6 de agosto de 1920, discurso pronunciado en el II Congreso de la Internacional Comunista
Camaradas:
El camarada Gallacher ha comenzado su discurso lamentándose de que tengamos que escuchar aquí por centésima y milésima vez frases que el camarada McLaine y otros camaradas ingleses han repetido ya miles de veces en discursos, periódicos y revistas. Yo creo que no hay por qué lamentarse de ello. El método de la vieja Internacional consistía en dejar la solución de semejantes problemas al juicio de los partidos de los países interesados. Eso era profundamente erróneo. Es muy posible que no conozcamos por completo las condiciones existentes en uno u otro partido, pero en este caso se trata de fundamentar de acuerdo con los principios la táctica del Partido Comunista. Esto es muy importante, y en nombre de la Tercera Internacional debemos exponer claramente aquí el punto de vista comunista.
Antes de nada, quisiera señalar una pequeña inexactitud cometida por el camarada McLaine con la que es imposible estar de acuerdo. El califica al Partido Laborista de organización política del movimiento tradeunionista. Después ha repetido lo mismo una vez más: el Partido Laborista “es la expresión política del movimiento sindical”. He encontrado tal opinión más de una vez en el periódico del Partido Socialista Británico. Eso no es exacto y suscita en parte la oposición, en cierto grado completamente justa, de los obreros revolucionarios ingleses. En efecto, los conceptos “organización política del movimiento sindical” o “expresión política” de este movimiento son equivocados. Cierto que el Partido Laborista está compuesto de obreros en su mayor parte. Ahora bien, el que un partido sea o no verdaderamente un partido político obrero no depende sólo de que esté integrado por obreros, sino también de quién lo dirige y de cuál es el contenido de sus acciones y de su táctica política. Únicamente esto último es lo que determina si nos encontramos ante un verdadero partido político del proletariado. Desde este punto de vista, el único correcto, el Partido Laborista es un partido burgués hasta la médula, pues aunque está compuesto de obreros, lo dirigen reaccionarios, los peores reaccionarios, que actúan por entero en el espíritu de la burguesía; es una organización de la burguesía, que existe para engañar sistemáticamente a los obreros con ayuda de los Noske y los Scheidemann ingleses.
Pero nos encontramos ante otro punto de vista, defendido por los camaradas Sylvia Pankhurst y Gallacher y que expresa su opinión sobre este problema. ¿Cuál es el fondo de los discursos de Gallacher y de muchos de sus amigos? Nos dicen: no estamos vinculados suficientemente a las masas, pero tomad el Partido Socialista Británico y veréis que, hasta ahora, su ligazón con las masas es todavía peor, es muy débil. Y el camarada Gallacher nos ha relatado aquí cómo él y sus compañeros han organizado de manera verdaderamente magistral el movimiento revolucionario en Glasgow, en Escocia; cómo maniobraron muy bien tácticamente durante la guerra y con qué habilidad apoyaron a los pacifistas pequeñoburgueses Ramsay MacDonald y Snowden, cuando llegaron a Glasgow, para, por medio de ese apoyo, organizar un gran movimiento de masas contra la guerra.
Nuestro objetivo consiste precisamente en incorporar a un Partido Comunista dotado de una verdadera táctica comunista, es decir, marxista, ese excelente movimiento revolucionario nuevo representado por el camarada Gallacher y sus amigos. En esto consiste hoy nuestra tarea. De un lado, el Partido Socialista Británico es demasiado débil y no sabe efectuar como es debido agitación entre las masas; de otro lado, tenemos jóvenes elementos revolucionarios, tan bien representados aquí por el camarada Gallacher, que, aun teniendo ligazón con las masas, no son un partido político —siendo, en este sentido, más débiles aún que el Partido Socialista Británico— y no saben en absoluto organizar su labor política. En tal situación, debemos expresar con toda franqueza nuestro criterio acerca de la táctica correcta. Cuando el camarada Gallacher, al hablar del Partido Socialista Británico, decía que es “irremediablemente reformista” (hopelessly reformist), exageraba, sin duda. Mas el sentido y el contenido generales de todas las resoluciones que hemos aprobado aquí muestran con precisión absoluta que exigimos un cambio de táctica del Partido Socialista Británico en ese espíritu, y la única táctica acertada de los amigos de Gallacher deberá consistir en ingresar sin demora en el Partido Comunista con el fin de modificar la táctica de éste en el espíritu de las resoluciones aprobadas aquí. Si tenéis tantos adeptos que podéis organizar en Glasgow asambleas populares de masas, no os será difícil atraer al partido a más de diez mil personas.
