Discurso a la tercera conferencia de dirigentes de los Departamentos Regionales de la Mujer de toda Rusia, 1921
Camaradas, la cuestión de la prostitución es un tema difícil y espinoso al que se le ha prestado muy poca atención en la Rusia soviética. Esta oscura herencia de nuestro pasado capitalista continúa envenenando el ambiente de la república de los trabajadores y afecta a la salud física y moral de los obreros de la Rusia soviética. Es cierto que en tres años de revolución la naturaleza de la prostitución ha variado un poco bajo la presión de las cambiantes condiciones económico-sociales. Pero estamos todavía lejos de librarnos de este mal. La prostitución sigue existiendo y amenaza el sentimiento de solidaridad y camaradería entre los obreros y las obreras, los miembros de la república de los trabajadores. Y este sentimiento es el cimiento, la base de la sociedad comunista que estamos construyendo y haciendo realidad. Es hora de que afrontemos este problema. Es hora de que reflexionemos y atendamos a los motivos que dan lugar a la prostitución. Es hora de que encontremos formas y medios de deshacernos de una vez por todas de este mal, para el cual no hay lugar en una república de los trabajadores.
Nuestra república de los trabajadores hasta ahora no ha aprobado leyes enfocadas a la erradicación de la prostitución, y ni siquiera ha publicado una redacción prestigiosa y científica de la consideración de que la prostitución es algo que perjudica al colectivo. Sabemos que la prostitución es un mal, hasta reconocemos que, en este momento, en este período de transición tan complejo, la prostitución se ha vuelto extremadamente común. Pero hemos dejado de lado el asunto, nos hemos quedado callados al respecto. En parte por las actitudes hipócritas que hemos heredado de la burguesía, y en parte por nuestra propia reticencia a considerar y ponernos de acuerdo sobre el perjuicio que causan el incremento y la extensión masiva de la prostitución en el colectivo obrero. Y nuestra desgana en la lucha contra la prostitución se ha visto reflejada en nuestra legislación.
Hasta ahora no hemos aprobado ningún estatuto que reconozca la prostitución como un fenómeno social perjudicial. Cuando las viejas leyes zaristas fueron derogadas por el Consejo de Comisarios del Pueblo, se suprimieron todos los estatutos sobre la prostitución. Pero no se presentaron nuevas medidas basadas en los intereses del pueblo trabajador. Por consiguiente, la política de las autoridades soviéticas hacia las prostitutas y la prostitución se ha caracterizado por su diversidad y sus contradicciones. En algunas áreas la policía todavía detiene a prostitutas igual que en los viejos tiempos. En otros lugares, subsisten burdeles muy abiertamente (la Comisión Interdepartamental para la Lucha contra la Prostitución tiene datos sobre esto). Y hay otros sitios donde las prostitutas son consideradas criminales y son recluidas en campos de trabajos forzados. Las diferentes actitudes de las autoridades locales resaltan así la ausencia de un estatuto reconocido ya redactado. Nuestra actitud vaga hacia este complejo fenómeno social es la responsable de algunas distorsiones y desviaciones de los principios subyacentes a nuestra legislación y moral.
Debemos por tanto no sólo encarar el problema de la prostitución sino buscar una solución que esté en la línea de nuestros principios fundamentales y el programa de transformación económica y social que sigue el partido de los comunistas. Debemos, sobre todo, definir claramente qué es la prostitución. La prostitución es un fenómeno que está estrechamente ligado a las rentas, y se desarrolla y prospera en la época dominada por el capital y la propiedad privada. Las prostitutas, desde nuestro punto de vista, son mujeres que venden su cuerpo a cambio de beneficio material —por comida decente, por ropa y otras ventajas—; son prostitutas todas aquellas que evitan la necesidad de trabajar entregándose a sí mismas a un hombre, ya sea por un tiempo o de por vida.
Nuestra república soviética de trabajadores ha heredado la prostitución del pasado capitalista, donde sólo un pequeño número de mujeres trabajaban directamente en la economía nacional y la mayoría contaba con el sostén masculino de la familia, con el padre o el marido. La prostitución surgió con los primeros Estados como una sombra inevitable de la institución oficial del matrimonio, que estaba concebido para preservar los derechos de la propiedad privada y garantizar la herencia de la propiedad a través de un linaje de herederos legítimos. La institución del matrimonio hizo posible impedir que la riqueza acumulada fuera desperdigada entre un gran número de “herederos”. Pero hay una gran diferencia entre la prostitución de Grecia y Roma y la prostitución que conocemos hoy. En los tiempos antiguos el número de prostitutas era pequeño, y no existía esa hipocresía, esencia de la moral del mundo burgués, que fuerza a la sociedad burguesa a quitarse el sombrero respetuosamente ante la “legítima esposa” de un magnate industrial (la cual obviamente se ha vendido a un marido al que no ama) para repudiar a una chica que ha sido forzada a las calles a causa de la pobreza, la indigencia, el desempleo y otras situaciones sociales que se derivan de la existencia del capitalismo y la propiedad privada. El mundo antiguo tenía la prostitución como el complemento legal a las relaciones exclusivamente familiares. Aspasia, la amante de Pericles, era respetada por sus contemporáneos mucho más que las insulsas mujeres del aparato de reproducción.
