera. El pasaje citado en mi contra planteaba la verdad.
En 1922 Lenin escribió:
“Pero nosotros no hemos terminado de construir siquiera las bases de la economía socialista y las potencias hostiles del capitalismo moribundo todavía nos pueden privar de ellas. Debemos apreciar claramente esto y admitirlo francamente; porque no hay nada más peligroso que las ilusiones (y el vértigo, particularmente a alturas elevadas). Y no hay nada absolutamente terrible, nada que dé bases legítimas para el más mínimo desaliento, en admitir esta amarga verdad; porque siempre hemos instado y reiterado la verdad elemental del marxismo que son necesarios los esfuerzos conjuntos de los trabajadores de varios países avanzados para la victoria del socialismo”.
La cuestión aquí, en consecuencia, no es la intervención, sino el esfuerzo conjunto de varios países avanzados para el establecimiento del socialismo. ¿O esto fue escrito por Lenin antes de la época del imperialismo, antes de que fuera conocida la ley del desarrollo desigual? No, él escribió esto en 1922.
Sin embargo, hay otro pasaje, en el artículo sobre las cooperativas, un solo pasaje, que se opone a todo lo demás que Lenin escribió, o más bien se hizo el intento de oponerlo. [Una voz: “¡Accidentalmente!”]. De ninguna manera accidentalmente. Yo estoy plenamente de acuerdo con esa afirmación. Debe ser comprendida apropiadamente. El pasaje es el siguiente:
“Efectivamente, el poder del Estado sobre todos los medios de producción a gran escala, el poder político en manos del proletariado, la alianza de este proletariado con los varios millones de pequeños campesinos y con los más pequeños, la dirección proletaria asegurada del campesinado, etc. -no es esto todo lo que se necesita para construir una sociedad socialista completa a partir de las cooperativas, sólo de las cooperativas, que antes ridiculizamos como tiendas de baratijas y que desde un cierto aspecto tenemos el derecho a tratarlas así ahora, bajo la NEP? ¿No es esto todo lo que se necesita para construir una sociedad socialista completa? Esto no es todavía la construcción de una sociedad socialista, pero esto es todo lo necesario y suficiente para ésta”.
[Una voz: “Usted lee demasiado rápido”. Risas]. Entonces me deben dar algunos minutos más, camaradas. [Risas. Una voz: “¡Bien!”] ¿Bien? Estoy de acuerdo. [Una voz: “Eso es justo lo que queremos”].
¿Cuál es la cuestión aquí? ¿Qué elementos se enumeran? En primer lugar, la posesión de los medios de producción; en segundo lugar, el poder del proletariado; tercero, la ligazón entre el proletariado y el campesinado; cuarto, la dirección proletaria de los campesinos; y quinto, las cooperativas. Yo les pregunto: ¿alguno de ustedes cree que el socialismo puede ser establecido en un solo país aislado? ¿Podría, por ejemplo, el proletariado en Bulgaria solo, si tuviera al campesinado detrás suyo, tomar el poder, construir las cooperativas y establecer el socialismo? No, eso sería imposible. En consecuencia se requieren más elementos además de los mencionados más arriba: la situación geográfica, la riqueza natural, la tecnología, la cultura. Lenin enumera aquí las condiciones del poder estatal, las relaciones de propiedad y las formas organizativas de las cooperativas. Nada más. Y dice que nosotros, para establecer el socialismo, no necesitamos proletarizar al campesinado, ni necesitamos nuevas revoluciones, sino que somos capaces, con el poder en nuestras manos, en alianza con el campesinado, y con la ayuda de las cooperativas, de llevar a cabo nuestra tarea hasta el final como resultado de la acción de ese Estado y de las formas y métodos sociales.