El último congreso del Partido Socialista Británico, celebrado en Londres hace tres o cuatro días, ha acordado denominarse en lo sucesivo Partido Comunista, y ha incluido en su programa un punto acerca de la participación en las elecciones al parlamento y del ingreso en el Partido Laborista. En el congreso han estado representados diez mil miembros organizados. Por ello, a los camaradas escoceses no les sería nada difícil incorporar a este “Partido Comunista de Gran Bretaña” a más de diez mil obreros revolucionarios, que dominan mejor el arte del trabajo entre las masas, y, de este modo, modificar la vieja táctica del Partido Socialista Británico en el espíritu de una agitación más afortunada, en el espíritu de una acción más revolucionaria. La camarada Sylvia Pankhurst ha indicado varias veces en la Comisión que en Inglaterra hacen falta “izquierdistas”. Yo he contestado, como es natural, que eso es completamente cierto, pero que no hay que exagerar la nota del “izquierdismo”. Ella ha dicho, además, que “somos los mejores pioneros, pero, por ahora, lo que más hacemos es meter ruido” (noisy). Yo no entiendo estas palabras en el mal sentido, sino en el bueno, en el sentido de que lo que mejor hacen es agitación revolucionaria. Nosotros apreciamos eso y debemos apreciarlo. Lo hemos expresado en todas nuestras resoluciones, pues subrayamos siempre que podemos considerar obrero a un partido en el caso, y sólo en el caso, de que esté verdaderamente vinculado a las masas y luche contra los viejos líderes, podridos hasta la médula, tanto contra los que forman en el flanco derecho de los chovinistas como contra los que ocupan una situación intermedia, a semejanza de los independientes derechistas en Alemania. En todas nuestras resoluciones hemos afirmado y repetido esto más de diez veces, y esto significa precisamente que exigimos la transformación del viejo partido en el sentido de que tenga una ligazón más estrecha con las masas.
Sylvia Pankhurst ha preguntado también: “¿Es admisible el ingreso del Partido Comunista en otro partido político que forma parte, a su vez, de la Segunda Internacional?”. Y ha contestado que esto es imposible. Hay que tener en cuenta que el Partido Laborista británico se encuentra en unas condiciones muy peculiares: es un partido muy original o, dicho más exactamente, no es en general un partido en el sentido usual de esta palabra. Está compuesto de los miembros de todas las organizaciones sindicales, tiene en la actualidad cerca de cuatro millones de afiliados y concede bastante libertad a todos los partidos políticos que lo integran. Por tanto, pertenecen a él una masa inmensa de obreros ingleses, que van a remolque de los peores elementos burgueses, de socialtraidores peores aún que Scheidemann, Noske y demás señores semejantes. Mas, a la par, el Partido Laborista permite que el Partido Socialista Británico forme en sus filas y tenga sus órganos de prensa, en los cuales los militantes de ese mismo Partido Laborista pueden declarar libre y francamente que los jefes del partido son socialtraidores. El camarada McLaine ha citado con exactitud declaraciones de este tipo del Partido Socialista Británico. También yo puedo testimoniar haber leído en el periódico del Partido Socialista Británico, The Call, que los jefes del Partido Laborista son socialpatriotas y socialtraidores. Esto significa que un partido integrante del Partido Laborista tiene la posibilidad no sólo de criticar duramente a los viejos líderes, sino de citar pública y concretamente sus nombres, diciendo que son socialtraidores. Es una situación muy original, en la que un partido, que agrupa a ingentes masas obreras como si fuera un partido político, se ve, no obs-tante, obligado a conceder plena libertad a sus miembros. El camarada McLaine ha señalado aquí que, en el congreso del Partido Laborista, los Scheidemann de aquel país se vieron obligados a plantear abiertamente el problema de la adhesión a la Tercera Internacional y que todas las organizaciones y secciones locales de dicho partido tuvieron que discutir esta cuestión. En tales condiciones sería erróneo no ingresar en este partido.
La camarada Pankhurst me ha dicho en una conversación particular: “Si somos verdaderos revolucionarios e ingresamos en el Partido Laborista, esos señores nos expulsarán”. Pero eso no tendría nada de malo. En nuestra resolución se dice que somos partidarios del ingreso por cuanto el Partido Laborista concede bastante libertad de crítica. En este punto somos consecuentes hasta el fin. El camarada McLaine ha destacado, además, que en Inglaterra se han creado ahora condiciones tan específicas que un partido político, si lo desea, podrá seguir siendo un partido obrero revolucionario, a pesar de que estará vinculado a una organización original obrera de cuatro millones, medio sindical y medio política, dirigida por líderes burgueses. En tales condiciones sería el mayor error por parte de los mejores elementos revolucionarios no hacer todo lo posible para seguir en ese partido. Que los señores Thomas y demás socialtraidores, como los llamáis vosotros, os expulsen. Eso producirá un efecto formidable en las masas de obreros ingleses.
