Pronunciado en la reunión conjunta del Comité Ejecutivo de toda Rusia, del Sóviet de diputados obreros y soldados de Moscú, del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia y de los Comités de fábrica.
Camaradas:
Hace dos años, cuando la guerra imperialista estaba aún en su apogeo, la insurrección del proletariado ruso y su conquista del poder político parecían a todos los partidarios de la burguesía en Rusia, parecían a las masas populares y quizá a la mayoría de los obreros de los demás países, una tentativa audaz, pero sin perspectivas. Parecía entonces que el imperialismo mundial era una fuerza tan enorme e invencible que de intentar los obreros de un país atrasado alzarse contra él procederían como unos insensatos. Pero hoy, lanzando una mirada retrospectiva a los dos años transcurridos, vemos que basta nuestros adversarios comienzan a reconocer cada vez más la razón que nos asiste. Vemos que el imperialismo, que parecía un coloso imbatible, ha resultado ser, a los ojos de todos, un coloso con los pies de barro. Estos dos años de experiencia y de lucha atestiguan con más evidencia cada día la victoria no sólo del proletariado ruso, sino también del proletariado internacional.
Camaradas: En el primer año de existencia de nuestro poder tuvimos ocasión de observar el poderío del imperialismo germano y hubimos de sufrir las consecuencias de la paz violenta y depredadora que se nos impuso, nos vimos precisados a lanzar solos nuestros llamamientos a la revolución, sin encontrar apoyo ni eco a nuestra llamada. Y si el primer año de nuestro poder fue a su vez el primero de nuestra lucha contra el imperialismo, muy pronto pudimos comprobar que la lucha de las diferentes partes de este gigantesco imperialismo internacional no era otra cosa que las convulsiones de la agonía y que en esa contienda estaban interesados tanto el imperialismo de Alemania como el de la burguesía anglo-francesa. Durante ese año averiguamos que este combate no hace sino vigorizar, multiplicar y restaurar nuestras fuerzas y dirigirlas contra todo el imperialismo. Y si durante el primer año creamos esa situación, en el curso de todo el segundo año nos hemos enfrentado cara a cara con nuestros enemigos. Hubo pesimistas que ya el año pasado nos increpaban con vehemencia, ya el año pasado decían que Inglaterra, Francia y Norteamérica representaban una fuerza tan enorme, tan gigantesca, que aplastaría a nuestro país. Ha pasado un año y veis que si este primer año se puede llamar año del poderío del imperialismo internacional, el segundo año será denominado año de la invasión del imperialismo anglo-norteamericano y de la victoria sobre ella, de la victoria sobre Kolchak y Yudénich y del comienzo de la victoria sobre Denikin.
Sabemos muy bien que todas las fuerzas militares movilizadas contra nosotros proceden de una determinada fuente de origen. Sabemos que los imperialistas les suministran todos los pertrechos bélicos, todo el armamento; sabemos que entregaron a nuestros enemigos una parte de su marina mundial de guerra y que ahora les ayudan por todos los medios y preparan nuevas fuerzas en el Sur de Rusia y en Arjánguelsk. Pero sabemos muy bien que todas estas fuerzas del imperialismo internacional, a primera vista grandiosas e invencibles, son frágiles, no las tememos, están podridas por dentro, nos robustecen más y más, y esta vigorización nos permitirá alcanzar el triunfo en el frente exterior y llegar hasta el final victorioso. No voy a detenerme a analizar esto, porque de esta tarea se encargará el camarada Trotski.
Yo creo que ahora es preciso intentar extraer las enseñanzas generales que se desprenden de los dos años de heroica labor en la esfera de la edificación.