En la Edad Media, donde predominaba la producción artesanal, la prostitución era aceptada como algo natural y legítimo. Las prostitutas tenían sus propios gremios y participaban en festivales y actividades locales de igual manera que los otros gremios. La prostituta aseguraba que las hijas de los respetables ciudadanos permanecieran castas y sus mujeres fieles, ya que los hombres solteros podían, por una retribución, acudir a las miembros del gremio para obtener consuelo. La prostitución se tornaba así beneficiosa para los respetables propietarios y era abiertamente aceptada por ellos.
Con el ascenso del capitalismo, la situación cambia. En los siglos XIX y XX la prostitución alcanza proporciones amenazantes por primera vez. La venta del trabajo de la mujer, que está estrecha e inseparablemente conectada a la venta del cuerpo femenino, se incrementa ininterrumpidamente, llevando a una situación donde la respetada esposa de un obrero, y no sólo la abandonada y “deshonrada” chica, se une a las filas de la prostitución: una madre por el bien de sus hijos, o una joven como Sonya Marmeladova por el bien de su familia. Este es el horror y la desesperanza que resulta de la explotación del trabajo por el capital. Cuando los salarios de una mujer son insuficientes para mantenerla viva, la venta de favores parece una posible ocupación complementaria. La moral hipócrita de la sociedad burguesa fomenta la prostitución por la estructura de su economía explotadora, mientras que al mismo tiempo cubre con desprecio a cualquier chica o mujer que es forzada a tomar este camino.
La sombra negra de la prostitución acecha al matrimonio legal de la sociedad burguesa. La historia nunca antes ha presenciado tal crecimiento de la prostitución como ha ocurrido en la última parte del siglo XIX y el siglo XX. En Berlín hay una prostituta por cada veinte de las llamadas mujeres honestas. En París la proporción es de una de cada dieciocho y en Londres de una de cada nueve. Existen diferentes tipos de prostitución: existe una prostitución abierta, que es legal y está sujeta a regulación, y está el tipo secreto, “temporal”. Todas las formas de prostitución florecen como una flor venenosa en los barrizales del estilo de vida burgués.
El mundo de la burguesía no perdona ni a las niñas, forzando a las chicas jóvenes de nueve y diez años a los sórdidos abusos de ancianos ricos y depravados. En los países capitalistas hay burdeles que se especializan exclusivamente en chicas jovencísimas. En el actual período de posguerra, toda mujer tiene que afrontar la posibilidad del desempleo. El paro azota a la mujer en particular y causa un enorme incremento del ejército de las “mujeres callejeras”. Masas hambrientas de mujeres en busca de compradores de “blancas” inundan de noche las calles de Berlín, París y otros centros desarrollados de los Estados capitalistas. El comercio con los cuerpos de mujeres se desarrolla muy a la luz, lo cual no debe sorprendernos si consideramos que toda la vida burguesa está basada en la compra y la venta. Hay un elemento innegable de consideraciones materiales y económicas incluso en el más legal de los matrimonios. La prostitución es la única salida para la mujer que no puede mantenerse permanentemente. La prostitución bajo el capitalismo les da la oportunidad a los hombres de tener relaciones sexuales sin tener que asumir la responsabilidad de mantener a las mujeres hasta la tumba.
Pero si la prostitución tiene tanto arraigo y está tan extendida, hasta en la misma Rusia, ¿cómo debemos luchar contra ella? Para responder a esta cuestión debemos primero analizar con más detalle los factores que hacen surgir la prostitución. A la ciencia burguesa y sus académicos les encanta demostrar al mundo que la prostitución es un fenómeno patológico, por ejemplo, que es el resultado de las anormalidades de algunas mujeres. Del mismo modo que algunas personas son criminales por naturaleza, algunas mujeres, se argumenta, son prostitutas por naturaleza. Independientemente de dónde o cómo pudieran haber vivido estas mujeres, se habrían dedicado a una vida de pecadoras. Los marxistas y los académicos, médicos y especialistas en estadísticas más conscientes han demostrado claramente que la idea de la “disposición innata” es falsa. La prostitución es sobre todo un fenómeno social; estrechamente conectado a la necesitada posición de la mujer y su dependencia económica con respecto al hombre en el matrimonio y la familia. Las raíces de la prostitución están en la economía. La mujer, por un lado, está en una posición económicamente vulnerable y, por el otro, condicionada por siglos de educación para esperar favores materiales de un hombre a cambio de favores sexuales —ya se den éstos dentro o fuera de la atadura del matrimonio—. Esta es la raíz del problema. Aquí está el origen de la prostitución.
