Aprobadas en el II Congreso de la IC celebrado del 19 de julio al 7 de agosto de 1920
El I Congreso constituyente de la Internacional Comunista no elaboró las condiciones precisas de admisión de los partidos en la Tercera Internacional. En la época en que se desarrolló su I Congreso, en la mayoría de los países sólo existían tendencias y grupos comunistas.
El II Congreso de la Internacional Comunista se reúne bajo otras condiciones. En la mayoría de los países existen ahora, en lugar de tendencias y grupos, partidos y organizaciones comunistas.
Cada vez con mayor frecuencia, partidos y grupos que hasta hace poco pertenecían a la Segunda Internacional y que ahora querrían adherirse a la Internacional Comunista se dirigen a ella sin por eso haberse convertido verdaderamente en comunistas. La Segunda Internacional está irremediablemente derrotada. Los partidos intermedios y los grupos del “centro”, considerando desesperada su situación, se esfuerzan en apoyarse en la Internacional Comunista, cada día más fuerte, esperando conservar, sin embargo, una “autonomía” que les permitiría proseguir su antigua política oportunista o “centrista”. En cierta forma, la Internacional Comunista está de moda.
El deseo de algunos grupos dirigentes del “centro” de adherirse a la Tercera Internacional nos confirma indirectamente que la Internacional Comunista ha conquistado las simpatías de la gran mayoría de los trabajadores conscientes de todo el mundo y constituye una fuerza que crece constantemente.
La Internacional Comunista está amenazada por la invasión de grupos vacilantes e indecisos que aún no han podido romper con la ideología de la Segunda Internacional.
Además, ciertos partidos importantes (italiano, sueco) cuya mayoría se adhiere a las tesis comunistas, conservan todavía en su seno a numerosos elementos reformistas y socialpacifistas que sólo esperan la ocasión para recuperarse, y sabotear activamente la revolución proletaria, yendo así en ayuda de la burguesía y de la Segunda Internacional.
Ningún comunista debe olvidar las lecciones de la República de los Sóviets húngara. La unión de los comunistas húngaros con los reformistas le costó caro al proletariado húngaro.
Es por ello que el II Congreso Mundial considera su deber determinar de manera precisa las condiciones de admisión de los nuevos partidos e indicar a los partidos ya afiliados las obligaciones que les incumben.
El II Congreso de la Internacional Comunista decide que las condiciones para la admisión en la Internacional son las siguientes:
1.- La propaganda y la agitación diarias deben tener un carácter efectivamente comunista y adecuarse al programa y a las decisiones de la Tercera Internacional. Todos los órganos de la prensa del partido deben estar redactados por comunistas de firmes convicciones que hayan expresado su devoción por la causa del proletariado. No es conveniente hablar de dictadura proletaria como si se tratase de una fórmula aprendida y corriente. La propaganda debe ser hecha de manera tal que su necesidad surja para todo trabajador, para toda obrera, para todo campesino, para todo soldado, de los hechos mismos de la vida cotidiana, sistemáticamente puestos de relieve por nuestra prensa. La prensa periódica o de otro tipo y todos los servicios de ediciones deben estar totalmente sometidos al Comité Central del partido, ya sea éste legal o ilegal. Es inadmisible que los órganos de expresión abusen de su autonomía para llevar a cabo una política no conforme con la del partido. En las columnas de la prensa, en las reuniones públicas, en los sindicatos, en las cooperativas, en todas partes donde los partidos de la Tercera Internacional tengan acceso, deberán criticar no solamente a la burguesía sino también a sus cómplices, los reformistas de toda clase.
2.- Toda organización deseosa de adherir a la Internacional Comunista debe regular y sistemáticamente separar de los puestos, aunque sean de poca responsabilidad, en el movimiento obrero (organizaciones de partido, redacciones, sindicatos, fracciones parlamentarias, cooperativas, municipalidades) a los reformistas y “centristas” y remplazarlos por comunistas probados, sin temor a tener que remplazar, sobre todo al comienzo, a militantes experimentados por trabajadores provenientes de las bases.