Pero, camaradas, conocemos otra definición que dio Lenin del socialismo. Según esta definición, socialismo es igual al poder soviético más electrificación. ¿Está anulada la electrificación en el pasaje recientemente citado? No, no está anulada. Todo lo que dijo Lenin sobre el establecimiento del socialismo —y yo he citado formulaciones claras más arriba— es complementado por esta cita, pero no anulado. La electrificación no es algo que se lleve a cabo en el vacío, sino bajo ciertas condiciones, bajo las condiciones impuestas por el mercado mundial y la economía mundial, que son hechos muy tangibles. La economía mundial no es una mera generalización teórica, sino una realidad definida y poderosa, cuyas leyes nos abarcan; un hecho del cual cada año de nuestro desarrollo nos convence.
Antes de tratar esto en detalle, me gustaría recordarles lo siguiente: algunos de nuestros camaradas, antes de haber creado una teoría completamente nueva, y en mi opinión completamente equivocada, basada en una interpretación unilateral del artículo de Lenin sobre las cooperativas, sostuvieron una posición diferente. En 1924 el camarada Stalin no decía lo mismo que dice hoy. Esto fue señalado en el XIV Congreso del Partido, pero el pasaje citado no desapareció por ese motivo, sino que sigue completo incluso en 1926.
Leamos:
“¿Se puede completar esta tarea, se puede alcanzar la victoria final del socialismo en un solo país sin el esfuerzo conjunto del proletariado en varios países avanzados? No, no se puede. Para derrocar a la burguesía son suficientes los esfuerzos de un solo país; esto está probado por la historia de nuestra revolución. Para la victoria final del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, y particularmente los de un país tan campesino como Rusia, son insuficientes; para esto se requiere el esfuerzo del proletariado de varios países avanzados”.
Esto fue escrito por Stalin en 1924, pero la resolución me cita sólo hasta 1922 [Risas]. Sí, esto fue lo que se dijo en 1924: para la organización de la producción socialista —no para la protección contra la intervención, no como garantía contra la restauración del orden capitalista, no, no— sino para la “organización de la producción socialista”, los esfuerzos de un solo país, especialmente un país tan agrario como Rusia, no alcanzan. El camarada Stalin ha abandonado esta posición. Tiene por supuesto el derecho a hacerlo.
En su libro Problemas del Leninismo, dice:
"¿Cuál es el defecto de esta formulación? El defecto es que liga dos cuestiones diferentes. Primero está la cuestión de la posibilidad de construir completamente el socialismo por los esfuerzos de un solo país, a lo que se debe responder afirmativamente. Después está la otra pregunta: puede un país, en el cual se ha establecido la dictadura del proletariado, considerarse plenamente garantizado contra la intervención extranjera, y consecuentemente contra la restauración del viejo orden, sin la victoria de la revolución en muchos otros países, una pregunta que debe ser respondida por la negativa”.
Pero si ustedes me permiten decirlo, no encontramos esas dos cuestiones confundidas una con otra en el primer pasaje citado, que data de 1924. Aquí no es una cuestión de intervención, sino sólo de la imposibilidad de la organización completa de la producción totalmente socializada por los esfuerzos, sin recibir ayuda, de un país tan campesino como Rusia.
Y verdaderamente, camaradas, ¿se puede reducir toda esta cuestión sólo a la intervención? ¿Podemos simplemente imaginar que estamos estableciendo el socialismo aquí en esta casa, mientras los enemigos afuera en la calle están tirando piedras a través de los vidrios de las ventanas? El problema no es tan simple. La intervención es guerra, y la guerra es una continuación de la política, pero con otras armas. Pero la política es economía aplicada. De aquí que toda la cuestión es la de las relaciones económicas entre la Unión Soviética y los países capitalistas. Esas relaciones no se agotan en la forma conocida como intervención. Poseen un carácter mucho más continuo y profundo. El camarada Bujarin ha planteado en algunas palabras que el único peligro de la intervención consiste en el hecho de que, en caso de que no se aproxime ninguna intervención, “podemos trabajar hacia el socialismo incluso sobre esta base técnica miserable;” —podemos trabajar hacia éste, es verdad— “este crecimiento del socialismo será mucho más lento, y tendremos que avanzar al paso de un caracol; igual trabajaremos hacia el socialismo, y lo realizaremos” [en el XIV Congreso del Partido].