Si los académicos burgueses de la escuela Lombroso-Tarnovsky estuviesen en lo cierto al mantener que las prostitutas nacen con el sello de la corrupción y la anormalidad sexual, ¿cómo se explicaría algo que es bien sabido por todos: que en tiempos de crisis y desempleo el número de prostitutas se incrementa inmediatamente? ¿Cómo se explicaría que los proveedores de “mercancía humana” que llegaban a la Rusia zarista provenientes de otros países de Europa occidental siempre encontraban una buena cosecha en zonas donde los cultivos habían sido un fracaso y la población estaba sufriendo de hambre, mientras que venían con nuevos empleados desde lejanas regiones de abundancia? ¿Por qué tantas de las mujeres que supuestamente están destinadas por naturaleza a la ruina sólo se han dado a la prostitución en años de hambre y desempleo?
Es también significativo que en los países capitalistas la prostitución recluta a sus empleados de entre los sectores desposeídos de la población. Trabajo mal pagado, indigencia, pobreza extrema y la necesidad de mantener a los hermanos y hermanas más pequeños: estos son los factores causantes del mayor número de prostitutas. Si las teorías burguesas sobre la disposición innata corrupta y criminal fueran ciertas, entonces todas las clases de la población deberían contribuir igualmente a la prostitución. Debería haber la misma proporción de mujeres corruptas entre los ricos y entre los pobres. Pero las prostitutas profesionales, mujeres que viven de sus propios cuerpos, son contratadas de las clases pobres con raras excepciones. La pobreza, el hambre, la privación y las flagrantes desigualdades sociales, que son la base del orden burgués, conducen a estas mujeres a la prostitución.
También se puede señalar que las prostitutas en los países capitalistas tienen en su mayoría entre 13 y 20 años, de acuerdo con las estadísticas. Las niñas y las mujeres jóvenes, en otras palabras. Y la mayoría de estas chicas están solas y sin hogar. Las niñas criadas en ambientes ricos que tienen una estupenda familia burguesa que las protege rara vez caen en la prostitución. Las excepciones son generalmente víctimas de trágicas circunstancias. Por lo común son víctimas de la “doble moral” hipócrita. La familia burguesa abandona a la chica que ha “pecado” y ella —sola, sin mantenimiento y estigmatizada por el desprecio de la sociedad— ve en la prostitución la única salida.
Podemos por tanto enumerar como factores causantes de la prostitución: los salarios bajos, las desigualdades sociales, la dependencia económica de la mujer respecto al hombre, y la mala costumbre por la cual las mujeres esperan ser mantenidas a cambio de favores sexuales en vez de a cambio de su trabajo.
La revolución obrera en Rusia ha destrozado las bases del capitalismo y ha asestado un duro golpe a la antigua dependencia de la mujer respecto al hombre. Todos los ciudadanos son iguales ante la comunidad del trabajo. Están obligados por igual a trabajar por el bien común y son aptos por igual para el apoyo del colectivo cuando lo necesiten. Una mujer se mantiene no mediante el matrimonio sino por el papel que juega en la producción y por la contribución que realiza a la riqueza popular. Las relaciones entre los sexos se están transformando. Pero todavía somos prisioneros de las viejas ideas. Además, la estructura económica está lejos de ser completamente organizada de un modo nuevo, y el comunismo queda aún muy lejos. En este período de transición es natural que la prostitución siga teniendo un fuerte arraigo. Al fin y al cabo, aunque las causas principales de la prostitución —la propiedad privada y la política de fortalecimiento de la familia— han sido eliminadas, otros factores tienen peso. La indigencia, el abandono, las condiciones insalubres en las viviendas, la soledad y los bajos salarios para la mujer se mantienen en nuestros días. Nuestro aparato productivo sigue desplomado y continúa la dislocación de la economía nacional. Estas y otras condiciones económico-sociales llevan a la mujer a prostituirse.
Luchar contra la prostitución significa sobre todo luchar contra estas condiciones, en otras palabras, significa apoyar la política general del gobierno soviético, que está dirigida al fortalecimiento de las bases del comunismo y la organización de la producción.
Algunos podrían decir que no se necesita ninguna campaña especial, puesto que la prostitución estará fuera de lugar una vez que el poder de los obreros y las bases del comunismo estén fortalecidos. Este tipo de argumento no tiene en cuenta el efecto dañino y divisor que tiene la prostitución en la construcción de una nueva sociedad comunista.
La consigna correcta fue formulada en el I Congreso de la Mujer Obrera y Campesina de Toda Rusia: “Una mujer de la república obrera soviética es una ciudadana libre con iguales derechos, y no puede ni debe ser objeto de compra y venta”. La consigna se proclamó, pero no se hizo nada. Sobre todo la prostitución perjudica la economía nacional y obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas. Sabemos que sólo podemos superar el caos y mejorar la industria si empleamos los esfuerzos y las energías de los obreros y si organizamos la fuerza de trabajo disponible de los hombres y las mujeres de la manera más racional posible. ¡Abajo el trabajo improductivo de las tareas domésticas y del cuidado de los niños! Abrir paso al trabajo que está organizado y es productivo, y que sirve a la comunidad del trabajo. Estas son las consignas que nos deben ocupar.