3.- En casi todos los países de Europa y América, la lucha de clases entra en el período de guerra civil. Bajo esas condiciones, los comunistas no pueden fiarse de la legalidad burguesa. Es su deber crear en todas partes, paralelamente a la organización legal, un organismo clandestino, capaz de cumplir en el momento decisivo con su deber hacia la revolución. En todos los países donde, a consecuencia del estado de sitio y de excepción, los comunistas no tienen la posibilidad de desarrollar legalmente toda su acción, la combinación de la acción legal y de la acción clandestina es indudablemente necesaria.
4.- El deber de propagar las ideas comunistas implica la necesidad absoluta de llevar a cabo una propaganda y agitación sistemáticas y perseverantes entre las tropas. En los lugares donde la propaganda abierta presente dificultades a consecuencia de las leyes de excepción, debe ser realizada ilegalmente. Negarse a hacerlo constituiría una traición al deber revolucionario y, en consecuencia, incompatible con la afiliación a la Tercera Internacional.
5.- Es necesaria una agitación hábil y sistemática en el campo. La clase obrera no puede triunfar si no es apoyada al menos por un sector de los trabajadores del campo (jornaleros agrícolas y campesinos pobres) y si no ha neutralizado con su política al menos a un sector del campo atrasado. La acción comunista en el campo adquiere en este momento una importancia capital y debe ser principalmente producto de la acción de los obreros comunistas en contacto con el campo. Negarse a realizarla o confiarla en manos de semirreformistas dudosos significa renunciar a la revolución proletaria.
6.- Todo partido deseoso de pertenecer a la Tercera Internacional debe denunciar tanto al socialpatriotismo confeso como al socialpacifismo hipócrita y falso; se trata de demostrar sistemáticamente a los trabajadores que sin la liquidación revolucionaria del capitalismo, ningún tribunal de arbitraje internacional, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización “democrática” de la Liga de las Naciones pueden preservar a la humanidad de las guerras imperialistas.
7.- Los partidos deseosos de pertenecer a la Internacional Comunista deben reconocer la necesidad de una ruptura total y definitiva con el reformismo y la política centrista y preconizar esa ruptura entre los miembros de las organizaciones. La acción comunista consecuente sólo es posible a ese precio.
La Internacional Comunista exige imperativamente y sin discusión esta ruptura que debe ser consumada en el menor plazo posible. La Internacional Comunista no puede admitir que reformistas reconocidos como Turati, Kautsky, Hilferding, Longuet, MacDonald, Modigliani y otros, tengan el derecho a ser considerados como miembros de la Tercera Internacional y estén representados en ella. Semejante estado de cosas haría asemejar demasiado la Tercera Internacional con la Segunda.
8.- En el problema de las colonias y de las nacionalidades oprimidas, los partidos de los países cuya burguesía posee colonias u oprime a otras naciones deben tener una línea de conducta particularmente clara. Todo partido perteneciente a la Tercera Internacional tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de “sus” imperialistas en las colonias, de sostener, no con palabras sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópoli, de despertar en el corazón de los trabajadores del país sentimientos verdaderamente fraternales hacia la población trabajadora de las colonias y las nacionalidades oprimidas y llevar a cabo entre las tropas metropolitanas una continua agitación contra toda opresión de los pueblos coloniales.
9.- Todo partido que desee pertenecer a la Internacional Comunista debe llevar a cabo una propaganda perseverante y sistemática en los sindicatos, cooperativas y otras organizaciones de masas obreras. Deben ser formados grupos comunistas cuyo trabajo tenaz y constante conquistará a los sindicatos para el comunismo. Su deber consistirá en revelar en todo momento la traición de los socialpatriotas y las vacilaciones del “centro”. Esos grupos comunistas deben estar totalmente subordinados al conjunto del partido.
10.- Todo partido perteneciente a la Internacional Comunista debe combatir con energía y tenacidad a la “Internacional” de los sindicatos amarillos fundada en Ámsterdam. Deben difundir constantemente en los sindicatos obreros la idea de la necesidad de la ruptura con la Internacional amarilla de Ámsterdam. Además, debe apoyar con toda su fuerza a la unión internacional de los sindicatos rojos adherida a la Internacional Comunista.
