Publicado en 1920

El poder soviético ha sido el primero en crear las condiciones en la que la mujer podrá coronar, finalmente, la obra de su propia emancipación. En el curso de los siglos, ha sido esclava. Al principio, bajo el reino de la pequeña producción, lo fue de la familia; después, con el desarrollo del capitalismo, pasó a serlo por triplicado: en el Estado, en la fábrica, en la familia. Ha sido así no solo bajo el régimen zarista, bárbaro y subdesarrollado, sino también en las «democracias» más «civilizadas» de Europa occidental y de América.

Bajo el régimen burgués se priva a la obrera de los escasos derechos políticos que se otorgan al obrero. En la fábrica, en el taller, está todavía más oprimida, más explotada que el obrero, porque el patrón usa su poder para oprimirla no solamente en su calidad de proletaria, sino también para infligirle todo tipo de ultrajes y violencia en tanto que mujer. Y en ningún sitio ni en ningún momento, la prostitución, el fenómeno más repugnante, el más odioso de la esclavitud asalariada del proletariado, se ha extendido tan escandalosamente como bajo el reino del capitalismo.

Las obreras, las campesinas, son esclavas en la familia no únicamente porque sobre ellas pesa el poder del marido, también porque la fábrica, que las arranca de su hogar familiar, no las libera al mismo tiempo de las preocupaciones de la maternidad y de la economía doméstica, con lo que transforma esa maternidad en una pesada cruz insoportable. Mientras exista el poder burgués, la obrera, la campesina, no podrá escapar de esa triple servidumbre, que es la base sobre la que reposa el régimen capitalista y sin la que no puede existir.

El poder soviético, el poder del proletariado, abre ampliamente las puertas ante la mujer y le da la posibilidad absoluta de emanciparse. La Constitución Soviética ha entregado a las mujeres la totalidad de los derechos políticos y cívicos. Las obreras y las campesinas tienen los mismos derechos de voto que sus compañeros masculinos. Como ellos, pueden elegir y ser elegidas; pueden ocupar el puesto que les convenga en los comités de fábrica, en las instituciones soviéticas, hasta las comisarías del pueblo.

La socialización de la producción, la expropiación de los capitalistas y de los grandes propietarios, conducen hacia la anulación completa de toda explotación y de toda desigualdad económica.

En la Rusia soviética, la obrera de la fábrica o el taller ya no es una esclava asalariada, sino la dueña, provista de todos los derechos que –junto y en igualdad con el obrero– y a través de las instituciones soviéticas y de los sindicatos, organiza, administra, dirige toda la producción y la distribución.

Pasa lo mismo con la familia y el matrimonio. El poder soviético ha realizado ya la igualdad concreta de los derechos del marido y la mujer. El poder del marido, del padre, ya no existe. Las formalidades del matrimonio y del divorcio se han reducido al mínimo, a simples declaraciones de las personas interesadas en los comisariados correspondientes.

El poder soviético ha suprimido toda diferencia de derechos entre el hijo “legítimo” y el “ilegítimo”. De esa manera se ha suprimido una de las peores manifestaciones de la iniquidad burguesa. En la Rusia soviética ya no hay “hijos ilegítimos”. Para ella todos los niños sin distinción son sus futuros ciudadanos, todos tienen derecho a la misma consideración y cuidados. El poder soviético tiende a tomar a su cargo toda su educación e instrucción, desde los primeros días de su nacimiento hasta la edad de 16 ó 17 años. Aspira a tomar a su cargo todo el cuidado de los niños.

Bajo el reino del capitalismo, a los hijos de los proletarios, desde la más tierna infancia, la fábrica y el taller los privaba de los cuidados maternos, mientras el gobierno burgués no manifestaba ninguna preocupación por ello. Por culpa de ello, los niños proletarios se atrofiaban física y moralmente, languidecían, morían.

El poder soviético, en estos momentos, y a pesar de la desorganización, el bloqueo, las agresiones ininterrumpidas de los guardias blancos, de las dificultades inauditas, ya asegura parcialmente el mantenimiento público de los niños (una parte de los productos se entrega gratuitamente con la tarjeta infantil; se han creado comedores y cantinas escolares gratuitos). La instrucción es en su totalidad gratuita, desde la escuela elemental hasta la universidad y las escuelas superiores. Se han creado guarderías y parvularios. En las escuelas se provee a los niños de zapatos y vestidos. La previsión social se amplía constantemente bajo la forma de protección de la maternidad, de la infancia, de creación de casas y hogares infantiles, de guarderías, de parvularios.