¿Y qué es, después de todo, la prostituta profesional? Es una persona cuya energía no es usada por y para el colectivo; una persona que vive de los demás, tomando de las raciones de los demás. ¿Se puede permitir esto en una república de los trabajadores? No. No puede ser permitido, porque reduce las reservas de energía y el número de las manos laboriosas que están creando la riqueza nacional y el bienestar general. Desde el punto de vista de la economía nacional la prostituta profesional es una desertora del trabajo. Por esta razón debemos oponernos sin compasión a la prostitución. Por los intereses de la economía debemos empezar una lucha inmediata por reducir el número de prostitutas y eliminar la prostitución en todas sus formas.
Es hora de que entendamos que la existencia de la prostitución contradice los principios básicos de una república de los trabajadores que lucha contra toda forma de salario inmerecido. En los tres años de revolución nuestras ideas sobre este tema han cambiado mucho. Una nueva filosofía, que tiene poco en común con las viejas ideas, está forjándose. Hace tres años considerábamos a un comerciante una persona totalmente respetable. Asegurándonos de que sus cuentas estaban en orden y no engañaba ni estafaba a su cliente de una forma demasiado clara, era recompensado con el título de “comerciante de primera”, “estimado ciudadano”, etc.
Desde la revolución las actitudes hacia el comercio y los comerciantes han cambiado radicalmente. Ahora llamamos al “comerciante honrado” un especulador, y en vez de recompensarlo con títulos honorarios lo llevamos ante una comisión especial y lo ponemos en un campo de trabajos forzados. ¿Por qué hacemos esto? Porque sabemos que solamente podemos construir una nueva economía comunista si todos los ciudadanos adultos se implican en el trabajo productivo. La persona que no trabaja y que vive de alguien o de un salario inmerecido perjudica al colectivo y a la república. Nosotros, por tanto, perseguimos a los especuladores, a los comerciantes y a los acaparadores, ya que todos viven de las rentas. Debemos luchar contra la prostitución como otra forma de deserción laboral.
Por tanto, no condenamos la prostitución y luchamos contra ella como una categoría especial sino como un tipo de deserción laboral. Para nosotros en la república de los trabajadores no es importante si una mujer se vende a un hombre o a muchos, si está considerada como una prostituta profesional vendiendo sus favores a unos clientes o como esposa vendiéndose a su marido. Todas las mujeres que evitan el trabajo y no toman parte en la producción o en el cuidado de los niños se exponen a la posibilidad de que, al igual que a las prostitutas, se las fuerce a trabajar. No podemos diferenciar entre una prostituta y una esposa legítima mantenida por su esposo, quienquiera que sea su marido —incluso si es un “comisario”—. El fracaso a la hora de formar parte del trabajo productivo es el hilo común que conecta a todos los desertores del trabajo. El colectivo obrero condena a la prostituta no porque entregue su cuerpo a muchos hombres sino porque, igual que la esposa legítima que se queda en casa, no hace ningún trabajo útil para la sociedad.
La segunda razón para organizar una campaña deliberada y planificada contra la prostitución es la de salvaguardar la salud del pueblo. La Rusia soviética no quiere que la enfermedad paralice y debilite a sus ciudadanos y reduzca su capacidad de trabajo. Y la prostitución extiende enfermedades venéreas. Por supuesto, no es el único medio por el cual la enfermedad se transmite. El hacinamiento, la ausencia de hábitos de higiene, la vajilla y las toallas comunes también contribuyen. Además, en esta época de normas morales cambiantes y particularmente cuando hay también un continuo movimiento de tropas de un sitio a otro, se registra un intenso ascenso en el número de casos de enfermedades venéreas que tuvieron lugar al margen de la prostitución comercial. La guerra civil, por ejemplo, está arrasando en las fértiles regiones del sur. Los cosacos fueron abatidos y han regresado con los Blancos. Las mujeres se quedan solas en las aldeas. Tienen abundancia de todo excepto de maridos. Las tropas del Ejército Rojo entran en la aldea. Son alojados en las casas y se quedan varias semanas. Se desarrollan relaciones libres entre los soldados y las mujeres. Estas relaciones no tienen nada que ver con la prostitución: la mujer va con el hombre voluntariamente porque se siente atraída por él, y no hay ningún pensamiento de obtener ganancia material de ello. No es el soldado del Ejército Rojo el que mantiene a la mujer sino más bien lo contrario. La mujer cuida de él durante el tiempo en que las tropas se alojan en la aldea. Las tropas se marchan, pero dejan enfermedades venéreas detrás. La infección se extiende. Las enfermedades se desarrollan, se multiplican y amenazan con destrozar a las generaciones más jóvenes.
En una reunión conjunta del departamento de protección de la maternidad y el departamento de la mujer, el profesor Koltsov habló de eugenesia, la ciencia de mantener y mejorar la salud de la humanidad. La prostitución está estrechamente relacionada con este problema, ya que es una de las formas principales en que se extienden las infecciones. Las tesis de la comisión interdepartamental sobre la lucha contra la prostitución señalan que es una tarea urgente el desarrollo de medidas especiales para luchar contra las enfermedades venéreas. Se deben por supuesto dar pasos para tratar todo tipo de enfermedades, y no sólo la prostitución en la forma que la hipócrita sociedad burguesa lo hace. Pero aunque las enfermedades se extiendan hasta cierto punto por las circunstancias cotidianas, no obstante es esencial difundir una clara idea de cuál es el papel que la prostitución juega aquí. La organización correcta de la educación sexual para los jóvenes es especialmente importante. Debemos armar a los jóvenes de información precisa que les permita llegar a la vida con los ojos abiertos. No debemos quedarnos por más tiempo callados ante cuestiones relacionadas con la vida sexual; debemos romper con la falsa e intolerante moral burguesa.