Lo que, a mi juicio, constituye la deducción más importante de los dos años de construcción de la República Soviética; lo que, a mi modo de ver, tiene más importancia para nosotros, es la lección que brinda la edificación del poder obrero. Me parece que en este sentido no necesitamos limitarnos a los hechos concretos y aislados que se refieren a la labor de uno u otro Comisariado y que la mayoría de vosotros conocéis por propia experiencia. Yo creo que ahora, echando una mirada a los tiempos vividos, necesitamos sacar una enseñanza general de esta edificación, enseñanza que asimilaremos y daremos a conocer con amplitud creciente a las masas trabajadoras. Esta enseñanza consiste en que sólo la participación de los obreros en la dirección colectiva del Estado nos ha permitido mantenernos firmes en medio de dificultades tan increíbles y que únicamente siguiendo ese camino lograremos la victoria completa. Otra enseñanza que debemos extraer es que hemos logrado establecer unas relaciones justas con los campesinos, con la masa ingente de millones y millones de campesinos, ya que esas relaciones son las únicas que nos han permitido vivir, a pesar de todas las dificultades, y sólo ellas indican el camino por el que marchamos de éxito en éxito.
Si recordáis el pasado, si recordáis los primeros pasos del Poder soviético, si recordáis toda la edificación de la República en todas las ramas de la administración, sin excluir el aspecto militar, veréis que hace dos años, en octubre, el poder de la clase obrera atravesaba su etapa inicial, pues el aparato del poder del Estado no estaba aún realmente en nuestras manos. Dirigiendo la mirada a los dos años transcurridos, convendréis conmigo en que en cada rama -la militar, la política y la económica- hubo que conquistar palmo a palmo cada posición para crear un verdadero aparato de poder estatal, barriendo del camino a quienes antes de nosotros estaban al frente de las masas obreras y trabajadoras.
Para nosotros reviste particular importancia comprender la evolución operada durante este tiempo, porque en todos los países esta evolución sigue idéntico camino. Las masas obreras y trabajadoras no dan sus primeros pasos con sus verdaderos dirigentes; ahora es el proletariado mismo el que toma en sus manos la dirección del Estado, el poder político; al frente del proletariado vemos por todas partes a jefes que acaban con los viejos prejuicios de la democracia pequeñoburguesa, viejos prejuicios de los que son portadores mencheviques y eseristas, en nuestro país, y los representantes de los gobiernos burgueses, en toda Europa. Esto era antes una excepción, pero ahora se ha convertido en regla general. Y si en octubre, dos años atrás, se dio al traste con el gobierno burgués en Rusia -con su alianza, con su coalición con los representantes de los mencheviques y eseristas-, sabemos que, al organizar nuestro trabajo, tuvimos que transformar después cada rama de la administración de manera que tomasen en sus manos la edificación del poder los verdaderos represen-tantes, los obreros revolucionarios, la auténtica vanguardia del proletariado. En octubre, dos años atrás, esta labor se desarrollaba con una extraordinaria tensión; no obstante, sabemos y debemos decir que aún no ha terminado. Sabemos que el viejo aparato del poder estatal nos opuso resistencia, que los funcionarios intentaron al comienzo negarse a ejercer sus funciones: a este sabotaje, el más burdo, puso fin en unas cuantas semanas el poder proletario. Dicho poder demostró que semejante negativa no producía en él la menor impresión, y una vez que acabamos con tan cerril sabotaje, ese mismo enemigo emprendió otro camino.