Se ha prohibido el trabajo infantil hasta los 16 años. De 16 a 18 años los jóvenes no trabajan más de 6 horas al día. Se libera a las madres de todo trabajo durante ocho semanas antes de dar a luz y otras tantas después; y durante todo este tiempo se les paga una cantidad que equivale a su salario habitual. Además, se han aprobado una serie de decretos que protegen a la mujer embarazada y sobre la protección general de la mujer en el trabajo.

Actualmente, lo repito, a pesar de las dificultades desconocidas hasta ahora, se puede decir con seguridad que en la Rusia soviética los cuidados de la madre y el niño están mejor organizados que en ningún sitio. Y no son más que los primeros pasos. Además, gracias a la creación de los comedores públicos, la cocina desaparece poco a poco de la economía doméstica. La cocina casera, tan glorificada por los burgueses, pero que desde el punto de vista de la economía no es en absoluto adecuada al objetivo, es para las campesinas y en especial para las obreras un castigo insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases: la cocina doméstica, en el régimen burgués, es uno de los mejores aliados del capital contra el obrero, al favorecer la ignorancia y el retraso de las obreras.

El régimen soviético es el régimen de transición del capitalismo al comunismo, un objetivo que es imposible de realizar sin la emancipación absoluta de todos los explotados y entre ellos de las mujeres. Esta es la razón por la que bajo los sóviets se rompen y vuelan en pedazos las cadenas que, durante siglos han oprimido a la obrera y la campesina. Desde los primeros días que siguieron a la Revolución de Octubre, las obreras comprendieron perfectamente que para ellas se abría una nueva era de plena emancipación. En sus primeras conferencias (conferencia de Moscú, en mayo de 1918, conferencia de la provincia de Moscú, en junio de 1918, y conferencia pan-rusa en noviembre de 1918, a la que asistieron más de mil delegadas en representación de más de un millón de proletarias) las obreras constataron este hecho. En su resolución sobre la cuestión familiar, la conferencia de la provincia de Moscú indica que, con el paso del poder a manos de los sóviets, se ha vuelto posible no sólo la completa emancipación política y cívica de las obreras, sino también la supresión completa de su esclavitud del sexo y la familia y que ahora lo que corresponde es dilucidar y elaborar las condiciones de esa emancipación.

En las resoluciones del congreso pan-ruso, en el apartado de las tareas de la obrera, se dice entre otras cosas. “El poder soviético, tras haber establecido la emancipación integral de toda la clase obrera, tras haber realizado la igualdad de derechos del hombre y la mujer, ha convertido a las obreras y a los obreros en los dueños absolutos de la vida, al darles la posibilidad de organizarla desde las necesidades de la clase obrera y de las clases pobres de la ciudad y el campo. Con la Revolución de Octubre, tras el paso del poder a manos de los sóviets, la liberación completa de las obreras mediante la supresión de las viejas formas de la familia y la economía doméstica, no sólo se ha vuelto posible, sino que es una de las condiciones necesarias de la instauración del socialismo.”

En esta misma resolución se formulan de la manera siguiente las tareas que se plantean a las obreras de la Rusia soviética: “La primera conferencia pan-rusa de las obreras constata una vez más que para ellas no hay tareas específicamente femeninas, distintas de las tareas comunes del proletariado, porque las condiciones de su emancipación son las mismas de las del proletariado en su conjunto, es decir, la revolución proletaria y el triunfo del comunismo...en el momento en que la revolución socialista universal se desarrolle, lo que exige la mayor de las tensiones de todas las fuerzas proletarias tanto para el desarrollo y la defensa de la revolución rusa como para la organización socialista. Cada obrero, cada obrera ha de convertirse en un soldado de la revolución, dispuesto a entregar todas sus fuerzas para el triunfo del proletariado y el comunismo; en consecuencia, la tarea esencial de la obrera es la participación más activa en todas las formas y aspectos de la lucha revolucionaria, tanto en el frente como en la retaguardia, tanto en la propaganda y agitación como en la lucha armada directa... Además, constatando que las viejas formas de la familia y la economía doméstica son un pesado fardo para la obrera y le impiden convertirse en combatiente de la revolución y del comunismo, y que estas formas sólo pueden ser abolidas mediante la creación de nuevas formas de economía, la conferencia considera que la obrera, tomando parte activa en todas las manifestaciones de la nueva organización, debe introducir en ella una atención especial a la creación de nuevas formas de alimentación, de reparto público, gracias a las cuales sea abolida la vieja servidumbre familiar.”