La prostitución no es compatible con la república obrera soviética por una tercera razón: no contribuye al desarrollo y fortalecimiento ni de un carácter de clase ni del proletariado y su nueva moral.
¿Cuál es el atributo fundamental de la clase obrera? ¿Cuál es su arma moral más fuerte en esta lucha? La solidaridad y el compañerismo es la base del comunismo. Hasta que este sentido no se desarrolle ampliamente entre los trabajadores, la construcción de una verdadera sociedad comunista es inconcebible. Los comunistas políticamente más conscientes deberían en consecuencia fomentar el desarrollo de la solidaridad en todos los sentidos y luchar contra los que entorpecen su desarrollo —la prostitución destruye la igualdad, la solidaridad y el compañerismo de las dos mitades de la clase obrera—. Un hombre que compra los favores de una mujer no la ve como una camarada o como una persona con iguales derechos. Ve a la mujer como dependiente de él mismo y como una criatura desigual de rango inferior que es inservible al Estado de los trabajadores. El desprecio que tiene por la prostituta, cuyos favores ha comprado, afecta en su actitud hacia todas las mujeres. El desarrollo de la prostitución, lejos de permitir el incremento del sentimiento de camaradería y de la solidaridad, fortalece la desigualdad de las relaciones entre sexos.
La prostitución es ajena y perjudicial para la nueva moral comunista que está en proceso de formación. La tarea del partido en general y de los departamentos de la mujer en particular debe ser lanzar una amplia y decidida campaña contra esta herencia del pasado. En la sociedad burguesa todos los intentos de luchar contra la prostitución eran un inútil gasto de energía, ya que los dos factores que alimentaban el fenómeno —la propiedad privada y la dependencia material, directa de la mayoría de las mujeres respecto al hombre— estaban firmemente establecidos. En una república de los trabajadores la situación ha cambiado. La propiedad privada se ha abolido y todos los ciudadanos de la república están obligados a trabajar. El matrimonio ha dejado de ser un método mediante el cual la mujer podía encontrar alguien que la mantuviese y así evitar la necesidad de trabajar y de mantenerse a sí misma mediante su propio trabajo. Los grandes factores sociales que daban pie a la prostitución han sido eliminados en la Rusia soviética. Un número de factores secundarios económicos y sociales aún perviven, con los cuales es más fácil acabar. Los departamentos de la mujer deben abordar la lucha con energía y encontrarán un amplio campo para la actividad.
Por iniciativa del Departamento Central, se organizó el año pasado una comisión interdepartamental dedicada a la lucha contra la prostitución. Por varias razones el trabajo de la comisión fue descuidado por un tiempo, pero desde el otoño de este año ha habido señales de vida, y con la cooperación del doctor Goldman y el Departamento Central de la Mujer se ha planeado y organizado trabajo. Se han implicado representantes de los Consejos de Comisarios del Pueblo de salud, trabajo, seguridad social e industria, el departamento de la mujer y la unión de la juventud comunista. La comisión ha impreso las tesis en el Boletín n.º 4, distribuye circulares a todos los departamentos regionales de seguridad social que esbozan un plan para establecer comisiones similares por todo el país, y ha comenzado a poner en marcha una serie de medidas concretas que abarcan los factores que dan lugar a la prostitución.
La comisión interdepartamental considera necesario que los departamentos de la mujer tomen parte activa en esta tarea, ya que la prostitución afecta a las mujeres desposeídas de la clase obrera. Es nuestro trabajo, es el trabajo de los departamentos de la mujer, organizar una campaña de masas en torno a la cuestión de la prostitución. Debemos abordar este tema teniendo en cuenta los intereses del colectivo obrero y asegurar que la revolución dentro de la familia se complete, y que las relaciones entre los sexos se sustenten en una base más humana.
La comisión interdepartamental, como dicen las tesis claramente, es de la opinión de que la lucha contra la prostitución está relacionada fundamentalmente con la realización de nuestra política soviética en el área de la economía y la construcción general. La prostitución será erradicada cuando las bases del comunismo se fortalezcan. Esta es la certeza que determina nuestras acciones. Pero también necesitamos comprender la importancia de crear una moral comunista. Las dos tareas están estrechamente conectadas: la nueva moral la crea una nueva economía, pero no construiremos una nueva economía comunista sin el apoyo de una nueva moral. La claridad y un pensamiento preciso son esenciales en este asunto, y no tenemos nada que temer de la verdad. Los comunistas deben aceptar abiertamente que están teniendo lugar cambios sin precedente en la naturaleza de las relaciones sexuales. Son los cambios en la estructura económica y el nuevo papel que la mujer juega en la actividad productiva del Estado obrero los que han dado vida a esta revolución. En este difícil período de transición, donde se está destruyendo lo viejo y lo nuevo está en proceso de crearse, las relaciones entre sexos a veces se manifiestan como no compatibles con los intereses del colectivo. Pero hay también algo bueno en la diversidad de relaciones que se tienen.