Con frecuencia ocurría que a la cabeza hasta de organizaciones obreras se veía a partidarios de la burguesía; nosotros hubimos de acometer esta empresa utilizando enteramente la fuerza de los obreros. Tomemos, por ejemplo, la época que tuvimos que atravesar cuando al frente de la dirección ferroviaria, al frente del proletariado ferroviario, había hombres que lo conducían no por el camino proletario, sino por la senda burguesa. Sabemos que en todas las ramas donde pudimos acabar con la burguesía lo hicimos, pero ¿cuánto nos costó? En cada rama fuimos ganándonos paso a paso posiciones y promoviendo a los obreros, colocando en los puestos a nuestros hombres de vanguardia, que cursaron la difícil escuela de organización de la administración estatal. Es posible que, viendo las cosas desde fuera, toda esta empresa no ofrezca grandes dificultades; pero, en realidad, si se cala más hondo, veréis qué trabajo costó a los obreros que vivieron todas las etapas de la lucha imponer sus derechos, cómo organizaron las cosas, desde el control obrero hasta la administración obrera de la industria, o bien en el transporte ferroviario, donde, comenzando por el tristemente célebre Comité Ejecutivo del Sindicato Ferroviario de toda Rusia, estructuraron un aparato eficiente; veréis cómo los representantes de la clase obrera van penetrando poco a poco en todas nuestras organizaciones, fortaleciéndolas con su actividad. Tomemos, por ejemplo, la cooperación, donde vemos un número inmenso de representantes obreros. Sabemos que antes figuraban en la cooperación casi exclusivamente gentes que no pertenecían a la clase obrera. Y también en ella, en la vieja cooperación, hemos encontrado a hombres apegados a las concepciones y a los intereses de la vieja sociedad burguesa. En este sentido los obreros han tenido que luchar mucho para tomar el poder en sus manos y subordinar la cooperación a sus propios intereses, para llevar a efecto un trabajo más fructífero.
Pero el trabajo más importante lo hemos realizado en la esfera de la reestruc-turación del antiguo aparato estatal. Aunque este trabajo ha sido difícil, venimos viendo a lo largo de dos años los resultados de los esfuerzos de la clase obrera y podemos afirmar que en esta esfera contamos con miles de representantes obreros que se han curtido en el fuego de la lucha arrojando de sus puestos paso a paso a los representantes del poder burgués. Vemos a los obreros no sólo en el aparato del Estado, sino también en abastos, en una rama en la que había casi exclusivamente representantes del viejo gobierno burgués, del viejo Estado burgués. Los obreros han creado un aparato de abastos. Si hace un año no podíamos todavía manejar a la perfección este aparato, si hace un año había allí tan sólo un 30% de representantes obreros, actualmente, en la organización interior del aparato de abastos podemos contar hasta un 80%. Con estas cifras sencillas y elocuentes podemos mostrar el paso que ha dado el país. Para nosotros lo importante es que hayamos conseguido grandes resultados en la construcción del poder proletario después de la revolución política.
Además, los obreros han efectuado y están efectuando otra importante labor: la de forjar a los jefes del proletariado. Decenas y centenares de miles de obreros intrépidos se destacan entre nosotros y se lanzan contra los generales blancos. Paso a paso vamos arrebatando a nuestro enemigo el poder. Si antes los obreros no dominaban plenamente este arte, ahora estamos conquistando paulatinamente a nuestro enemigo rama tras rama, y no hay dificultades que puedan detener al proletariado. A despecho de los obstáculos de toda índole, el proletariado conquista gradualmente, una tras otra, cada esfera de actividad y atrae a los representantes de las masas proletarias para que en cada sector de la administración, en cada pequeña célula, de abajo arriba, en todas partes, sean los propios representantes del proletariado quienes cursen la escuela de la edificación, quienes formen a decenas y centenares de miles de hombres capaces de llevar por sí solos todos los asuntos de la administración y edificación del Estado.