Que estamos trabajando hacia el socialismo es verdad. Que lo realizaremos de la mano del proletariado mundial es indiscutible. [Risas]. En mi opinión está fuera de lugar reírse en una conferencia comunista cuando se habla de la realización del socialismo de la mano del proletariado internacional. [Risas. Voces: “¡Ninguna demagogia!” “¡No nos puede agarrar con eso”]. Pero les digo que nunca realizaremos el socialismo a paso de caracol, porque los mercados mundiales mantienen un control demasiado férreo sobre nosotros. [Una voz: “¡Usted está muy alarmado!”]. ¿Cómo se imagina el camarada Bujarin esta realización? En su último artículo en Bolshevik, que debo decir que es el trabajo más escolástico que haya salido nunca de la pluma de Bujarin [Risas], él dice:
“La cuestión es si podemos trabajar hacia el socialismo, y establecerlo, si abstraemos esto de los factores internacionales”.
Sólo escuchen esto: “Si podemos trabajar hacia el socialismo, y establecerlo, si abstraemos esto de los factores internacionales”. Si logramos esta “abstracción”, entonces por supuesto el resto es fácil. Pero no podemos. Este es todo el problema. [Risas].
Es posible caminar desnudo en las calles de Moscú en enero, si nos podemos abstraer del clima y de la policía. [Risas]. Pero temo que esta abstracción fracasaría, tanto con respecto al clima como a la policía, si hiciéramos el intento. [Risas].
“Repetimos una vez más: es una cuestión de fuerzas internas y no de peligros conectados con el mundo exterior. Es por lo tanto una cuestión del carácter de la revolución”.
¡El carácter de nuestra revolución, independientemente de las relaciones internacionales! ¿Desde cuándo ha existido este carácter autosuficiente de nuestra revolución? Yo sostengo que nuestra revolución, como sabemos, no existiría para nada si no fuera por dos prerrequisitos internacionales: primero, el factor del capital financiero, que, con su sed de ganancias, ha fertilizado nuestro desarrollo económico, y segundo, el marxismo, la quintaesencia teórica del movimiento obrero internacional, que ha fertilizado nuestra lucha proletaria. Esto significa que la revolución se estaba preparando, antes de 1917, en esas encrucijadas donde las grandes fuerzas del mundo chocan entre sí. De este choque de fuerzas surgió la Gran Guerra, y de ésta la revolución de octubre. Y ahora se nos dice que nos abstraigamos de la situación internacional y construyamos nuestro socialismo en casa para nosotros. Este es un método metafísico de pensamiento. No hay ninguna posibilidad de abstracción de la economía mundial.
¿Qué es exportar? ¿Un asunto interno o internacional? Los bienes a exportar deben ser producidos en casa, en consecuencia éste es un asunto interno. Pero éstos deben ser exportados al exterior, por lo tanto es una transacción internacional. ¿Y qué es importar? ¡Importar es internacional! Los bienes tienen que ser comprados en el exterior. Pero tienen que ser traídos al país, entonces después de todo es una cuestión interna. [Risas]. Este ejemplo de las importaciones y las exportaciones por sí solo es suficiente para causar el colapso de toda la teoría del camarada Bujarin, que propone una "abstracción" de la situación internacional. El éxito de la construcción socialista depende de la velocidad del desarrollo económico, y esta velocidad ahora está determinada directa y más agudamente que nunca por las importaciones de materias primas y maquinarias. Seguramente nos podemos “abstraer” de nuestra escasez de moneda extranjera, y pedir más algodón y maquinarias. Pero sólo podemos hacer esto una vez. La segunda vez no seremos capaces de lograr esta abstracción. [Risas]. El conjunto de nuestro trabajo constructivo está determinado por las condiciones internacionales.