Nuestro partido y los departamentos de la mujer en particular deben analizar las diferentes formas de relaciones para determinar cuáles son compatibles con las tareas generales de la clase revolucionaria y sirven al fortalecimiento del colectivo y sus intereses. Los comunistas deben rechazar todo comportamiento que sea perjudicial para el colectivo. Así es como el Departamento Central de la Mujer ha entendido las tareas de la comisión interdepartamental. No sólo es necesario tomar medidas prácticas para luchar contra la situación y las circunstancias que nutren la prostitución y resolver los problemas de la vivienda y la soledad, etc.; sino también ayudar a la clase obrera a establecer su moral junto a su dictadura.
La comisión interdepartamental señala que en la Rusia soviética la prostitución se practica: a) como una profesión y, b), como un medio de conseguir ingresos complementarios. La primera forma de prostitución es menos común y en Petrogrado, por ejemplo, el número de prostitutas no ha sido reducido significativamente por las detenciones. El segundo tipo de prostitución está extendido en los países capitalistas (en Petrogrado, después de la revolución, de un total de cincuenta mil prostitutas sólo unas seis o siete mil estaban registradas), y continúa bajo distintas apariencias en nuestra Rusia, las mujeres soviéticas intercambian sus favores por un par de botas de tacón alto; las mujeres trabajadoras y las madres de las familias venden sus favores por harina. Las mujeres campesinas duermen con los encargados de los destacamentos anti-especuladores con la esperanza de ahorrarse su comida empaquetada, y las trabajadoras de oficina duermen con sus jefes a cambio de raciones, zapatos, etc., con la esperanza de conseguir un ascenso.
¿Cómo podríamos luchar contra esta situación? La comisión interdepartamental tuvo que afrontar la importante cuestión de si debía hacerse o no de la prostitución un delito. Muchos de los representantes de la comisión se vieron conducidos hacia el punto de vista de que la prostitución debería ser un delito, argumentando que las prostitutas profesionales son verdaderas desertoras del trabajo. Si se aprobaran tales leyes, las detenciones y los campos forzados para las prostitutas se convertirían en política oficial.
El Departamento Central se pronunció firme y absolutamente en contra de esa medida, señalando que, si las prostitutas debieran ser arrestadas sobre tales bases, también debería arrestarse a todas las esposas legítimas que son mantenidas por sus maridos y no contribuyen a la sociedad. La prostituta y el ama de casa son ambas desertoras del trabajo, y no se puede enviar a una a campos de trabajos forzados sin enviar a la otra. Esta fue la posición que tomó el Departamento Central, y fue apoyada por el representante del Comisariado de Justicia. Si tomamos la deserción laboral como norma, no podemos ayudar a sancionar todas las formas de deserción laboral. El matrimonio o la existencia de ciertas relaciones entre los sexos no tienen importancia ni juegan ningún papel en la definición de los delitos en una república del trabajo.
En la sociedad burguesa una mujer está condenada a la persecución no cuando no realiza trabajo alguno en beneficio de la comunidad ni porque se vende por beneficios materiales (dos tercios de las mujeres en la sociedad burguesa se venden a sus legítimos maridos), sino cuando sus relaciones sexuales son informales y de corta duración. El matrimonio en la sociedad burguesa se caracteriza por su duración y por la naturaleza oficial de su registro. La herencia de la propiedad se conserva de esta manera. Las relaciones que tienen una naturaleza temporal y carecen de sanción oficial están consideradas vergonzosas por los intolerantes e hipócritas defensores de la moral burguesa.
¿Podemos nosotros, que defendemos los intereses de los obreros, definir las relaciones temporales y no registradas como delictivas? Por supuesto que no. La libertad en las relaciones entre los sexos no contradice la ideología comunista. Los intereses del colectivo obrero no se ven afectados por la naturaleza temporal o duradera de una relación o porque esté fundamentada en el amor, la pasión o una atracción física pasajera.
Una relación es dañina y ajena al colectivo sólo si se da el negocio material entre sexos, sólo cuando los cálculos mundanos son un sustituto de la atracción mutua. Si el negocio toma la forma de prostitución o de una relación de matrimonio legal no es importante. Estas relaciones dañinas no pueden ser permitidas, ya que amenazan la igualdad y la solidaridad. Debemos por tanto condenar toda prostitución, e ir igual de lejos explicando a estas esposas legítimas que son “mujeres sustentadas” qué lamentable e intolerable papel están jugando en el Estado obrero.