Camaradas: Últimamente hemos presenciado un brillante ejemplo del éxito de nuestro trabajo. Sabemos cómo se han difundido entre los obreros conscientes los sábados comunistas. Conocemos a esos representantes del comunismo que más que nadie sufrieron los tormentos del hambre y el frío terrible, pero cuya contribución en la retaguardia no es menor que la del Ejército Rojo en el frente; sabemos cómo, en el momento crítico, cuando el enemigo avanzaba sobre Petrogrado y Denikin tomó Oriol, cuando la burguesía, alentada, recurrió a su última arma predilecta, sembrar el pánico, nosotros anunciamos una Semana del Partido. Los obreros comunistas se dirigieron entonces a los obreros y demás trabajadores, a los que más habían sufrido las calamidades de la guerra imperialista y se morían de hambre y de frío, a aquellos con quienes más contaban los traficantes burgueses del pánico, a aquellos sobre cuyos hombros pesaban mayores cargas; a ellos nos dirigirnos durante la Semana del Partido, y les dijimos: “A vosotros os asustan las dificultados del poder obrero, las amenazas de los imperialistas y los capitalistas; vosotros veis nuestro trabajo y nuestras dificultades; apelamos a vosotros y sólo a vosotros, representantes de los trabajadores, os abrimos de par en par las puertas de nuestro partido. En este momento difícil contamos con vosotros y os llamamos a incorporaros a nuestras filas, para que asumáis todo el peso de construir el Estado”. Vosotros sabéis que era un momento terriblemente difícil, tanto en el aspecto material como debido a que el enemigo lograba éxitos en la política exterior y en el terreno militar. Y vosotros sabéis qué éxito sin procedente, inesperado e increíble coronó aquella Semana del Partido, pues tan sólo en Moscú se afiliaron al partido más de 14.000 personas. Ese fue el resultado de la Semana del Partido, que está transformando por completo, que está remodelando a la clase obrera y convirtiendo, mediante la experiencia del trabajo, a aquellos que eran inactivos, que eran instrumentos pasivos del poder de la burguesía, de los explotadores y del Estado burgués, en auténticos creadores de la futura sociedad comunista. Sabemos que tenemos una reserva de decenas y cientos de miles de jóvenes obreros y campesinos, que vieron y conocen a fondo la antigua opresión de la sociedad terrateniente y burguesa, que vieron las increíbles dificultades de nuestra labor constructiva, que observaron el heroísmo demostrado en 1917 y 1918 por el primer contingente de trabajadores que engrosó nuestras filas, que vienen a nosotros en número creciente y con abnegación mayor cuanto más serias son nuestras dificultades. Estas reservas nos dan la plena seguridad de que en estos dos años hemos logrado una firme y duradera consolidación y que ahora disponemos de una fuente de la que podremos seguir extrayendo, durante largo tiempo, un caudal aún mayor de energías, y asegurar así que los propios trabajadores asuman la tarea de organizar el Estado. En este aspecto hemos acumulado en dos años tanta experiencia de la administración obrera en todos los terrenos que podemos decir, con toda razón y sin ninguna exageración, que ahora sólo nos resta proseguir lo ya iniciado para que las cosas marchen como durante estos dos años, pero a un ritmo cada vez más rápido.
En otro aspecto, el de las relaciones de la clase obrera con el campesinado, hemos tropezado con dificultades mucho mayores. Hace dos años, en 1917, cuando el poder pasó a los Soviets, las relaciones eran todavía muy poco claras. El campesinado en su conjunto ya se había vuelto contra los terratenientes y apoyaba a la clase obrera, porque comprobaba que realizaba los deseos de las masas campesinas, que se trataba de verdaderos combatientes obreros, y no de aquellos que, en alianza con los terratenientes, habían traicionado al campesinado. Pero sabemos muy bien que entonces aún no se había desplegado la lucha dentro del campesinado. Durante el primer año, el proletariado urbano aún no pisaba terreno firme en el campo. Esto puede comprobarse con particular claridad en aquellas regiones periféricas en las que, durante un tiempo, se consolidó el poder de los guardias blancos. Lo comprobamos el año pasado, en 1918, cuando lograron fáciles victorias en los Urales.
Pudimos ver que el poder proletario aún no se había implantado en el campo y que no bastaba con introducirlo desde afuera y ofrecerlo a la aldea. Era necesario que el campesinado, a través de su propia experiencia, de su labor de organización, llegara a las mismas conclusiones, y aunque esta labor es muchísimo más difícil, más lenta y más dura, es incomparablemente más fructífera en cuanto a los resultados. Esa es nuestra principal conquista en el segundo año de Poder soviético.