11.- Los partidos deseosos de pertenecer a la Internacional Comunista tienen como deber revisar la composición de sus fracciones parlamentarias, separar a los elementos dudosos, someterlos, no con palabras sino con hechos, al Comité Central del partido, exigir de todo diputado comunista la subordinación de toda su actividad a los verdaderos intereses de la propaganda revolucionaria y de la agitación.
12.- Los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista deben ser organizados sobre el principio del centralismo democrático. En una época como la actual, de guerra civil encarnizada, el Partido Comunista sólo podrá desempeñar su papel si está organizado del modo más centralizado posible, si se mantiene una disciplina de hierro cuasimilitar y si su organismo central está provisto de amplios poderes, ejerce una autoridad incuestionable y cuenta con la confianza unánime de los militantes.
13.- Los partidos comunistas de los países donde los comunistas militan legalmente deben proceder a depuraciones periódicas de sus organizaciones con el objeto de separar a los elementos arribistas o pequeñoburgueses.
14.- Los partidos que deseen pertenecer a la Internacional Comunista deben apoyar sin reservas a todas las repúblicas soviéticas en sus luchas con la contrarrevolución. Deben preconizar incansablemente la negativa de los trabajadores a transportar las municiones y los equipos destinados al enemigo de las repúblicas soviéticas y proseguir, ya sea legal o ilegalmente, la propaganda entre las tropas enviadas a combatir a dichas repúblicas.
15.- Los partidos que conservan hasta ese momento los antiguos programas socialdemócratas deben revisarlos sin demora y elaborar un nuevo programa comunista adaptado a las condiciones especiales de su país y concebido de acuerdo con el espíritu de la Internacional Comunista. Es obligatorio que los programas de los partidos afiliados a la Internacional Comunista sean confirmados por el Congreso Mundial y por el Comité Ejecutivo. En el caso de que este último niegue su aprobación a un partido, éste podrá apelar al Congreso de la Internacional Comunista.
16.- Todas las decisiones de los Congresos de la Internacional Comunista, así como las del Comité Ejecutivo, son obligatorias para todos los partidos afiliados a la Internacional Comunista. Al actuar en períodos de guerra civil encarnizada, la Internacional Comunista y su Comité Ejecutivo deben tener en cuenta condiciones de lucha muy variadas en los diversos países y sólo adoptar resoluciones generales y obligatorias en los problemas donde ello sea posible.
17.- De acuerdo con lo que precede, todos los partidos adherentes a la Internacional Comunista deben modificar su nombre. Todo partido que desee adherirse a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido Comunista de… (sección de la Internacional Comunista). Este problema de nominación no es una simple formalidad sino que también tiene una importancia política considerable. La Internacional Comunista declaró una guerra sin cuartel al viejo mundo burgués y a todos los antiguos partidos socialdemócratas amarillos. Es fundamental que la diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos “socialdemócratas” o “socialistas” oficiales que vendieron la bandera de la clase obrera sea más clara a los ojos de todo trabajador.
18.- Todos los órganos dirigentes de la prensa de los partidos de todos los países están obligados a imprimir los documentos oficiales importantes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.
19.- Todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista, o que soliciten su adhesión, están obligados a convocar, lo más rápidamente posible, en un plazo de cuatro meses a más tardar a partir del II Congreso de la Internacional Comunista, un Congreso Extraordinario a fin de pronunciarse sobre estas condiciones. Los comités centrales deben controlar que las decisiones del II Congreso de la Internacional Comunista sean conocidas por todas las organizaciones locales.
20.- Los partidos que deseen mantener su adhesión a la Tercera Internacional pero que aún no han modificado radicalmente su antigua táctica, deben previamente controlar que los 2/3 de los miembros de su Comité Central y de las instituciones centrales más importantes estén compuestos por camaradas que ya antes del II Congreso se pronunciaron abiertamente por la adhesión del partido a la Tercera Internacional. Algunas excepciones pueden ser hechas con la aprobación del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. El Comité Ejecutivo se reserva el derecho a hacer excepciones con los representantes de la tendencia centrista mencionados en el párrafo 7.
21.- Los adherentes al partido que rechacen las condiciones y las tesis establecidas por la Internacional Comunista deben ser excluidos del partido. Lo mismo ocurrirá con los delegados al Congreso Extraordinario.