Si se me pregunta si nuestro Estado es proletario, sólo puedo responder que la pregunta está fuera de lugar. Si ustedes no desean formarse sus juicios basándose en dos o tres palabras elegidas al azar de un informe estenográfico sin corregir, sino sobre lo que yo he dicho realmente y escrito en docenas de discursos y artículos —y ésta es la única forma en que deberíamos formarnos juicios sobre las posiciones de otros— si no queremos tropezar unos con otros con frases sin corregir, sino que buscamos comprender las opiniones reales de los otros, entonces deben admitir sin dudar que yo estoy con ustedes en considerar a nuestro Estado como un Estado proletario. Ya he respondido con varias citas a la cuestión de si este Estado está construyendo el socialismo. Si ustedes preguntan si hay en este país las fuerzas y los medios suficientes para llevar adelante completamente el establecimiento del socialismo en treinta o cincuenta años, independientemente de lo que está ocurriendo en el mundo exterior, entonces debo responder que la pregunta está planteada de una forma totalmente equivocada. Tenemos a nuestra disposición las fuerzas suficientes para el avance del trabajo de socialización, y por lo tanto también para ayudar al proletariado revolucionario internacional, que tiene no menos perspectivas de conquistar el poder en diez, veinte o treinta años que nosotros de establecer el socialismo; de ninguna manera menos, sino perspectivas mucho mayores.
Les pregunto, camaradas —y éste es el eje alrededor del cual gira toda la cuestión— ¿qué estará pasando en Europa mientras estamos trabajando en nuestra socialización? Ustedes contestarán: estaremos estableciendo el socialismo en nuestro país, independientemente de lo que esté ocurriendo en todo el mundo. Bien.
¿Cuánto tiempo necesitaremos para el establecimiento del socialismo? Lenin tenía la opinión de que no habríamos establecido el socialismo en veinte años, porque nuestro país agrario es demasiado atrasado. Y tampoco lo habremos establecido en treinta años. Tomemos de treinta a cincuenta años como mínimo. ¿Qué estará ocurriendo en Europa durante todo este tiempo? No puedo hacer un pronóstico para nuestro país sin incluir un pronóstico para Europa. Puede haber algunas variantes. Si ustedes dicen que el proletariado europeo ciertamente llegará al poder dentro de los próximos treinta a cincuenta años, entonces no hay más problema en esta cuestión. Porque si el proletariado europeo captura el poder en los próximos diez, veinte o treinta años, entonces la posición del socialismo está asegurada, tanto en nuestro país como internacionalmente. Pero probablemente ustedes opinen que debemos suponer un futuro en el cual el proletariado europeo no llegue al poder. De otro modo, ¿por qué todo vuestro pronóstico? Por lo tanto, les pregunto, ¿qué suponen que estará ocurriendo en Europa en ese tiempo? Desde un punto de vista puramente teórico, son posibles tres variantes. Europa vacilará alrededor de los niveles de preguerra, como en el presente, el proletariado y la burguesía tironeando entre sí y sólo manteniendo un equilibrio. Debemos sin embargo designar este “equilibrio” como inestable, porque es extremadamente inestable. Esta situación no puede durar veinte, treinta o cuarenta años. Se debe decidir de una forma u otra.
¿Creen ustedes que el capitalismo encontrará un equilibrio dinámico renovado? ¿Creen que el capitalismo puede asegurarse un nuevo período de ascenso, una reproducción nueva y extendida de aquel proceso que tuvo lugar antes de la guerra imperialista? Si ustedes creen que esto es posible (yo no creo que el capitalismo tenga ante sí semejante perspectiva), si ustedes especulan con esto aunque sea teóricamente por un momento, esto significaría que el capitalismo no ha cumplido todavía su misión histórica en Europa y el resto del mundo, y que el capitalismo actual no es un capitalismo imperialista y decadente, sino un capitalismo todavía en ascenso, creando progreso económico y cultural. Y esto significaría que nosotros hemos aparecido demasiado temprano en la escena.
Presidente: El camarada Trotsky se ha excedido del tiempo que se le asignó. Ha estado hablando por más de una hora y media. Pide cinco minutos más. Lo someteré a votación. ¿Quién está a favor? ¿Quién está en contra? ¿Alguien pide que se haga una nueva votación?