¿Puede la presencia u otra forma de negocio material ser empleado como norma en la determinación de qué es y qué no es un delito? ¿Podemos realmente persuadir a una pareja para que admita si hay un elemento de cálculo en su relación o no? ¿Funcionaría una ley como esta, especialmente teniendo en cuenta que ahora mismo se tienen una gran variedad de relaciones entre los obreros y que las ideas sobre la moral sexual están en constante cambio? ¿Dónde termina la prostitución y dónde empieza el matrimonio de conveniencia? La comisión interdepartamental se opuso a la sugerencia de que las prostitutas deberían ser penadas por prostituirse, por ejemplo por la compra y la venta. Se limitan a sugerir que todo convicto desertor del trabajo se dirija a la red de seguridad social y de allí a la sección del Comisariado encargado de la utilización de la fuerza de trabajo o a los sanatorios y hospitales. La prostituta no es un caso especial; como otras categorías de desertor, sólo es enviada a hacer trabajos forzados si evade el trabajo una y otra vez. Las prostitutas no son tratadas de un modo diferente de los otros desertores del trabajo. Este es un paso importante y valiente, digno de la primera república del trabajo del mundo.
La cuestión de la prostitución como un delito se trató en la Tesis n.º 15. El siguiente problema que tenía que ser afrontado era el de si la ley debería penar a los clientes de la prostitución. Había algunos en la comisión que estaban a favor de esto, pero tuvieron que abandonar la idea, que no se derivaba lógicamente de nuestras premisas fundamentales. ¿Cómo se define a un cliente? ¿Es alguien que compra los favores de una mujer? En ese caso los maridos de muchas esposas legítimas serían también culpables. ¿Quién puede decidir quién es un cliente y quién no? Se sugirió que este problema se estudiara más a fondo antes de que se tomase una decisión, pero el Departamento Central y la mayoría de la comisión estaban en contra de ello. Como representante del Comisariado de justicia, admití que, si no era posible definir con precisión cuándo se había cometido un delito, entonces la idea de penar a los clientes era insostenible. La posición del Departamento Central fue adoptada una vez más.
Pero mientras la comisión aceptaba que los clientes no podían ser penados por la ley, se expresó por la condena moral de aquellos que frecuentaban a prostitutas o que de alguna forma hacían negocio de la prostitución. De hecho las tesis de la comisión señalan que los intermediarios que sacan tajada de la prostitución pueden ser procesados como personas que ganan dinero de otra forma que no es de su propia fuerza de trabajo. Las propuestas legislativas para ello han sido redactadas por la comisión interdepartamental y expuestas al Consejo de Comisarios del Pueblo. Entrarán en vigor próximamente.
Me falta indicar las medidas puramente prácticas que pueden ayudar a reducir la prostitución, y en la implementación de las que el departamento de la mujer puede jugar un papel activo. No hay duda de que los salarios bajos e insuficientes que las mujeres reciben siguen funcionando como uno de los factores reales que empujan a la mujer a la prostitución. Según la ley, los salarios de los trabajadores y las trabajadoras son iguales, pero en la práctica la mayoría de las mujeres son contratadas en trabajos no cualificados. El problema de mejorar sus habilidades mediante el desarrollo de una red de cursos especiales debe ser tratado. La tarea del departamento de la mujer debe ser influir en las autoridades de la educación para que redoblen la provisión de formación vocacional para la mujer trabajadora.
El atraso político de la mujer y su falta de conciencia social es una segunda causa de la prostitución. El departamento de la mujer debería incrementar su trabajo entre la mujer proletaria. La mejor forma de luchar contra la prostitución es elevar la conciencia política de las amplias masas femeninas e involucrarlas en la lucha revolucionaria para construir el comunismo.
El hecho de que la situación de la vivienda no se haya ¬resuelto aún también fomenta la prostitución. El departamento de la mujer y la comisión para la lucha contra la prostitución pueden y deben tener algo que decir sobre la solución de este problema. La comisión interdepartamental está sacando adelante un proyecto sobre la provisión de comunas barriales para los jóvenes trabajadores y sobre el establecimiento de casas que proveerán de acomodamiento a las mujeres cuando recién lleguen a un lugar. Sin embargo, hasta que el departamento de la mujer y los komsomoles de las provincias muestren algo de iniciativa y se muevan en este sentido, todas las directrices de la comisión quedarán como bonitas y benévolas resoluciones, pero se quedarán en el papel. Y hay mucho que podemos y debemos hacer. Los departamentos locales de la mujer deben trabajar conjuntamente con las comisiones de educación para plantear la cuestión de la correcta organización de la educación sexual en los colegios. También podrían mantener una serie de debates y lecturas sobre el matrimonio, la familia y la historia de las relaciones entre sexos, remarcando la dependencia de este fenómeno y de la moral sexual misma con respecto a los factores económicos.