No hablaré de la importancia militar de nuestra victoria sobre Kolchak, pero sí diré que si los campesinos no hubieran hecho la experiencia de comparar el poder de los dictadores burgueses con el poder de los bolcheviques, jamás se habría logrado esa victoria. Los dictadores comenzaron con una coalición, con una Asamblea Constituyente; en ese poder participaron los mismos eseristas y mencheviques con quienes tropezamos a cada paso en nuestra labor y que son los hombres del pasado, los hombres que organizaron las cooperativas, los sindicatos, las asociaciones de maestros y una multitud de otras organizaciones que tenemos que reorganizar. Kolchak comenzó aliándose con ellos, con individuos para quienes la experiencia de Kerenski no fue suficiente, e iniciaron una segunda experiencia. Lo hicieron para lograr que las regiones periféricas, las más alejadas del centro, se sublevaran contra los bolcheviques. Nosotros no pudimos dar a los campesinos de Siberia lo que dio la revolución a los campesinos en el resto de Rusia. En Siberia los campesinos no recibieron las tierras de los latifundistas porque allí no existían, y por eso les fue más fácil creer en los guardias blancos. Todas las fuerzas de la Entente y del ejército imperialista que menos había sufrido en la guerra, o sea, el ejército japonés, tomaron parte en la lucha. Sabemos que para ayudar a Kolchak se gastaron cientos de millones de rublos, que no se escatimaron medios para apoyarlo. ¿Le faltaba algo? Lo tenía todo. Todos los recursos de que disponen los Estados más poderosos del mundo, así como un campesinado y un territorio inmenso casi carente de proletariado industrial. ¿Y por qué se derrumbó todo esto? Porque la experiencia de los obreros, los soldados y los campesinos demostró una vez más que los bolcheviques tenían razón en sus predicciones, en su apreciación de la correlación de las fuerzas sociales, al afirmar que la alianza de los obreros y campesinos no es fácil de lograr, pero que, de todos modos, es la única alianza invencible contra los capitalistas.
Esto es ciencia, camaradas, si cabe hablar aquí de ciencia. Esta experiencia es una de las más difíciles, una experiencia que todo lo tiene en cuenta y todo lo consolida: es la experiencia del comunismo; sólo podremos edificar el comunismo si el campesinado llega conscientemente a una conclusión determinada. Podremos lograrlo sólo cuando establezcamos una alianza con los campesinos. De ello pudimos convencernos por la experiencia de Kolchak. La campaña de Kolchak fue una experiencia sangrienta, pero no por culpa nuestra.
Vosotros conocéis perfectamente la segunda calamidad que se ha abatido sobre nosotros; sabéis que el hambre y el frío afectan a nuestro país con mayor dureza que a ningún otro. Sabéis que se culpa de ello al comunismo, pero sabéis también perfectamente que el comunismo nada tiene que ver con ello. En todos los países vemos que crece y aumenta el hambre y el frío, y pronto se convencerán todos de que la situación existente en Rusia no es consecuencia del comunismo, sino de cuatro años de guerra mundial. La guerra ha sido la causante de todo el horror que soportamos, la causante del hambre y el frío. Pero creemos que pronto saldremos de este círculo vicioso. Todo el problema consiste en que los obreros deben trabajar, pero trabajar para sí mismos, y no para quienes pasaron cuatro años degollando gente. En cuanto a la lucha contra el hambre y el frío, se libra en todas partes. Los Estados más poderosos están ahora sometidos a este azote.
Hemos tenido que recurrir a la requisa estatal para reunir el cereal de nuestros muchos millones de campesinos, y no lo hemos hecho como lo hacían los capitalistas, que actuaban junto con los especuladores. Al resolver este problema, marchamos con los obreros, contra los especuladores. Empleamos el método de la persuasión, nos dirigimos a los campesinos y les dijimos: todo lo que hacemos es para ayudaros a vosotros y a los obreros. El campesino que dispone de excedentes de cereales y nos los entrega al precio establecido es nuestro aliado. Pero el que no obre así, es nuestro enemigo, es un delincuente, un explotador y un especulador, y con él no podemos tener nada de común. Hicimos entre los campesinos propaganda y esa propaganda nos fue ganando un número cada vez mayor de campesinos. En este aspecto, hemos obtenido resultados muy concretos. Entre agosto y octubre del año pasado acopiamos 37 millones de puds de cereales, pero este año hemos acopiado 45 millones, y ello sin una verificación especial y cuidadosa. Hay, como veis, una mejoría, lenta, pero segura. Y aun teniendo en cuenta las pérdidas causadas por la ocupación denikiniana de nuestra fértil región, hay sin embargo señales de que podremos llevar a cabo nuestro plan de acopios y nuestro plan de distribución a los precios fijados por el Estado. En este aspecto, nuestro aparato ha sido en cierto sentido constituido, y estamos emprendiendo ahora el camino socialista.