Camarada Trotsky: Yo pido una nueva votación.
Presidente: ¿Quién está a favor de que se le den cinco minutos más al camarada Trotsky? ¿Quién está en contra? La mayoría está en contra.
Camarada Trotsky: Quería utilizar esos cinco minutos para una breve síntesis de conclusiones.
Presidente: tomaré nuevamente la votación. ¿Quién está a favor de que se extienda el tiempo al camarada Trotsky por cinco minutos? Aquellos que estén a favor mantengan alto sus credenciales de delegados. ¿Quién está en contra? La mayoría está a favor. Es mejor extender el tiempo que contar los votos por cinco minutos. El camarada Trotsky continuará.
Camarada Trotsky: Si se supone que durante los próximos treinta o cincuenta años que necesitamos para el establecimiento del socialismo, el capitalismo europeo se desarrollará en ascenso, entonces debemos llegar a la conclusión de que ciertamente seremos estrangulados o destruidos, porque el capitalismo en ascenso seguramente posee, junto con todo lo demás, una tecnología militar correspondientemente mejor. Además somos conscientes que un capitalismo con una prosperidad que crece rápidamente es bien capaz de arrastrar a las masas a la guerra, ayudado por la aristocracia obrera que es capaz de crear. Estas perspectivas sombrías, en mi opinión, es imposible que se cumplan; la situación económica internacional no ofrece ninguna base. En cualquier caso no tenemos necesidad de basar el futuro del socialismo en nuestro país sobre esta suposición.
Resta la segunda posibilidad de un capitalismo declinante y decadente. Y ésta es precisamente la base sobre la cual el proletariado europeo está aprendiendo, lenta pero seguramente, el arte de hacer la revolución.
¿Es posible imaginar que el capitalismo europeo continúe un proceso de decadencia por treinta o cincuenta años, y que el proletariado mientras tanto será incapaz de lograr la revolución? Pregunto, ¿por qué debería aceptar yo semejante suposición, que sólo puede ser designada como la suposición de un pesimismo profundo e infundado con respecto al proletariado europeo, y al mismo tiempo de un optimismo acrítico con respecto al establecimiento del socialismo mediante las únicas fuerzas de nuestro país? ¿De qué manera puede ser obligación teórica o política de los comunistas aceptar la premisa de que el proletariado europeo no habrá tomado el poder en los próximos cuarenta o cincuenta años? (Si tomara el poder, el punto de disputa desaparecería). Sostengo que no veo ninguna razón teórica o política de por qué es más fácil creer que construiremos el socialismo con la cooperación de los campesinos, que el proletariado de Europa tome el poder.
No. El proletariado europeo tiene las oportunidades más grandes. Y si éste es el caso, entonces les pregunto: ¿Por qué se oponen esos dos elementos entre sí, en lugar de ser combinados como las “dos condiciones” de Lenin? ¿Por qué se exige el reconocimiento teórico del establecimiento del socialismo en un solo país? ¿Qué dio lugar a esta posición? ¿Por qué esta cuestión nunca fue planteada por nadie antes de 1925? [Una voz: “¡Fue planteada!”] No es así, nunca fue planteada. Incluso el camarada Stalin escribió en 1924 que los esfuerzos de un país agrario eran insuficientes para el establecimiento del socialismo. Todavía hoy me mantengo firme en mi creencia de que la victoria del socialismo en nuestro país sólo es posible en conjunción con la revolución victoriosa del proletariado europeo. Esto no significa que no estemos trabajando hacia el Estado socialista de la sociedad, o que no debamos continuar este trabajo con toda la energía posible. Así como el obrero alemán se está preparando para tomar el poder, nosotros estamos preparando el socialismo del futuro, y cada éxito que podamos registrar facilita la lucha del proletariado alemán, así como su lucha facilita nuestro progreso socialista. Este es el único punto de vista internacional verdadero acerca de nuestro trabajo para la realización del Estado socialista de la sociedad.