Los camaradas subrayan que la aristocracia obrera es en Inglaterra más fuerte que en cualquier otro país. Así es, en efecto. No en vano tiene allí a sus espaldas no decenios, sino siglos. Allí, la burguesía, que cuenta en su haber con muchísima más experiencia —experiencia democrática—, ha sabido sobornar a los obreros y crear entre ellos un gran sector que en Inglaterra es mayor que en otros países, pero no tan grande si se compara con las amplias masas obreras. Este sector está impregnado hasta los huesos de prejuicios burgueses y sigue una política reformista burguesa bien definida. Por ejemplo, en Irlanda hay doscientos mil soldados ingleses que aplastan a los irlandeses con horrible terror. Los socialistas ingleses no hacen propaganda revolucionaria entre ellos. Sin embargo, en nuestras resoluciones hemos señalado con claridad que reconocemos como miembro de la Internacional Comunista únicamente a los partidos ingleses que hacen propaganda revolucionaria de verdad entre los obreros y los soldados ingleses. Subrayo que ni aquí ni en las comisiones se ha hecho la menor objeción contra esto.
Los camaradas Gallacher y Sylvia Pankhurst no pueden negarlo. No están en condiciones de desmentir que el Partido Socialista Británico, permaneciendo en las filas del Partido Laborista, goza de libertad suficiente para escribir que tales y tales líderes del Partido Laborista son unos traidores; que estos viejos líderes representan los intereses de la burguesía; que son agentes de la burguesía en el movimiento obrero: esto es absolutamente cierto. Cuando los comunistas gozan de tal libertad, tienen el deber —si quieren tomar en consideración la experiencia de los revolucionarios de todos los países, y no sólo de la revolución rusa, pues aquí no nos encontramos en un congreso ruso, sino en un congreso internacional—, tienen el deber de ingresar en el Partido Laborista. El camarada Gallacher ha ironizado, diciendo que en este caso hemos caído bajo la influencia del Partido Socialista Británico. No, nos hemos convencido de ello gracias a la experiencia de todas las revoluciones en todos los países. Pensamos que debemos decir esto a las masas. El Partido Comunista Inglés debe conservar la necesaria libertad para denunciar y criticar a los traidores de los obreros, que en Inglaterra son muchísimo más fuertes que en otros países. No es difícil comprenderlo. Es equivocada la afirmación del camarada Gallacher de que, al pronunciarnos a favor del ingreso en el Partido Laborista, apartaremos de nosotros a los mejores elementos del proletariado inglés. Debemos probarlo en la práctica. Estamos seguros de que todos los acuerdos y resoluciones que ha de adoptar nuestro congreso serán publicados en los periódicos socialistas revolucionarios ingleses y que todas las organizaciones y secciones locales tendrán la posibilidad de discutirlos. Todo el contenido de nuestras resoluciones proclama con la mayor claridad que somos los representantes de la táctica revolucionaria de la clase obrera en todos los países y que nuestro objetivo es luchar contra el viejo reformismo y el oportunismo. Los acontecimientos muestran que nuestra táctica vence, efectivamente, al viejo reformismo. Y, entonces, los mejores elementos revolucionarios de la clase obrera, descontentos por la lenta marcha del proceso revolucionario, que en Inglaterra será, quizá, más lenta aún que en otros países, vendrán a nosotros. El lento desarrollo es debido a que la burguesía inglesa tiene la posibilidad de crear mejores condiciones para la aristocracia obrera, retardando con ello el movimiento revolucionario en Inglaterra. Por eso, los camaradas ingleses deben tender no sólo a radicalizar a las masas, cosa que hacen magníficamente (como ha demostrado el camarada Gallacher), sino, al mismo tiempo, a crear un verdadero partido político de la clase obrera. Ni el camarada Gallacher ni Sylvia Pankhurst, que han hablado aquí, pertenecen aún al Partido Comunista revolucionario. Una organización proletaria tan excelente como Shop Stewards no pertenece todavía a un partido político. Si os organizáis políticamente, veréis que nuestra táctica se basa en el desarrollo político, correcta-mente comprendido, de los últimos decenios y que sólo puede crearse un verdadero partido revolucionario cuando absorbe a los mejores elementos de la clase revolucionaria y utiliza todas las posibilidades para luchar contra los líderes reaccionarios allí donde aparecen.
Si el Partido Comunista Inglés empieza por actuar revolucionariamente en el seno del Partido Laborista y si los señores Henderson se ven obligados a expulsarlo del mismo, eso constituirá una gran victoria del movimiento obrero comunista y revolucionario en Inglaterra.
Publicado íntegramente en 1921, en el libro II Congreso de la Internacional Comunista. Actas taquigráficas. Petrogrado.