En la resolución sobre el partido comunista se llama a las obreras a convertirse, no solo de manera nominal, sino en realidad, en miembros del partido comunista y a entrar en las filas de las organizaciones correspondientes, donde la obrera y la campesina puedan comprender el programa del partido comunista y llegar a ser miembros conscientes de este partido.

En la resolución sobre la revolución internacional, la conferencia, al indicar que en las llamas de la insurrección mundial de las obreras y obreros se consumen el viejo modo capitalista y con él la esclavitud de la mujer, invita a las obreras y campesinas de todos los países a levantarse bajo la bandera del partido comunista para alcanzar la victoria de la revolución universal. En esta misma resolución de la conferencia pan-rusa, en el apartado de la familia burguesa y capitalista, que para la mujer era un yugo... “La Economía colectiva debe reemplazar a la economía doméstica y liberar a la obrera de sus funciones de ama de casa. La educación y el cuidado de los niños por cuenta del gobierno obrero (en las guarderías, parvularios, campamentos, etc.) deben suprimir las preocupaciones materiales del padre y la madre… Una unión libre, pero sólida por los lazos espirituales de camaradería de dos ciudadanos iguales del Estado obrero, este es el nuevo matrimonio proletario.”

Respecto a la prostitución, la resolución se pronuncia de esta manera: “...partiendo de que las raíces de la prostitución están profundamente ancladas en la sociedad capitalista, la primera conferencia pan-rusa de las obreras y campesinas pobresinvita a combatir la prostitución no solo con el cierre de las casas de tolerancia, no solo con el castigo a los proxenetas, sino con la extirpación de todo el legado del régimen capitalista por medio de la puesta en práctica de la maternidad segura, de la educación de los niños y de la substitución de la familia burguesa por el matrimonio libre...”

Las obreras han comprendido perfectamente que sus nuevos derechos y nuevas libertades únicamente servirán realmente al desarrollo y la victoria de la revolución cuando no solo una pequeña vanguardia, sino las masas de obreras mismas sean arrastradas a tomar parte activa en la vida del partido y de los sóviets y, en consecuencia, ante las obreras de vanguardia se plantea precisamente la tarea de arrastrar a esta masa a la lucha revolucionaria por el comunismo. No es una de las tareas más fáciles. Se trata de hacer que se interesen en la lucha revolucionaria, en la obra de organización, de administración, los elementos mas atrasados, más ignorantes de las masas obreras; hay que conquistar el bajo pueblo que hasta ahora, en todos los países, ofrece un terreno poco propicio a la agitación y la propaganda y al que todavía no se ha conseguido ganar en ningún sitio.

Bajo el reino del capitalismo, las obreras y campesinas están complemente alejadas de toda vida pública y política, tanto por las condiciones de la vida de la familia burguesa como por su ausencia de derechos políticos. Por culpa de esto, con el paso del poder a manos de los sóviets, cuando la clase obrera se ha puesto a la obra de administración y la obra compleja y difícil de la nueva organización, las obreras en su conjunto se han mostrado todavía más inexpertas que los obreros. Para atraer con éxito a las obreras a la causa común, era necesario ayudarlas, en primer lugar, a aprender cómo trabajar, hacerles comprender dónde y cómo pueden emplear sus fuerzas. Era necesario elaborar nuevos métodos de propaganda, nuevas maneras de abordar a las obreras y campesinas, adaptadas a sus particularidades sicológicas y a las nuevas tareas que les esperan. Aquí la propaganda para la acción adquiere un significado especial, es decir, la propaganda que conducirá directamente a las obreras y campesinas a tomar parte en tal o cual organización soviética u otro trabajo.

Se han organizado asambleas de delegadas obreras que han dado muy buenos resultados en ese sentido. Estas asambleas de delegadas están formadas por representantes de todas las fábricas y talleres de una comarca dada, elegidas en reuniones generales de las diferentes empresas. Las asambleas de delegadas son instituciones gracias a las cuales las obreras aprenden en la práctica cómo debe ser llevada la acción soviética, cómo emplear sus fuerzas y su energía revolucionaria en la lucha común del proletariado y en la organización. Por otra parte, estas asambleas son un excelente enlace entre las instituciones soviéticas y las masas obreras.