En conclusión, repito las palabras que dije en el pleno del CC: Si nosotros no creyéramos que nuestro Estado es un Estado proletario, aunque con deformaciones burocráticas, es decir, un Estado que debería entrar en un contacto más estrecho con la clase obrera, a pesar de muchas opiniones burocráticas equivocadas contrarias; si no creyéramos que nuestro desarrollo es socialista; si no creyéramos que nuestro país posee medios suficientes para el avance hacia la economía socialista; si no estuviéramos convencidos de nuestra victoria final y completa; entonces, no haría falta decirlo, nuestro lugar no estaría en las filas del Partido Comunista.
La Oposición puede y debe ser evaluada por esos dos criterios: puede tener una línea o la otra. Aquellos que creen que nuestro Estado no es un Estado proletario, y que nuestro desarrollo no es socialista, deben dirigir al proletariado contra ese Estado y deben fundar otro partido.
Pero aquellos que creen que nuestro Estado es un Estado proletario, pero con deformaciones burocráticas formadas bajo la presión de los elementos pequeño burgueses y el cerco capitalista, que creen que nuestro desarrollo es socialista, pero que nuestra política económica no asegura suficientemente la necesaria redistribución del ingreso nacional; esos deben usar los métodos y los medios del partido para combatir aquello que ellos sostienen que es errado, equivocado o peligroso, pero deben al mismo tiempo compartir la plena responsabilidad por toda la política del partido y del Estado obrero [El presidente toca el timbre]. Casi termino. Un minuto y medio más.
Es indiscutible que las disputas internas en el partido han estado caracterizadas últimamente por su agudeza en la forma y por una actitud fraccionalista. Es indiscutible que este agravamiento fraccional de las discusiones de parte de la Oposición —no importa por qué premisas fue engendrado— podría ser tomado, y ha sido tomado, por un sector amplio de miembros del partido, para decir que las diferencias habían llegado a un punto que vuelven el trabajo conjunto imposible, es decir, que podrían llevar a una ruptura. Esto significa una discrepancia obvia entre los medios y los fines, es decir, entre aquellos fines por los cuales la Oposición ha estado ansiosa de pelear, y los medios que ha empleado por una u otra razón. Es por esa razón que hemos reconocido esos medios —la fracción— como imperfectos, y por ninguna razón surgida de consideraciones momentáneas. [Una voz: “¡Sus fuerzas fueron insuficientes; han sido derrotados!”] Admitimos esto en consideración de toda la situación interna del partido. La meta y el objetivo de la declaración del 16 de octubre era defender las posiciones que sostuvimos, pero hacer esto bajo la observación de los límites establecidos por nuestro trabajo común y nuestra responsabilidad común por toda la política del partido.
Camaradas, ¿cuál es el peligro objetivo que implica la resolución sobre la desviación socialdemócrata? El peligro está en el hecho de que nos atribuye posiciones que necesariamente llevarían, no meramente a una política fraccionalista, sino a una política de dos partidos.
Esta resolución tiene la tendencia objetiva de transformar tanto a la declaración del 16 de octubre como al comunicado del CC en pedazos de papel que... [Una voz: “¿Es eso una amenaza?”] No, camaradas, eso no es una amenaza. Lo último que pienso es lanzar una amenaza. [Una voz: “¿Por qué plantea esto nuevamente?”] Lo sabrán en un momento. Sólo unas pocas palabras más.
En nuestra opinión la aceptación de esta resolución será perjudicial, pero hasta donde yo puedo juzgar la actitud de la así llamada Oposición, especialmente de los camaradas dirigentes, la aceptación de esta resolución no nos hará alejarnos de la línea de la declaración del 16 de octubre. No aceptamos las posiciones que se nos imponen. No tenemos ninguna intención de aumentar artificialmente las diferencias, o de agravarlas y de prepararnos así para una recaída en la lucha fraccional. Por el contrario, cada uno de nosotros, sin buscar minimizar las diferencias existentes, ejercerá todo el esfuerzo para mantener esas diferencias dentro de los confines de nuestro trabajo continuo y nuestra responsabilidad conjunta por la política del partido.