Es hora de que esclarezcamos la cuestión de las relaciones sexuales. Es hora de que nos aproximemos a esta cuestión con un espíritu de crítica implacable y científica. Ya he dicho que la comisión interdepartamental ha aceptado que las prostitutas profesionales deben ser tratadas de la misma forma que los desertores laborales. De aquí por tanto se deduce que la mujer que tenga un trabajo pero que esté practicando la prostitución como fuente de ingresos secundaria no puede ser perseguida. Pero esto no quiere decir que no luchemos contra la prostitución. Somos conscientes de que, como he señalado anteriormente en más de una ocasión, la prostitución perjudica al colectivo obrero, afectando negativamente a la psicología de los hombres y las mujeres y distorsionando los sentimientos de igualdad y solidaridad. Nuestra tarea es reeducar al colectivo obrero y armonizar su psicología con las tareas económicas de la clase obrera. Debemos desechar inflexiblemente las viejas ideas y actitudes a las que nos aferramos a través de las costumbres. La economía va por delante, ha aventajado a la ideología. La vieja estructura económica se está desintegrando y con ella el viejo tipo de matrimonio, pero nos aferramos a los estilos de vida burgueses. Estamos dispuestos a rechazar todos los aspectos del viejo sistema y dar la bienvenida a la revolución en todas las esferas de la vida, sólo que… ¡no toques a la familia, no trates de cambiar la familia! Incluso los comunistas políticamente más conscientes tienen miedo de contemplar honradamente la verdad, dejan de lado la evidencia que demuestra sin lugar a dudas que las ataduras de la vieja familia se están debilitando y que las nuevas formas de la economía dictan nuevas formas de relaciones entre sexos.
El poder soviético reconoce que la mujer tiene un papel que jugar en la economía nacional y la ha situado en una posición igual a la del hombre en este sentido, pero en la vida diaria aún tenemos que soportar las “viejas formas” y estamos dispuestos a aceptar como normales matrimonios que se basan en la dependencia material de la mujer con respecto al hombre. En nuestra lucha contra la prostitución debemos aclarar nuestra actitud hacia las relaciones conyugales que se basan en los principios de “compra y venta”. Debemos aprender a ser inflexibles en este tema; no debemos desviarnos de nuestro propósito por demandas sentimentales tales como “mediante tu crítica y tu sermoneo científico violas los sagrados lazos familiares”. Tenemos que dejar bien claro que la vieja forma de familia ha sido superada. La sociedad comunista no tiene ninguna necesidad de ella. El mundo burgués dio su bendición a la exclusividad y al aislamiento de la pareja matrimonial respecto del colectivo; en la sociedad burguesa, atomizada e individualista, la familia era la única protección de la tormenta de la vida, un puerto tranquilo en un mar de hostilidad y competencia. La familia era un colectivo independiente y cerrado. En la sociedad comunista esto no debe existir. La sociedad comunista presupone un sentido tan fuerte del colectivo que se excluye cualquier posibilidad de existencia del grupo familiar aislado e introspectivo. En el presente se puede observar que las ataduras de parentesco, familia e incluso de vida matrimonial se van debilitando. Nuevas ataduras están siendo forjadas entre los trabajadores y el compañerismo, los intereses comunes, la responsabilidad colectiva y la fe en el colectivo se están asentando como los más altos principios morales.
No me haré cargo de predecir la forma de matrimonio o de relaciones entre sexos que se asumirán en el futuro. Pero de una cosa no hay duda: el comunismo estará ausente de toda dependencia de la mujer con respecto al hombre y de todos los elementos de cálculos materiales que se hallan en el matrimonio contemporáneo. Las relaciones sexuales estarán basadas en un instinto saludable de reproducción provocado por el desenfreno del amor joven, por una ferviente pasión, por un fogonazo de atracción física o por una cariñosa luz de armonía intelectual y emocional. Tales relaciones sexuales no tienen nada en común con la prostitución. La prostitución es espantosa porque es un acto de violencia de la mujer sobre sí misma en el nombre del beneficio material. La prostitución es un acto brutal de cálculo material que no deja lugar para el amor y la pasión. Donde empieza la pasión y la atracción, termina la prostitución. Bajo el comunismo, la prostitución y la familia contemporánea desaparecerán. Se desarrollarán relaciones sexuales saludables, alegres y libres. Una nueva generación surgirá, independiente y valiente y con un fuerte sentido del colectivo: una generación que sitúa el bien del colectivo por encima de todo.
¡Camaradas! Estamos sentando las bases para este futuro comunista. Está en nuestras manos acelerar la llegada de este futuro. Debemos fortalecer el sentido de solidaridad en el seno de la clase obrera. Debemos fomentar este sentido de compañerismo. La prostitución obstaculiza el desarrollo de la solidaridad, y por tanto debemos apelar a los departamentos de la mujer para que comiencen una campaña inmediata para erradicar este mal.
¡Camaradas! Nuestra tarea es cortar las raíces que dan vida a la prostitución. Nuestra tarea es librar una lucha sin tregua contra todos los remanentes de individualismo y del antiguo tipo de matrimonio. Nuestra tarea es revolucionar las actitudes en la esfera de las relaciones sexuales, armonizarlas con el interés del colectivo obrero. Cuando el colectivo comunista haya eliminado las formas contemporáneas de matrimonio y de familia, el problema de la prostitución dejará de existir.
Pongámonos manos a la obra, camaradas. La nueva familia está ya en proceso de creación y la gran familia del triunfante proletariado mundial se está desarrollando y haciéndose más fuerte.