Las delegadas se dividen en grupos de personas que trabajan en tal o cual sección soviética (hasta ahora, sobre todo, en la seguridad en el trabajo, en la instrucción pública, en la salud preventiva) y allí llevan una acción para la inspección y el control de los asilos, de los refugios, de las guarderías, de las escuelas para enseñar a leer y escribir a los adultos y otras, así como para su creación; para el control y la inspección de los comedores y de las cocinas y para la eliminación de los abusos y desórdenes; para la observación en las escuelas del reparto regular de zapatos y vestidos; para la recogida de información para los inspectores de trabajo; para el control de una aplicación perfecta de los reglamentos sobre la protección en el trabajo de la mujer y del niño; organización de las ambulancias y los hospitales y cuidados y visitas a los heridos y enfermos; inspección y control de los cuarteles, participación en las milicias; acción para la justa distribución de la ración de los guardias rojos, para empujar a los obreros a tener una participación más activa en todas las formas de dirección y de administración de la producción, etc.

Por su parte, las secciones ponen a las obreras al corriente de sus trabajos, las hacen entrar en las escuelas y en los cursos que imparten para tal o cual rama del trabajo soviético (cursos de prevención social, de instrucción preescolar, de enfermeras rojas, de auxiliar de enfermería, etc.). Además, las delegadas son parte activa en todas las compañas que lleva el partido o los sóviets (calefacción, nueva cosecha, aprovisionamiento, cuidado de los heridos, lucha contra las epidemias, trenes de agitación en las provincias, etc.).

Las asambleas de delegadas se reúnen dos o cuatro veces al mes. En estos últimos tiempos, en Moscú y en algunas otras localidades, se ha rebajado la ratio de representación; ahora las delegadas son elegidas en razón de una por cada veinte obreras. De esta manera, a través de las asambleas de delegadas, se consigue ganar a las grandes masas de obreras que poco a poco se convierten en reservas de las que el partido y los sóviets pueden obtener fuerzas renovadas. Las “semanas del partido” lo han demostrado abundantemente. En Moscú, por ejemplo, donde durante la semana del partido se han inscrito cerca de 15.000 nuevos miembros, entre ellos algunos miles de obreras, un gran porcentaje provino precisamente de las asambleas de delegadas.

Las conferencias de obreras sin partido tienen una gran importancia de propaganda; en las diferentes ciudades, gobernaturas o distritos, se reúnen tres o cuatro veces al mes (en toda Rusia sólo se ha convocado una conferencia, el año pasado). Estas conferencias se han revelado como un excelente medio para agitar y despertar a las masas que continúan alejadas del movimiento y, en este dominio, han dado buenos resultados (ahora las campesinas están interesadas en estas conferencias). En el último octubre, por ejemplo, en Moscú, se ha reunido una conferencia de mujeres sin partido a la que han asistido más de 3.000 delegadas, en representación de 60.000 obreras moscovitas (en Moscú hay alrededor de 180.000 obreras).

La propaganda y la agitación se hacen también con la palabra y por la prensa. Casi en cada órgano del partido aparece la “página de la obrera”. Podemos decir sin ninguna exageración (independientemente de los defectos y lagunas de nuestra acción) que los resultados obtenidos durante este año han sobrepasado nuestras expectativas. Hace un año no existía más que un pequeño grupo de obreras conscientes; el espíritu del resto de la masa obrera era revolucionario, pero todavía instintivo, inconsciente, desorganizado.

Actualmente, hemos formado cuadros suficientemente numerosos de obreras conscientes -miembros del partido comunista- que en el curso de este año han conseguido cumplir este o aquel trabajo soviético o del partido. Se han formado obreras propagandistas de gran talento y en este momento hay en vías de educación grupos de obreras publicistas. El movimiento de las obreras ya ha ganado las grandes masas y se ha convertido en una fuerza política considerable. Petrogrado, Moscú y las gobernaturas de Moscú y de Ivano-Voznecensk son los lugares donde mejor ha funcionado el trabajo. En las otras gobernaturas se han entablado acciones que en ciertas localidades funcionan suficientemente bien. En la conferencia pan-rusa de las organizaciones del partido para el trabajo entre las mujeres se reunieron las representantes de 28 gobernaturas; las del Ural, Ufa, Orenburg y Astraján no pudieron llegar, aunque también allí se ejecutan acciones. De hecho, el movimiento de las obreras abarca toda Rusia.