Enfrentamos hoy el problema de una crisis de combustible. El problema de los cereales ya no es tan agudo; la situación es la siguiente: disponemos de cereales, pero no de combustible. Denikin se apoderó de nuestra región carbonífera. La pérdida de esta región carbonífera nos ha ocasionad o dificultades enormes y, frente a ellas, procedemos lo mismo que procedimos con respecto a los cereales. Como lo hicimos anteriormente, nos dirigimos a los obreros. Igual que transformamos nuestro aparato de abastecimiento de víveres, el cual, después de haber sido fortalecido y puesto en marcha, cumplió una tarea muy precisa que dio brillantes resultados, ahora vamos mejorando, día a día, nuestro aparato de abastecimiento de combustible. Advertimos a los obreros desde dónde nos amenaza tal o cual peligro, hacia dónde y desde qué zona hay que enviar nuevas fuerzas, y estamos seguros de que, lo mismo que el año pasado vencimos las dificultades en el abastecimiento de cereales, también ahora venceremos las que se refieren al combustible.
Permitidme que me limite por ahora a este resumen de nuestra labor. Para terminar, me permito señalar en pocas palabras cómo va mejorando nuestra situación internacional. Una vez comprobado el camino que hemos elegido, los resultados han demostrado que era recto y certero. Cuando en 1917 tomamos el poder, estábamos solos. En 1917 se decía en todos los países que el bolchevismo no podría arraigar. Ahora, en esos mismos países existe ya un poderoso movimiento comunista. Un año después de haber conquistado el poder y medio año después de haber fundado la III Internacional, la Internacional Comunista, hemos visto que ésta se ha convertido ya de hecho en la fuerza principal del movimiento obrero de todos los países. En este sentido, la experiencia que hemos vivido ha dado los resultados más brillantes, inusitados y rápidos. Cierto es que el movimiento hacia la libertad no camina en Europa como en nuestro país. Pero si recordáis los dos años de lucha, veréis que también en Ucrania, incluso en algunas partes de Rusia genuinamente rusas, donde la composición de la población ofrece rasgos particulares, por ejemplo, en las zonas de los cosacos y de Siberia o en los Urales, el movimiento hacia la victoria no ha sido tan rápido ni ha seguido el mismo camino que en San Petersburgo y en Moscú, es decir, en el centro de Rusia. Es claro que no puede sorprendernos el movimiento en Europa, que va más despacio, ya que es menester hacer frente a una presión mayor del chovinismo y del imperialismo; pero, pese a ello, el movimiento avanza allí constantemente, siguiendo el mismo camino que indican los bolcheviques. Vemos por doquier cómo avanza este movimiento. Los líderes de los mencheviques y eseristas dejan paso a los representantes de la III Internacional. Esos Lideres caen, y en todas partes se ha alzado el movimiento comunista, por lo que ahora, a los dos años de Poder soviético, podemos decir que tenemos perfecto derecho, corroborado por los hechos, a afirmar que hoy contamos, tanto en el Estado ruso como en escala internacional, con todo lo que hay de consciente, con todo lo que hay de revolucionario en las masas, en el mundo revolucionario. Y podemos decir que, después de los obstáculos que hemos afrontado, no tememos ningunas dificultades, que arrostraremos todas las dificultades y las venceremos.