Las obreras han demostrado magníficas capacidades de organización y de trabajo. Han conseguido, pese a las dificultades, prestar una buena ayuda a las secciones soviéticas, crear un número importante de guarderías y parvularios, de escuelas, de comedores públicos, etc. y en la medida en que el obrero está obligado a ir al frente, en el ejército rojo, para defender el poder soviético contra las agresiones de Denikin, de Yudénitch, de los imperialistas de la Entente, la obrera lo reemplaza en la fábrica y en los sóviets, los sindicatos, la milicia, etc. Y han sido numerosas las obreras que han querido ir al frente a batirse codo con codo con los obreros contra los guardias blancos.

Durante este año las obreras se han persuadido definitivamente de que para tener la posibilidad de organizar tranquilamente una vida nueva, para terminar con la crisis del transporte y alimentaria, se necesita acabar ante todo con el ejército de los Yudénitch y de los Denikin; se necesita dar el golpe definitivo a la burguesía y liquidar los intentos de estrangular el poder soviético. Por esa razón, las obreras, en el curso de estos últimos meses, han centrado la mayor parte de su atención a un amplio apoyo al ejército rojo.

Ahora que le estamos dando a Denikin el golpe decisivo, de nuevo podrán entregar más fuerzas a otras tareas, naturalmente sin olvidar ni un momento su acción sobre el ejército rojo. Frente al enemigo imperialista, la proletaria se ha mostrado verdaderamente digna de su camarada proletario. Ha estado siempre dispuesta a todo tipo de sacrificios, con tal de acabar con las fuerzas de la burguesía. A los obreros les dice: “Ciertamente esto es, para nosotras, difícil, penoso, pero id al frente, no penséis en nosotras, os reemplazaremos, lo conseguiremos”. Durante la última ofensiva de Denikin, las obreras de Tula declararon, en una resolución tomada por unanimidad, que Denikin sólo entraría en Tula sobre sus cadáveres. Declaraciones como éstas se hicieron en muchas otras ciudades. Contra Denikin y Yudénitch, se ha levantado toda la Rusia obrera, dispuesta a todos los esfuerzos y a los peores sufrimientos sólo para salvaguardar el poder soviético.

El poder soviético enraíza en lo más profundo de la clase obrera. Para su defensa, ha sabido sublevar a los elementos más retrasados y oscuros. Y ésta es la mejor garantía de su solidez y su imbatibilidad. Las mujeres burguesas odian el poder soviético y se esfuerzan, tanto como pueden, en desacreditarlo a los ojos de las masas, utilizando para ello las mentiras, incluso las más inverosímiles y ridículas. El último otoño, los representantes de los círculos imperialistas franceses e ingleses han puesto en circulación la calumnia odiosa y estúpida de que el poder soviético “ha socializado” o “nacionalizado” a las mujeres. En esta ocasión, la alta y no tan alta sociedad de París y Londres ha creído necesario dirigirse solemnemente al tigre imperialista Clemenceau, rogándole que defienda a las mujeres rusas contra la bestialidad del poder soviético. Semejante acusación contra los comunistas no es una novedad. Marx, en el “Manifiesto

Comunista” , ya desmontó y ridiculizó en términos insuperables esta invención burguesa. Y es una verdadera vergüenza que el representante de la II Internacional, Kautsky, haya tenido la impudicia de defender y repetir esta innoble calumnia contra el poder soviético.

Todos estos intentos de separar a las obreras y de sublevarlas contra la revolución no conducirán a nada. Entre las obreras de los otros países, la Constitución, los decretos del poder soviético, toda su actividad, lo mismo que las resoluciones y declaraciones de las propias obreras rusas, son la mejor y la más irrefutable de las respuestas. Los señores de la II Internacional solo han ganado con todo esto el odio y el desprecio de las obreras de todo el país. Cada obrera de Rusia responderá a esos señores algo así como: bajo el régimen del capitalismo, nosotras éramos esclavas, se traficaba con nosotras en el matrimonio y fuera de él. Bajo el reino del poder soviético, hemos sido las primeras en librarnos de nuestro pesado fardo, en sentirnos libres. Lo que nos parecía que era un sueño lejano, un cuento espléndido que no nos atrevíamos a creer, ahora se ha hecho posible, palpable, realizable y desde ahora ya empezamos a instaurar el comunismo.¡Es ridículo pedirnos que volvamos atrás!...Sean cuales sean los esfuerzos de las damas de la burguesía y de sus auxiliares de la II Internacional, no conseguirán desviar a la obrera de su camino. Porque ya ha hecho su elección. ¡Ella va con el poder soviético, con la III Internacional, contra ustedes, señores!